– Solo en el momento oportuno, mi querido Otto -dijo Weisthor-. Solo en el momento oportuno. Piensa cuánto más espectacular será cuando lo revele en Wewelsburg. La complicidad judía tendrá la fuerza de una revelación espiritual y habremos acabado con esa tontería suya de respetar la propiedad y el imperio de la ley. Los judíos recibirán lo que se merecen y no habrá ni un solo policía que lo impida.
Hizo un gesto de asentimiento hacia la jeringuilla y observó, impasible, cómo Kindermann le introducía la aguja, suspirando con satisfacción cuando el émbolo acabó de bajar.
– Y ahora, caballeros, si son tan amables de ayudar a un anciano a llegar a su cama…
Observé cómo cada uno lo cogía de un brazo y lo ayudaba a subir las chirriantes escaleras.
Se me ocurrió que si Kindermann o Rahn tenían intención de marcharse entonces, quizá querrían ponerse el abrigo, así que me deslicé fuera del guardarropa, entré en la sala en forma de ele donde habían escenificado la falsa sesión y me escondí detrás de las gruesas cortinas por si acaso uno de ellos entraba allí. Pero cuando bajaron, se limitaron a quedarse charlando de pie en el vestíbulo. Me perdí la mitad de lo que dijeron, pero la esencia parecía ser que Reinhart Lange estaba dejando de serles útil. Kindermann hizo un débil intento de disculpar a su amante, pero sin poner mucho entusiasmo.
Era difícil superar el olor del cuarto de baño, pero lo que sucedió a continuación fue incluso más repugnante. No veía exactamente qué pasaba y no se les oía decir nada, pero el sonido de dos hombres ocupados en un acto homosexual es inconfundible y me dieron unas irresistibles náuseas. Cuando finalmente hubieron llevado su asquerosa conducta a su estrepitosa conclusión y se marcharon, cloqueando como un par de escolares degenerados, me sentía lo bastante débil para tener que abrir una ventana a fin de que entrara algo de aire fresco.
En el estudio de la puerta de al lado me serví un gran vaso del coñac de Weisthor, que me hizo un efecto mucho mejor que llenarme los pulmones del aire de Berlín, y con las cortinas corridas me sentí tranquilo para encender la lámpara de mesa y echar una ojeada por la habitación antes de registrar los armarios y los cajones.
Valía la pena mirar, además. El gusto de Weisthor en cuanto a decoración no era menos excéntrico que el del loco rey Luis. Había calendarios de aspecto extraño, escudos heráldicos, cuadros de dólmenes, Merlín, la espada clavada en la roca, el Grial y los Caballeros Templarios y fotografías de castillos, Hitler, Himmler y finalmente del mismo Weisthor de uniforme, primero como oficial de algún regimiento de la infantería austríaca y luego como oficial de alto rango de las SS.
Karl Weisthor estaba en las SS. Casi lo dije en voz alta, de tan fantástico como parecía. Y no era solamente un NCO como Otto Rahn, sino que, a juzgar por el número de estrellas que llevaba en el cuello, era por lo menos general de brigada. Y algo más por añadidura. ¿Cómo no había notado antes el parecido físico entre Weisthor y Julius Streicher? Era verdad que Weisthor tenía quizás unos diez años más que Streicher, pero la descripción dada por la chica judía, Sarah Hirsch, podía aplicarse tan fácilmente al uno como al otro; los dos eran gruesos, con poco pelo y bigotillo, y ambos tenían un fuerte acento del sur. Austríaco o bávaro, eso era lo que ella había dicho; bien, Weisthor era de Viena. Me pregunté si Otto Rahn sería el hombre que iba al volante del coche.
Todo parecía encajar con lo que yo ya sabía, y lo que había oído de la conversación en el vestíbulo confirmaba mi primera suposición de que el motivo que había detrás de los asesinatos era culpar a los judíos de Berlín. Sin embargo, tenía la impresión de que había algo más. Estaba la participación de Himmler. ¿Tenía razón al pensar que su segundo motivo era convertir al Reichsführer SS en creyente en los poderes de Weisthor, asegurando así la base de poder de este y sus perspectivas de ascenso dentro de las SS, quizás incluso a expensas del mismo Heydrich?
