Выбрать главу

Gideon volvió en el tren de las seis de la tarde, pero se mantuvo apartado de Lorna.

Jenny regresó de navegar y fue directamente al cuarto de su hermana a abrazarla y a contarle que, realmente, estaba enamorada de Taylor, y a preguntarle si no le importaba que la cortejase.

La madre golpeó la puerta y les recordó:

– La cena es a las ocho, querida.

Con gran dificultad, Lorna adoptó la apariencia esperada, se encontró con su padre por primera vez, cosa que le valió otro rígido beso en la mejilla, evitó las preguntas de sus hermanos sobre la escuela inventada y el falso viaje de compras, y la vista de águila de la tía Henrietta, que parecía decir: "¡Lorna ha cambiado!", escuchó el parloteo de Levinia que hablaba de cuánto había bajado la calidad de la comida desde que la señora Schmitt se había ido, se contuvo de preguntarle a la tía Agnes si había visto a Jens, y comprendió que ya no pertenecía a ese lugar, pero aceptó que no tenía otro a dónde ir.

Por la noche, cuando la familia se dispersó, Lorna entró silenciosamente en el salón pequeño, se quedó de pie entre las puertas dobles sin hablar durante un rato, y acorraló a sus padres. Su padre tenía el rostro oculto tras un periódico. La madre estaba sentada en una silla junto a la puerta cristalera, contemplando el lago. Lorna se hizo notar, anunciando:

– Si no quieren que los chicos escuchen esto, será mejor que cierren las puertas.

Levinia y Gideon se sobresaltaron como si les hubiesen pasado unas flechas cerca de las orejas. Intercambiaron miradas mientras Lorna cerraba las puertas, después Gideon se levantó, cerró las puertas cristaleras, y se quedó junto a la silla de Levinia. Lorna comprendió que debían estar esperándola, pues en una noche de verano tan hermosa como esa, por lo general, si se quedaban en la casa, se sentaban en los sillones de mimbre, en la tenaza.

– Creí mi deber decirles cómo me siento por haberme robado a mi hijo.

Levinia replicó:

– No hemos robado a tu hijo. Hemos hecho arreglos para la adopción.

– ¿Quién lo adoptará?

– La Iglesia no informa sobre eso.

– Me robaron a mi hijo sin siquiera consultarme.

– Lorna, sé sensata. ¿Qué habrías hecho con él? ¿Cómo crees que podíamos permitirte traerlo aquí… acaso no ves cómo te adoran tus hermanas? ¿Cuánto te admiran y desean ser como tú?

Lorna no hizo caso del repetido discurso. Les dijo a sus padres sin ningún apasionamiento:

– Quiero que los dos sepáis que he perdido todo afecto por ustedes, por lo que me han hecho. Por ahora, seguiré viviendo aquí porque no tengo a dónde ir. Pero me casaré con el primer hombre que me lo pida, con el propósito de alejarme de vosotros. Espero que estéis muy contentos con el resultado de ese acto tan malévolo.

Serena, inspirándose en la hermana Marlene, salió del salón.

A eso de las once de la noche, cuando la tía Agnes se escabulló dentro del cuarto de Lorna, el espíritu que dominaba era muy diferente. Las dos se estrecharon y procuraron calmar los convulsionados y doloridos corazones.

– Era un varón -logró decir Lorna en un murmullo entrecortad Me lo arrebataron contra mis deseos. Nunca lo vi limpio, siquiera… con la carita en… ensangrentada. No sé ni qué color de cabello tiene.

– Oh, mi preciosa chiquilla herida.

Mientras Lorna lloraba sobre su hombro, Agnes preguntó:

– ¿Lo sabe Jens?

– No. Tengo que decírselo. -Lorna se apartó y se secó los ojos un pañuelo de algodón-. ¿Lo viste, tía Agnes?

– No. Pero hablé con Tim, y sé que el negocio está floreciente. Des… de la regata, todos quieren una embarcación de Astilleros Harken. Sabes dónde está, ¿no es así?

