Esa pregunta era de difícil respuesta.
—¿Cómo te va la búsqueda de la Piedra Filosofal?
—He eliminado definitivamente la predisposición circunstancial como criterio —dijo ella, quitando mis datos de encima de la mesa—. Sólo dos receptores de la beca Niebnitz han conseguido un logro científico significativo tras obtener la beca. Y he estrechado el acercamiento al proyecto a un experimento diseñado de disciplinas cruzadas, pero aún no he determinado el perfil personal. Sigo evaluando las variables.
Sacó mi disco e introdujo el suyo.
—¿Has tenido en cuenta las enfermedades? —dije.
Ella pareció molesta.
—¿Las enfermedades?
—Han jugado un papel importantísimo en los logros científicos. Las paperas de Einstein, los problemas de pulmón de Mendeléiev, la hipocondría de Darwin. La peste bubónica. Cerraron Cambridge por su causa, y Newton tuvo que volver a casa, al huerto de manzanos.
—No veo…
—¿Y en sus habilidades como tiradores?
—Si estás tratando de hacerte la graciosa…
—La habilidad de Fleming para disparar con rifle fue lo que hizo que St. Mary's quisiera que se quedara después de graduarse como cirujano. Le necesitaban para el equipo de tiro del hospital y, como no había plaza en cirugía, le ofrecieron trabajo en microbiología.
—¿Y qué tiene exactamente que ver Fleming con la beca Niebnitz?
—Tenía predisposición a logros científicos significativos. ¿Qué hay de los hábitos de ejercicio? James Watt resolvió el problema del motor de vapor mientras daba un paseo, y William Rowan Hamilton…
Alicia recogió sus papeles y sacó el disco.
—Usaré otro ordenador —dijo—. Puede que te interese saber que, estadísticamente, la investigación sobre las modas no tiene absolutamente ninguna posibilidad.
Sí, bueno, lo sabía. Sobre todo tal como iba ahora mismo. No sólo mi diagrama no parecía ni la mitad de bueno que el de Peyton, sino que no había aparecido en él el perfil de ninguna mariposa. Excepto lo de Marydale, Ohio, que seguía allí, reforzado además por los calcetines remangados y los datos sobre los crucigramas.
Pero no había nada que hacer sino seguir chapoteando entre los afluentes infestados de cocodrilos y moscas tsetse. Calculé intervalos de predicción sobre el hipnotismo de Coué y los crucigramas, y luego empecé a introducir los datos sobre los peinados relacionados.
No pude encontrar los recortes sobre las ondas de agua. Se los había dado a Flip hacía casi una semana, junto con los datos sobre los ángeles y los anuncios de contactos. Y no había vuelto a saber de ellos desde entonces.
Rebusqué entre los montones, junto al ordenador, por si casualmente los había traído y los había dejado caer por alguna parte, y luego busqué a Flip en Suministros; allí estaba, cogiéndole a Desiderata largos mechones de pelo para hacerle trenzas de hilo.
—El otro día te di unas cuantas cosas para que las fotocopiaras —le dije a Flip—. Eran artículos sobre ángeles y un puñado de recortes sobre el pelo. ¿Qué has hecho con ellos?
Flip puso los ojos en blanco.
—¿Cómo voy a saberlo?
—Porque te los di para que los fotocopiaras. Porque los necesito, y no están en mi laboratorio. Había unos recortes sobre las ondas de agua —insistí—. ¿Recuerdas? ¿El corte de pelo ondulado que te gustaba?
Hice una serie de movimientos ondulatorios sobre mi pelo, esperando que lo recordase, pero ella estaba envolviendo las guedejas de Desiderata con papel adhesivo.
—Había también una página de anuncios de contactos.
Eso le sonó a algo. Desiderata y ella intercambiaron una mirada.
—¿Ahora me está acusando de robar?
—¿Robar? —dije, aturdida.
¿Artículos sobre ángeles y recortes sobre las ondas de agua?
