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Jargo tamborileaba los dedos contra su vaso.

– Evan está vivo y nuestro amigo le dejó hablar con la policía antes de volver a atraparlo. Me pregunto por qué.

Dezz desenvolvió otro caramelo.

Jargo le quitó el caramelo de la mano de un manotazo.

– Mi teoría es que Donna sabía que estaba en peligro y contrató a alguien para que la protegiera. Ése es el que nos atacó. -Miró a Dezz con firmeza-. ¿Estás seguro de que no te reconoció mientras la seguías?

– Claro que no me reconoció, tuve mucho cuidado.

– Te dije que no la subestimases.

– No lo hice. Pero si este tipo es sólo un gorila a sueldo, ¿por qué vuelve para llevarse a Evan? Quien le pagaba estaba muerta. No tenía ninguna necesidad de arriesgar el cuello.

Jargo frunció el ceño.

– Ésa es una muy buena pregunta, y bastante inquietante, Dezz. Está claro que cree que Evan tiene algo que él quiere.

Dezz parpadeó.

– Entonces, ¿qué le decimos a Mitchell de su mujer? ¿O simplemente lo matas y no te molestas en darle explicaciones?

– Le diremos que llegamos tarde para salvarla. Que un asesino a sueldo la mató a ella y secuestró a su chico. Mitchell estará destrozado… será fácil de manipular.

Dezz se encogió de hombros.

– Vale. ¿Siguiente paso?

– Pensar a quién le pudo pedir ayuda Donna. Si le encontramos, encontraremos a Evan, y entonces le diremos que podemos llevarlo directamente a su padre. Es la distancia más corta entre dos puntos.

Llamaron a la puerta. Dos golpes secos rápidos y luego otros dos más despacio. Dezz caminó hacia la puerta pistola en mano.

El patrón se repitió y luego una voz dijo «Galletas de las exploradoras».

Dezz abrió la puerta. Esbozó una gran sonrisa.

– Hola exploradora.

Carrie Lindstrom entró, con la cara cansada y su cabello oscuro recogido en una cola de caballo; llevaba un pantalón vaquero y una camiseta metida por dentro. Miró alrededor y preguntó:

– ¿Dónde está Evan?

Jargo la sentó y le contó lo que había ocurrido, describió al calvo según informaron en las noticias y según la ojeada fugaz de Dezz.

– ¿Reconoces al tío?

– No, Evan no conoce a nadie que encaje con esa descripción, al menos en Houston.

Jargo la miró con dureza.

– Carrie, se suponía que tenías que encontrar esos archivos si Evan los tenía. Estaban en su ordenador. Yo mismo los vi. No hiciste tu trabajo.

– Lo juro…, no estaban allí.

A Jargo le gustaba ver el miedo en sus ojos.

– ¿Cuándo los buscaste por última vez?

– Anoche. Fui a su casa, él estaba viendo una película y bebiendo vino. Le pregunté si podía mirar mi correo electrónico. Dijo que sí. Miré pero no había archivos nuevos en el sistema. Lo juro.

– ¿Pasaste la noche con él?

– Sí.

– ¿Te lo follaste bien? -preguntó Dezz con un tono de diversión en la voz.

– Cállate Dezz -dijo ella.

– Entonces, ¿cómo se escapó de ti en Houston? -le preguntó Jargo.

– Fui a buscar el desayuno. Paré al lado de mi casa; al volver había un tráfico tremendo. Cuando llegué a su casa ya se había ido. Dejó un mensaje en mi contestador diciendo que le había surgido una emergencia y se había marchado.

– Hoy accedí a tu buzón de voz. Escuché el mensaje que te dejó.

A Carrie le temblaba la mandíbula.

– ¿Entraste en mi buzón de voz? No confías en mí.

– Carrie. Esta mañana estuve por lo menos dos horas sin saber nada de ti. Si no hubiese marcado tu buzón de voz no hubiera sabido que Evan se dirigía a Austin y que Donna podía escaparse. Gracias a Dios que lo hice. Su calle es difícil de vigilar y al parecer contrató a un gorila para ayudarla a escapar. Por culpa tuya hoy he perdido una hora preciosa.

– No comprobé mis mensajes. Lo siento. Yo…

– Los archivos que encontré estaban en el sistema de Evan desde esta mañana -dijo Jargo-. Así que te creo. Tienes suerte.

