– Dios santo -dijo Nebe.
– De mi estudio del informe del caso de las dos víctimas anteriores, parece muy probable que también se aplicara el mismo modus operandi. La sugerencia hecha por mi predecesor de que las dos estaban tendidas en el suelo cuando les cortaron la garganta es un patente sinsentido y no tiene en cuenta las escoriaciones de los tobillos ni la cantidad de sangre que quedaba en los pies. Es más, cae de lleno en la negligencia.
– Queda constancia de ello -dijo Arthur Nebe, escribiendo-. Su predecesor es, también en mi opinión, un incompetente.
– La vagina no estaba dañada y no había sido penetrada -continuó Illmann-. Por el contrario, el ano estaba muy distendido, permitiendo introducir dos dedos. Las pruebas en busca de espermatozoides fueron positivas.
Alguien soltó un quejido.
– El estómago estaba distendido y vacío. Parece que Brigitte comió apfelkraut y pan con mantequilla para almorzar, antes de ir a la estación. Todos los alimentos se habían digerido en el momento de la muerte. Pero la manzana, al absorber agua como lo hace, es difícil de digerir. Así pues, situaría la muerte entre las seis y las ocho horas después del almuerzo y, por ello, un par de horas después de haberse denunciado su desaparición. La conclusión obvia es que la raptaron y más tarde la asesinaron.
Miré a Korsch.
– La última, por favor, Herr Korsch.
– Lotte Winter -dijo-. Edad, dieciséis años, de padres alemanes. Desaparecida el 18 de julio de 1938. Encontrado el cuerpo el 25 de agosto. Vivía en la Pra gerstrasse y asistía a la escuela secundaria del barrio, donde estudiaba para los exámenes de grado medio. Salió de casa para su lección de equitación en Tattersalls, en el Zoo, y nunca llegó allí.
Encontraron el cuerpo dentro de una vieja canoa en un cobertizo para botes cerca del lago Muggel.
– Nuestro hombre se mueve, ¿no? -dijo el conde Von der Schulenberg en voz baja.
– Igual que la Pes te Negra -dijo Lobbes.
Illmann asumió el control de nuevo.
– Estrangulada -dijo-. Con el resultado de fracturas en la laringe, hueso hioides, tráquea y lóbulos de la tiroides, lo que indica un mayor grado de violencia que en el caso de la Schulz. Es ta chica era más fuerte, con una complexión más atlética, para empezar. Debió de haber presentado una mayor resistencia. En este caso la causa de la muerte fue el estrangulamiento, aunque la arteria carótida de la derecha del cuello estaba seccionada. Como en el otro caso, los pies mostraban señales de haber sido atados y, también, el cuerpo se había desangrado casi por completo.
– Suena como un vampiro hijo de puta -exclamó uno de los detectives de Homicidios. Miró a Frau Vom Hofe-. Perdone -añadió.
Ella hizo un gesto con la cabeza.
– ¿Alguna agresión sexual? -pregunté.
– Debido a lo desagradable del olor, hubo que irrigarle la vagina -anunció Illmann despertando más quejidos-, así que no pudo encontrarse esperma. No obstante, la entrada vaginal mostraba huellas de arañazos y había huellas de magulladuras en la pelvis, indicando que había sido penetrada… y con violencia.
– ¿Antes de cortarle la garganta? -pregunté.
Illmann asintió. En la sala se hizo el silencio. Illmann puso manos a la obra para liar otro pitillo.
– Y ahora ha desaparecido otra chica -dije-. ¿No es así, inspector Deubel?
Deubel se removió, incómodo en la silla. Era un tipo grande, rubio, con ojos grises y atormentados que parecían haber visto demasiado trabajo policial de altas horas de la noche, de ese que te exige ponerte unos gruesos guantes de piel para protegerte las manos.
– Sí, señor -dijo-. Se llama Irma Hanke.
– Bien, dado que es usted el oficial encargado de la investigación, ¿le importaría decirnos algo sobre ella?