Lorna miró por la ventana.

– Sí, pasé muchas semanas imaginándolo allá.

Fue al día siguiente, vestida con la falda de rayas azules y blancas que tenía la primera vez que compartió un picnic con Jens. Con expresión solemne, se puso el alfiler en el sombrero de paja y, al contemplarse en el espejo, vio una mujer agria donde el año anterior había una muchacha despreocupada. Tomó la embarcación pequeña sin pedir permiso, convencida de que Gideon no tendría agallas para prohibirle el "poco femenino deporte de la navegación", después de lo que había pasado. Las pocas lecciones que logró sonsacarle a Mitch Armfield no la dejaron bien preparada para manejar un bote de un tripulante. Si zozobraba y se hundía, no le importaba: esa posibilidad no le daba el menor miedo, al pensar en la reacción que esperaba de Jens. A decir verdad, era preferible ahogarse a que él la rechazara.

No tuvo dificultades para encontrar el lugar. Se veía desde la North Bay, con su madera nueva todavía rubia y clara contra el telón verde de la costa. Mientras se acercaba pensó que era grande, admiró el techo alto y las proporciones grandiosas. Se había propuesto permanecer tan serena como la hermana Marlene, pero al avistar el velero de Tim, el Manitou, amarrado a un muelle asombrosamente largo, el armadero en sí mismo, con las ventanas del desván abiertas arriba, y las amplias puertas que daban al Oeste dejando entrar la luz de finales de la mañana, y los senderos que se extendían desde ahí hasta el agua, Lorna sintió un impulso y echó a correr. La acompañó un agudo anhelo de vivir ahí, con él, en ese lugar que los dos habían soñado. Oh, ver al hijo de ambos sujetarse a la pierna del padre para mantener el equilibrio y aprender a caminar por esos senderos hasta el agua, y a diseñar, construir y navegar veleros como Jens le habría enseñado a hacerlo.

Lorna amarró al muelle y caminó por él, echando un vistazo al Manitou al pasar, sintiendo una oleada de nostalgia porque se parecía mucho al Lorna D. Al acercarse a la playa, alzó la vista y, para su horror, comprendió que había pañales secándose en la cuerda.

¡Dios querido, había encontrado al niño!

Se detuvo como si hubiese echado raíces, con la vista fija en ellos hasta que el sentido común le dictó una posibilidad más creíble, aunque estremecedora: se había casado con alguna viuda.

Con esfuerzo, movió los pies… caminando por el muelle hasta la playa recientemente despejada, caminando por la arena hasta los largueros de madera, entre los largueros cada vez más cerca el sonido del papel de lija frotando, y el golpe leve de un martillo.

Se detuvo en la entrada. La construcción era tan alta, ancha y venerable como el interior de una iglesia, con la luz moteada que caía por las ventanas y las puertas abiertas, y la madera nueva de la construcción en sí misma, aún tan clara como grano maduro. Olía iguaclass="underline" a cedro aromático, a cola y a serrín.

Tres hombres trabajaban en una nueva embarcación: Jens, Ben Jonsori y un extraño de cuerpo robusto.

El desconocido fue el primero en verla y dejó de lijar.

– Bueno, ¡hola! -dijo, irguiéndose.

– ¡Hola! -respondió Lorna.

Jens y Ben dejaron de trabajar y se enderezaron, también.

– ¿En qué puedo servirla? -preguntó el extraño.

Apartó la vista de él, vio a Jens y Jonson dijo:

– Hola, señorita Barnett.

Jens no dijo nada. La contempló unos segundos)è reanudó el trabajo. Desde arriba, llegó el aroma de la comida y el sonido de voces infantiles que acrecentaron los temores de Lorna.

– Usted es Lorna -dijo el desconocido, acercándose con la mano extendida-. Yo soy Davin, el hermano de Jens.

– Oh, Davin -dijo, aliviada-. Bueno, Dios mío, no sabía que había venido. Me alegro de conocerlo.

– Supongo que habrá venido a ver a Jens.