—Flip —dije, sacudiendo la cabeza—. Los leía para mi investigación sobre las modas. No intentaba… ¿venías?
Él asintió. Había desaparecido el júbilo de su mirada. Sus ojos grises asomaban serios tras las gafas de culo de botella.
—Dejé de venir hace un par de semanas porque Flip me dijo que estabas prometida al tipo de las ovejas.
—Avestruces —dije—. Flip me dijo que estabas loco por Alicia, y que por eso querías trabajar con ella.
—Bueno, al menos ahora sabemos lo que significaba la i de su frente. Interferencia. No quiero trabajar con Alicia. Quiero trabajar contigo.
—No estoy prometida al tipo de las ovejas —dije. Pensé en una cosa—. ¿Por qué compraste esa corbata azul Cerenkhov?
—Para impresionarte. Flip me dijo que nunca saldrías conmigo a menos que me comprara ropa nueva, y este horrible azul fue lo único que encontré en las tiendas. —Pareció tímido—. También puse un anuncio en la sección de contactos.
—¿Lo hiciste? ¿Qué decía?
—«Inseguro y mal vestido teórico del caos desea investigadora de modas inteligente, reflexiva, incandescente. Debe ser CC.»
—¿CC?
—Científicamente compatible —sonrió—. La gente hace locuras cuando está enamorada.
—¿Como pedir prestado un rebaño de ovejas para evitar que alguien pierda su subvención?
La camarera plantó dos vasos delante de nosotros, esparciendo chinatasse por todas partes.
—Son para llevar —dijo Ben.
La camarera suspiró y se marchó con los vasos.
—Si vamos a trabajar juntos —me dijo Ben—, será mejor que empecemos cuanto antes.
—Espera un momento. Los dos hemos dimitido.
—Bueno, el caso es que HiTek nos quiere de vuelta.
—¿Cómo?
—Todo está perdonado —asintió—. Dicen que podemos disponer de todo lo que necesitemos: espacio de laboratorio, ayudantes, ordenadores.
—¿Pero qué hay de las ovejas y el humo de segunda mano?
—Abre la carta.
La abrí.
—Léela.
La leí.
—No comprendo —dije.
Le di la vuelta a la carta. No había nada en el dorso. Miré de nuevo el sobre. Sólo ponía mi nombre. Miré a Ben, que parecía feliz.
—No comprendo —repetí.
—Yo tampoco. Alicia estaba presente cuando abrí la mía. Tuvo que recalcular todos los porcentajes.
Leí de nuevo la carta.
—¿Ganamos la beca Niebnitz?
—Ganamos la beca Niebnitz.
—Pero… nosotros no somos… no…
—Bueno, así está la cosa —dijo él, inclinándose sobre la mesa y tomando por fin mi mano—. He tenido una idea. ¿Recuerdas que te dije que se podían predecir los sistemas caóticos midiendo todas las variables y calculando la iteración? Bueno, pues pienso que Verhoest tenía razón después de todo. Hay otro factor en funcionamiento. Pero no es externo. Es algo que ya está en el sistema. ¿Recuerdas que Shirl dijo que la oveja mansa era igual que cualquier otra oveja, sólo que un poco más ansiosa, un poco más rápida, un poco adelantada? ¿Y si…?
—¿… en vez de mariposas hay una mansa en los sistemas caóticos?
—Exactamente. —Ahora me sostenía ambas manos—. Y no parece diferente de ninguna de las otras variables del sistema, pero es lo que dispara la iteración, es el catalizador, es…
—Pippa —dije, agarrando sus manos—. Hay un poema, Pippa Pasa, de…
—Browning. Canta bajo las ventanas de la gente…
—Y cambia sus vidas, y ellos nunca llegan a verla. Si hicieras un modelo informático del pueblo de Asoló, ni siquiera la incluirías en él, pero es…
—… la variable que pone en movimiento las alas de la mariposa, la fuerza que hay detrás de la iteración, el gatillo que activa el disparador, el factor que causa…
—… que las mujeres se corten el pelo en Hong Kong.