—Son públicos, ya sabe. Cualquiera puede escribir.
No tenía ni idea de lo que me estaba diciendo. ¿Públicos?
—Sólo porque lo haya marcado con un círculo no significa que sea suyo. —Dio un tirón al pelo de Desiderata, que soltó un alarido—. Además, ya tiene a ese tipo del rodeo.
Los anuncios personales, pensé, viendo la luz. Estábamos hablando de los anuncios personales. Lo que explicaba que me hubiera preguntado por el significado de elegante y sofisticada.
—¿Respondiste a uno de los anuncios?
—Como si no lo supiera. Como si Darrell y usted no se estuvieran riendo juntos —dijo ella, y cogió el rollo de cinta adhesiva y salió corriendo de la habitación.
Miré a Desiderata, que estaba recogiendo un extremo de cinta de su mechón.
—¿De qué estaba hablando? —pregunté.
—Él vive en Valmont.
—¿Y? —dije, deseando comprender al menos lo que me decían.
—Flip vive al sur de Baseline.
Todavía nada.
Desiderata suspiró.
—¿No lo comprende? Ella es geográficamente incompatible.
«También lleva una i en la frente —pensé—, cosa que alguien que busca gente elegante y sofisticada debe haber encontrado chocante.»
—¿Se llama Darrell? —pregunté.
Desiderata asintió, tratando de envolver el extremo de cinta en su pelo.
—Es dentista.
—Creo que es totalmente suarb, pero a Flip le gusta de veras.
Era difícil imaginar a Flip apreciando a alguien, y nos estábamos desviando del tema principal. Había cogido los anuncios de contactos, ¿y qué había hecho con el resto de los artículos?
—No sabrás dónde puede haber puesto mis recortes sobre las ondas de agua, ¿no?
—Cielos, no —dijo Desiderata—. ¿Ha mirado en su laboratorio?
Decidí dejarlo y bajé a la sala de fotocopias para tratar de encontrarlos yo sola. Al parecer, Flip nunca copiaba nada. Había enormes montañas a ambos lados de la fotocopiadora, encima de la tapa, y en todas las superficies planas de la habitación, además de dos montones en el suelo que llegaban hasta la cintura, dispuestos en capas como formaciones rocosas sedimentarías.
Me senté en el suelo y empecé a buscar: memorándums, informes, un centenar de copias sobre un ejercicio de sensibilidad que empezaba con «Listar cinco cosas que os gusten de HiTek», una carta que ponía URGENTE fechada el 8 de julio de 1988.
Encontré algunas notas que había tomado sobre las piedras amuleto y el recibo de la nómina de alguien, pero nada sobre las ondas de agua. Lo recogí todo y empecé por el siguiente montón.
—Sandy —dijo una voz de hombre desde la puerta.
Alcé la cabeza. Bennett se encontraba allí. Evidentemente, algo iba mal. Llevaba el pelo arenoso revuelto y tenía la cara pecosa macilenta.
—¿Qué ocurre? —pregunté, poniéndome en pie.
Él señaló, un poco aturdido, al fajo de papeles que sostenía en la mano.
—No encontrarías ahí mi solicitud de concesión de fondos, ¿verdad?
—¿Tu solicitud de concesión de fondos? —dije, asombrada—. Tedrías que haberla entregado el lunes.
—Lo sé —dijo él, pasándose la mano por el pelo—. La entregué. Se la di a Flip.
4
RÁPIDOS
Supongo que Dios podría haber creado un animal más tonto que la oveja, pero está muy claro que nunca lo hizo…
JITTERBUG (1938–1945)
Baile de moda durante la Segunda Guerra Mundial, que implicaba curiosos pasos y gestos atléticos. Bailando al son de las grandes orquestas de swing, los Jitterbuggers pasaban a su pareja por encima del hombro, bajo las piernas, y la lanzaban al aire. Los soldados llevaron el baile a ultramar, dondequiera que los destinaran. Fue sustituido por el cha-cha-cha.