– Dijiste que pondrías a Evan y a su madre a salvo -dijo Carrie.

– Estás perdiendo la perspectiva -dijo Dezz-, dormir con él no fue una buena idea.

– No seas mamón. -Se giró hacia Jargo-. ¿Dónde está?

– Lo han secuestrado.

– ¿Matasteis a su madre? -Su voz era débil.

– No, ya estaba muerta cuando llegamos. Evan entró, nosotros lo redujimos y buscamos su portátil. Encontramos los archivos y los borramos. Pero entonces nos atacaron y supongo que fue el asesino de Donna, que volvió a la escena por alguna razón.

Jargo observaba su cara para ver si se tragaba la mentira.

Ella cruzó los brazos.

– ¿Quién se lo habrá llevado?

– Cualquiera que supiera que su madre tenía los archivos. Debió de intentar llegar a un acuerdo sobre ellos con la gente equivocada.

– Evan no sabe nada -dijo ella.

– Creo que te ha tomado el pelo. Su madre le envió esos archivos esta mañana y él los vio, sabe que en realidad no eres su querida novia. -Jargo detuvo el impulso de pegarle, de arruinar esa cara perfecta de porcelana, de lanzarla directamente por esa ventana de cristal-. Se deshizo de ti y escapó, y tú le dejaste porque eres tonta del culo, Carrie.

Ella abrió la boca, como si fuese a hablar, y luego la cerró.

– Carrie, te doy una última oportunidad. ¿Me estás contando todo lo que sabes? -preguntó Jargo.

– Sí.

– ¿Lo llamaste esta mañana? -dijo, como si en realidad ya lo supiese.

– No -respondió ella-. ¿Vamos a ir tras él o no?

Jargo la observaba. Estaba decidiendo qué decir.

– Sí, porque la otra posibilidad es que sea la CIA quien haya atrapado a Evan. Ellos tienen más que perder. Tenían todas las razones para matar a su madre -dejó que las palabras se asentasen en la mente de ella-, igual que mataron a tus padres, Carrie.

El rostro indiferente de Carrie no se alteró.

– Tenemos que recuperar a Evan.

– Eso es mucho pedir -añadió Dezz-, si la CIA lo tiene nunca lo encontraremos.

– Lo más preocupante es que la agencia matase a Donna -dijo Jargo-, y que la agenda del caballero que atrapó a Evan fuera completamente distinta. Me parece que estamos luchando contra dos frentes.

Carrie abrió la boca y luego la cerró sin decir nada.

– Estás preocupada por él -apuntó Dezz.

– Tan preocupada como lo estás tú por un perro que se ha perdido -dijo Carrie-, el perro de un vecino, no el tuyo.

– Bueno, veamos si Galadriel puede conseguir alguna pista del calvo o de Evan y saber por dónde navegan.

– Si la CIA tiene los archivos debemos huir -dijo ella.

Dezz la agarró por el cuello, y lo apretó con los dedos, moldeando la carne alrededor de la carótida y de la yugular como si fuera plastilina.

– Si hubieses hecho tu trabajo y lo hubieses mantenido en Houston esto no habría ocurrido.

– Suéltala, Dezz -ordenó Jargo.

Dezz la soltó y se lamió los labios.

– No te preocupes Carrie, todo está perdonado.

El teléfono móvil de Jargo sonó. Se fue a otra habitación para hablar y cerró la puerta tras él.

Carrie se acurrucó en el sofá.

Dezz se inclinó sobre ella y le dio un masaje en el cuello para devolverle la sensibilidad.

– Te estoy vigilando, cielo. La has jodido.

Ella le apartó la mano de un manotazo.

– No es necesario.

– Te ha calado hondo, ¿verdad? -dijo Dezz-. No lo entiendo, no es más guapo que yo, tengo un trabajo remunerado, comparto mis caramelos. De acuerdo, nunca me han nominado a los Óscar, pero joder, lo tuyo era un simple papelito.

– Él era un trabajo, nada más.

Carrie se puso de pie, fue hasta la barra de la cocina y se sirvió un vaso de agua.

– Te gustaba jugar a las casitas -continuó Dezz-, pero el juego se acabó. Si ha visto esos archivos es hombre muerto, y ambos lo sabemos.

– No, si se lo hacemos entender. Si puedo hablar con él.