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– Gina sabíamos desde hacía siglos que nos íbamos a casar. No hemos hecho muchos planes concretos, pero se daba por hecho.

– Tal vez por eso no debemos hacerlo. Hemos sido buenos amigos. Es mejor que nos mantengamos así.

Dan discutió un rato, pero ella sabía que no había vuelta atrás. Cuando Dan colgó, pareció más sorprendido que herido. Encontraría a otra persona, pensó ella, alguien que apreciara las cualidades que él tenía, y a quien no le preocupasen las que no tenía. Tal vez ella hubiera sido esa chica alguna vez. Pero ahora, ya no.

Recordó a Carson besándola. Había sido una experiencia maravillosa. Pero él se había apartado finalmente. ¿Por qué? ¿Porque pensaba que estaba prometida con Dan?

Sí, por eso, pensó. Y se sintió excitada.

¿Solo por eso?

Carson la había atraído desde el primer momento en el café de Bob. La había turbado, no solo por el accidente, sino por sí mismo.

Se dio cuenta de que Joey quería llamar su atención.

«¿Por qué estás sonriendo tanto?», le preguntó por señas el niño.

– Porque estoy contenta.

«¿Por qué?», le preguntó el niño por señas.

– Sería demasiado largo de contar. Vayamos a dar un paseo en coche.

«¿En el cacahuete?»

– Si quieres.

Carson había puesto un coche elegante y caro a si disposición, pero Joey prefería «el cacahuete».

Fueron a un lago cerca de la zona y pasaron el día remando en un bote.

Cuando volvieron a casa por la noche, Gina encontró un mensaje en el contestador, que le decía que Carson llegaría tarde. En general solía cumplir con su promesa de llegar temprano, pero a veces no podía evitar retrasarse.

Joey estaba cansado de la salida y se quedó dormido prácticamente a la hora del té, así que Gina supo que no habría problemas a la hora de irse a la cama.

Se equivocó.

Joey quería estar despierto cuando volviera su padre. Tuvieron una discusión, en la que Gina intentó convencerlo de que la hora de dormir había que respetarla. El niño podía ser tan cabezón como cualquier otro, y le llevó su tiempo convencerlo.

Al final lo acompañó a su habitación.

A la media hora Gina bajó sonriendo. Se sirvió una copa de vino y se dispuso a mirar televisión. Pero no había ningún programa que le gustase, y empezó a buscar entre los vídeos de Carson.

Había algunas cintas compradas en tiendas, otras con programas sobre negocios grabados de la televisión, y por fin encontró uno sin etiqueta, que le resultó curioso.

Se sobresaltó al ver que era de una boda. Y más tarde reconoció a Carson y a Brenda, quien luego iba a convertirse en Angelica Duvaine.

Carson estaba joven, lleno de alegría y esperanza, y miraba con adoración a su esposa.

El cámara los seguía, los novios sonriendo y riendo por un camino, y esquivando confetis. Luego se subían a una limusina. El brazo de Carson rodeó a Brenda y le dio un beso que amenazó con estropearle el velo. Eran felices.

Gina sintió una extraña pena. Quiso quitar el video y que esas dos personas desaparecieran. Sobre todo, no quería ver a Carson mirando a esa mujer con ojos de adoración.

Quería quitarlo, pero no podía. La película siguió con el banquete, las palabras del novio…

Estaba muy joven. No debía tener más de veinticinco años, seguro, contento, feliz, tan diferente del hombre que era actualmente.

Luego, se cortó la película, y cuando siguió apareció Brenda embarazada. Carson la acompañaba a sentarse en una silla del jardín. Le acomodaba los cojines del sillón, le tomaba la mano, la miraba tiernamente.

Entonces la película se desvaneció.

Después apareció Brenda con un bebé recién nacido en brazos.

Aun en esa situación se la veía bella. Hasta en el hospital estaba perfectamente maquillada, y parecía calcular cada movimiento. Gina lo apreciaba claramente. Se preguntó cuánto habría tardado Carson en notarlo.

Luego aparecía Carson con su pequeño en brazos…

Un ruido le hizo darse la vuelta. Joey estaba de pie allí, con los ojos fijos en la pantalla. Gina le dio la mano y lo hizo sentarse en el sofá, al lado de ella.