—Exactamente. La fuerza que causa tus modas. La…
—… fuente del Nilo.
La camarera volvió con los mismos vasos.
—No tengo vasos de plástico para llevar. Contaminan el entorno. —Dejó las bebidas y se marchó.
—Como Flip —dijo Ben, pensando en el tema—. Entregó mal el paquete, y así es como te conocí.
—Entre otras cosas —dije yo, y sentí de nuevo que estaba al borde de algo, que el cubo de Rubik empezaba a girar.
—Vamos —dijo Ben—. Quiero ver qué pasa cuando añada la mansa a mis datos sobre teoría del caos.
—Espera… quiero tomarme el chinatasse, por si es la próxima moda. Y hay algo más… No habrás comunicado todavía a HiTek nuestra decisión de quedarnos o no, ¿verdad?
Él sacudió la cabeza.
—Supuse que querrías estar presente.
—Bien. No les digas que no todavía. Hay algo que quiero comprobar.
—Muy bien. Me reuniré contigo en HiTek dentro de unos minutos. ¿De acuerdo? —y se marchó.
—Umm —dije yo, tratando de capturar el pensamiento que acababa de tener. Algo sobre trenes, ¿o eran autobuses? Y algo que había dicho la camarera.
Tomé un sorbo de chinatasse meditando… y si necesitaba un signo de que el caos estaba recuperando el equilibro a un nivel nuevo y superior, ahí lo tenía: era el maravilloso té helado del Madre Tierra.
Lo que debería haberme inspirado, si es que algo podía hacerlo. Pero no conseguí capturar el pensamiento. La idea de que había recuperado a Ben me lo impedía, y también el pensar que, a excepción de aquel ejercicio de sensibilidad, y algún apretón de manos ocasional, él nunca me había tocado.
Y al parecer había algún tipo de bucle de realimentación en nuestro sistema, porque él regresó y apartó a la camarera, que intentaba anotar su nombre, y pasó entre las mesas y me puso en pie. Y me besó.
—Muy bien —dijo, y nos separamos.
—Muy bien —dije yo, sin aliento.
—¡Guau! —exclamó la camarera—. ¿Lo conoció en los anuncios de contactos?
—No —contesté, deseando que se callara y Ben volviera a besarme—. A través de Flip.
—Nos presentó una oveja mansa —dijo Ben, rodeándome de nuevo con sus brazos.
—¡Guau!—volvió a exclamar la camarera.
EL HIPNOTISMO DE COUÉ (1923)
Moda psicológica iniciada por el doctor Emile Coué, un psicólogo francés y autor de Autodominio por medio de la autosugestión. El método de Coué de automejora consistía en anudar un trozo de cuerda y repetir una y otra vez: «Todos los días, mejoro en todos los sentidos más y más». Pasó cuando quedó claro que nadie lo lograba.
Los acontecimientos más nimios han impulsado logros científicos: ver desbordarse el agua del baño, el movimiento producido por una brisa, la presión de un pie sobre un escalón. Pero nunca había oído de ninguno provocado por un beso.
Pero fue un beso que llevaba detrás todo el peso de cinco semanas de caótica turbulencia, de cambiar pautas de pensamiento de sus posiciones acostumbradas, de sacudir variables, separándolas y mezclándolas de nuevo en nuevas conjunciones, nuevas posibilidades. Y cuando Ben me rodeó con sus brazos, fue como el descubrimiento de la penicilina y el anillo del benceno y el Big Bang todo en uno. Un eureka elevado a la décima potencia. Como llegar a la fuente del Nilo.
—Ese FLIP donde lo conoció —me decía la camarera—, ¿es como un grupo de recuperación?
—De descubrimiento —contesté, mirando transfigurada a Ben, preguntándome cómo podía haber sido tan ciega. Todo estaba tan claro: lo que impulsaba las modas y cómo se obtienen logros científicos y por qué habíamos ganado la beca Niebnitz.