Era un hermoso trabajo de elaboración teórica. Ahora lo único que necesitaba era probarlo, y las pruebas tendrían que ser irrebatibles para lograr que Himmler permitiera que su propio Rasputín personal fuera juzgado por asesinato múltiple.Y mucho más si eso iba a revelar que el jefe superior de policía del Reich era la crédula víctima de un complicado engaño.
Empecé a registrar el escritorio de Weisthor, pensando que incluso en el caso de que encontrara lo suficiente para enterrarlo a él y a su malvado plan, no tenía intención de hacer que el hombre posiblemente más poderoso de Alemania apareciera como amigo suyo. No era una perspectiva agradable en absoluto.
Resultó que Weisthor era un hombre meticuloso con su correspondencia y encontré archivos de cartas que incluían copias de las que él mismo enviaba junto a las que recibía. Sentado a su escritorio, empecé a leerlas al azar. Si lo que buscaba eran confesiones de culpabilidad mecanografiadas, me vi decepcionado. Weisthor y sus socios habían desarrollado ese talento para el eufemismo que el trabajo en los cuerpos de seguridad o inteligencia parece fomentar.
Las cartas confirmaban todo lo que yo sabía, pero estaban muy cuidadosamente redactadas e incluían varias palabras en clave, de forma que quedaban abiertas a más de una interpretación.
K. M.Wiligut Weisthor
Caspar-Theyss Strasse, 33
Berlín Oeste
SS Unterscharführer Otto Rahn
Tiergartenstrasse 8a
Berlín Oeste
8 de julio de 1938
ESTRICTAMENTE CONFIDENCIAL
Querido Otto:
Es tal como yo sospechaba. El Reichsführer me informa de que el judío Heydrich ha impuesto una prohibición a la divul gación en la prensa de todos los asuntos relativos al Proyecto Krist. Sin cobertura en los periódicos no habrá medio legítimo de que podamos saber quién se ve afectado como resultado de las actividades del Proyecto Krist. A fin de poder ofrecer ayuda espiritual a aquellos afectados y así lograr nuestro objetivo, debemos idear rápidamente otro medio de vernos habilitados legítimamente para llevar a cabo nuestra participación. ¿Tienes alguna sugerencia?
¡Heil Hitler!,
Weisthor
Otto Rahn
Tiergartenstrasse, 8a
Berlín, Oeste
SS Brigadeführer K. M.Weisthor
Berlín Grunewald
10 de julio de 1938
ESTRICTAMENTE CONFIDENCIAL
Querido Brigadeführer:
He meditado mucho sobre lo que dices en tu carta y, con la ayuda del SS Hauptsturmführer Kindermann y del SS Sturmbannführer Anders, creo que he dado con la solución.
Anders tiene cierta experiencia en asuntos policiales y está seguro de que, en una situación surgida del Proyecto Krist, no sería extraño que un ciudadano contratara su propio agente de investigación, siendo la eficacia policial lo que es.
Por lo tanto, proponemos que, contando con los servicios y la financiación de nuestro buen amigo Reinhart Lange, contratemos los servicios de una, pequeña agencia de investigación privada, y luego sencillamente la anunciemos en la prensa. Todos somos de la opinión de que las partes interesadas contactarán con el mismo detective privado, quien, después de un intervalo prudente para, en apariencia, agotar sus indagaciones putativas, sacará a colación nuestra entrada en el asunto, por los medios que se juzguen apropiados.
Por regla general, a ese tipo de hombres solo le motiva el dinero y, por ello, siempre que nuestro agente esté suficientemente remunerado, creerá únicamente lo que desee, es decir, que somos un grupo de excéntricos. En caso de que en algún momento diera pruebas de poder ser conflictivo, estoy seguro de que solo necesitaríamos recordarle el interés del Reichsführer en el asunto para asegurarnos su silencio.