Le preguntó por señas si había visto esa película antes. El niño negó con la cabeza.

«¿Sabes quién es?», le preguntó por señas.

El niño contestó: «Papá y yo».

Joey no dejaba de mirar absorto la cara de embelesamiento de su padre mirando al bebé. Gina se emocionó. Evidentemente, el niño estaba conmovido. ¿Qué estaría pensando? Que jamás había visto esa expresión en su padre posteriormente.

La pantalla se puso oscura.

– Ya terminó, cariño. Es hora de irse a la cama.

Pero Joey quiso ver el vídeo otra vez.

Gina dudó, preguntándose si eso era bueno para él.

Pero Joey se lo pidió nuevamente y ella no se pudo negar.

– Una sola vez más. Y luego a la cama -le dijo al niño.

Joey rebobinó la cinta y esta volvió a la boda. A Gina le tocó volver a ver a Carson feliz, junto al amor de su vida.

Gina estaba segura de que Brenda era el amor de su vida, porque ningún hombre podía mirar de ese modo a más de una mujer.

Brenda había agotado la capacidad de amar de Carson, dejándolo vacío. Ahora comprendía por qué Carson se había apartado de ella después del beso, que había sido tan importante para ella. No había sido por Dan. Había sido porque era un hombre justo, y no quería que ella se enamorase cuando él no tenía nada que ofrecer.

Cerró los ojos, deseando olvidar el sentimiento de celos que la asaltaba viendo el vídeo. Pero era inútil. Carson estaba allí, detrás de sus párpados. Y Brenda también.

Carson era un hombre difícil, que enfrentaba la vida como un toro contra una valla, y que se hacía daño a menudo. Creía que todo era tan directo como los negocios. Pero debajo de esa dura fachada, era un hombre sensible a quien resultaba fácil hacerle daño. A pesar de todo, ella le había llegado al corazón.

Él la necesitaba, al menos de momento. Tal vez, por todo lo que significaba para Joey, Carson llegase a sentir algo de afecto por ella. Pero jamás podría sentir aquella pasión que había sentido por Brenda.

Y eso era lo que quería ella, más que nada en el mundo. Jamás había deseado tanto algo.

Al empezar las escenas de la boda, Gina oyó el ruido de la llave de Carson. Ella fue a su encuentro, aliviada.

– ¿Qué ocurre? -preguntó Carson, al verla preocupada.

– Estaba mirando algunos de tus vídeos, y encontré uno que al parecer es un vídeo casero. Hay escenas en que estás con Joey cuando era bebé, y el niño ha aparecido cuando los estaba probando. Por favor, sé cauteloso. Parece que le hace feliz verlo, y no he querido estropearle esa felicidad -ella lo vio fruncir el ceño, entonces agregó rápidamente-: Supongo que no debí mirar tus cintas íntimas…

– No importa. Debí de quitarla, pero se me olvidó que estaba allí.

Fueron juntos hasta la puerta. Carson respiró profundamente. Joey estaba mirando a su madre, que estaba sonriéndole a su hijo.

Joey alzó la vista y descubrió a Carson y a Gina. Se tocó detrás de la oreja, que ya estaba prácticamente curada, e hizo señas.

– ¿Qué ha dicho? -preguntó Carson.

– Ha preguntado si su madre regresará, cuando él vuelva a oír.

Gina intentó darle alguna respuesta, decirle que Brenda no se había marchado por su sordera. Pero Joey la miró con ojos tristes e inteligentes hasta que ella se dio por vencida. Después de eso, ya no preguntó más.

Joey miró la escena una y otra vez. Luego detuvo la imagen en el momento en que Brenda le daba un beso en la frente al niño que tenía en brazos, y se quedó mirándola.

Gina se dio la vuelta y se apresuró a ir a la cocina. Después de un momento, Carson la siguió.

– ¡Dios santo! -exclamó-. ¡Dios santo!

– ¡Pobre pequeño! -dijo Gina.

– Todo este tiempo he intentado decirme que Joey comprendía por qué he intentado mantener a su madre a distancia… Yo no sabía lo que sentía por ella en realidad… Tal vez no le haya dado la oportunidad de decírmelo.