– Proviene de una buena familia alemana -dijo encogiéndose de hombros-. Diecisiete años, vive en la Schloss Stras se, en Steglitz. -Hizo una pausa para consultar sus notas-. Desaparecida el miércoles 24 de agosto, cuando había ido a hacer una colecta para el Programa de Ahorro del Reich, a beneficio de la BdM.
Hizo otra pausa.
– ¿Y qué estaba recogiendo? -preguntó el conde.
– Tubos de pasta de dientes viejos, señor. Creo que el metal…
– Gracias, inspector. Conozco el valor de reciclado de los tubos de pasta de dientes.
– Sí, señor. -Volvió a consultar las notas-. Hay informes de que la vieron en la Fe uerbachstrasse, la Thor waldsenstrasse y la Mun ster Damm. La Mun ster Damm va hacia el sur paralela a un cementerio, y el enterrador dice que vio pasar por allí a una chica de la BdM que respondía a la descripción de Irma a eso de las nueve menos cuarto. Nunca llegó a casa.
– ¿Alguna pista? -pregunté.
– Ninguna, señor -dijo con firmeza.
– Gracias, inspector. -Encendí un cigarrillo y luego le di fuego a Illmann-. Muy bien, veamos -dije dando una calada al cigarrillo-; lo que tenemos son cinco chicas, todas casi de la misma edad y todas respondiendo al estereotipo ario que tanto conocemos y amamos. En otras palabras, todas tenían el pelo rubio, natural o no. Y después de que nuestra tercera doncella del Rin fuera asesinada, Josef Kahn hace que lo detengan por intento de violación de una prostituta. En otras palabras, trata de marcharse sin pagar.
– Típico de los judíos -dijo Lobbes, lo cual provocó algunas risas.
– Dio la casualidad de que Kahn llevaba un cuchillo, y bastante afilado, y que incluso tenía un historial delictivo poco importante por pequeños robos y abusos deshonestos. Muy oportuno. Así que el oficial de la comisaría de la Grol manstrasse que lo arrestó, un tal inspector Willi Oehme, decide arriesgarse con una jugada difícil. Tiene una charla con el joven Josef, que es un poco estúpido, y, con la ayuda de sus dulces palabras y sus gruesos puños, Willy consigue convencer a Josef para que firme una confesión.
»Señores, me gustaría presentarles a Frau Kalau vom Hofe. He dicho Frau porque no se le permite utilizar el título de doctora, aunque lo es, porque es muy evidente que es una mujer y todos sabemos, ¿no es así?, que el lugar de una mujer está en el hogar, produciendo reclutas para el partido y preparando la cena de su marido. En realidad es psicoterapeuta y una reconocida experta en ese pequeño e insondable misterio al que nos referimos como la «mente criminal».
Mis ojos miraron y se deleitaron con la atractiva mujer sentada al otro extremo de la mesa. Vestía una falda de color magnolia y una blusa blanca y llevaba el pelo recogido en un apretado moño alto en la nuca de la escultural cabeza. Sonrió al oír mi presentación y sacando una carpeta del portafolios, la abrió.
– Cuando Josef Kahn era un niño -dijo-, contrajo encefalitis letárgica aguda, que se dio en forma de epidemia entre los niños de Europa occidental entre 1915 y 1926. Esto le produjo un cambio general de personalidad. Después de la fase aguda de la enfermedad, los niños se vuelven cada vez más inquietos, irritables, incluso agresivos, y parecen perder todo sentido moral. Mendigan, roban, mienten y a menudo son crueles. Hablan sin cesar y resultan incontrolables tanto en la escuela como en casa. Se suele observar una curiosidad sexual anormal y problemas sexuales. Los adolescentes que han padecido encefalitis a veces muestran ciertos rasgos de este síndrome, especialmente en la carencia de control sexual, y este es ciertamente el caso de Josef Kahn. Está también afectado de la enfermedad de Parkinson, lo cual acarreará una creciente debilidad física.