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– Hago todo lo que puedo por él, pero creo que n llego a comprender realmente su dolor -dijo Gina con un suspiro-. Ella es su madre.

– Una madre terrible…

– Pero es su madre. Y él la quiere.

– Él quiere a una imagen que se ha hecho de ella en su mente. La realidad solo volvería a romperle el corazón.

– Esa foto de Brenda con el niño en brazos no es imaginación. Era real.

– Pero dejó de ser real en el mismo momento en que ella descubrió que tenía problemas con el oído. ¿Por qué no puede enfrentar ese hecho?

– Porque no tiene ni ocho años. ¿Cómo quieres que acepte que su madre no lo ama?

– Sobre todo porque encima su padre es un fracaso hecho persona -dijo Carson-. Supongo que ha tenido que aferrarse a algo al ver que yo le fallaba también. Debe de haber sido fácil hacerse una fantasía de su madre, porque ella no estaba aquí -la miró a los ojos-. Tú lo sabes muy bien.

– Sí. Pero no te tortures. Al menos lo estás intentando.

– Tal vez si hablase con él… Ahora puedo hacerlo. Puedo intentar explicarle que ella… que…

– ¿Puedes explicarle por qué su madre no le escribe nunca, ni siquiera un correo electrónico? No le costaría mucho, si quisiera hacerlo -le dijo Gina.

– Pensé que lo había hecho. Estoy seguro de que se mandan correos electrónicos -dijo Carson.

– Sí, yo también lo creía, hasta que leí algunos. No los escribe ella, Carson. Tienen aspecto de ser notas para la prensa. Estoy segura de que su secretaria es muy eficiente.

– ¡Maldita sea!-exclamó él.

– Por favor, ve a decirle algo ahora.

Afortunadamente, Joey ya no estaba mirando el vídeo de su madre. Había vuelto a mirar el que tenía con su padre. Cuando entró Carson, le señaló algo y le hizo señas de algo.

– ¿Soy ese yo? -le tradujo Gina, al ver que Carson no comprendía.

Carson se puso donde Joey podía verlo.

– Sí, ese eres tú -le dijo lentamente-. Eras un niño estupendo y… y… lo sigues siendo.

El niño sonrió radiante. Aquella felicidad de su hijo fue un shock para él. Había sido un mínimo piropo, pero para el niño era muy importante.

Joey señaló la pantalla y empezó a hacer señas muy deprisa.

– ¿Dónde… -Carson intentó descifrar-. ¿Dónde… está mamá? Mamá estaba filmando.

Joey volvió a hacer señas.

– No comprendo -le dijo Carson urgentemente a Gina.

– Pregunta si eran felices los tres.

– Sí. Éramos felices -dijo Carson, sombríamente.

Antes de que Joey pudiera formular otra pregunta, Gina le tocó el hombro y le preguntó si tenía hambre.

Por suerte, esto distrajo un poco a Joey, quien se levantó del sofá y se marchó a la cocina. Carson quitó el vídeo y lo guardó antes de seguir a Joey y ponerse a hablar con él, mientras Gina calentaba un poco de pizza.

Ella se quedó en un segundo plano deliberadamente. Luego, acostaron juntos a Joey.

El niño estaba contento ahora, sin darse cuenta de que aquella felicidad era como un puñal clavado en el corazón de su padre.

Cuando Gina y Carson se marcharon de la habitación, Carson dijo:

– Los Angeles está a ocho horas de viaje. Tal vez pueda dar con ella.

Se marchó a su oficina y marcó el número de teléfono de su ex mujer. Gina no hizo nada por escuchar pero no pudo evitar oír:

– Vaya a buscarla. Esperaré.

Esperó bastante. Gina le llevó un café. Él le sonrió brevemente.

– Es una estrella, y una estrella jamás atiende el teléfono inmediatamente -dijo él, secamente.

Al final, después de una espera acorde con su estatus, Gina lo oyó decir:

– Brenda… ¿qué estás…? Da igual eso. Necesito hablar contigo seriamente.

Gina no quiso escuchar más y se marchó.

Estuvo ocupada en la cocina, tratando de no pensar en lo que él le estaría diciendo.

Estaría intentando hacer ver a Brenda que su lugar estaba junto a su hijo. Tal vez hasta se estuvieran reconciliando.

Eso sería lo mejor para Joey… Pero no para ella…

Sin embargo, cuando Carson volvió su cara expresaba algo muy diferente: derrota total.

– Dice que va a empezar un nuevo programa de televisión, y que no tiene tiempo de visitarlo -dijo él amargamente-. También me recordó los esfuerzos que yo había hecho por mantenerla alejada de Joey, lo que me merezco, supongo. Le he sugerido llevar a Joey a verla, y casi le ha dado un ataque de histeria. Nadie sabe que tiene un hijo sordo, y no debe saberlo nadie. ¡Qué madre!

– ¿Le has contado lo de la operación?

– Lo he intentado. Pero Brenda escucha una palabra de diez. No me ha dado tiempo a contarle todo. Me ha interrumpido para preguntarme si el niño estaba curado. Intenté explicarle que todavía no estaba curado, y que si puede oír algo, tendrá que ser con ayuda de un aparato y mucho tiempo por delante, que tardará mucho en hablar. Cuando vio que no había ninguna solución mágica, perdió interés.

– De todos modos, aunque uno de sus padres esté perdido para él, Joey sigue teniendo al otro. Puedes ser el mejor padre del mundo, y cuanto más contento esté contigo, menos echará de menos a su madre. Y yo estoy aquí para ayudarte.

Carson cerró los ojos, como lo había hecho en su primer encuentro.

– Muéstrame el camino, Gina -dijo él suavemente-. Esto es lo más importante del mundo, y no puedo hacerlo sin ti.

Su ruego le tocó el corazón. Hubiera querido rodearlo con sus brazos y prometerle que todo iría bien. Pero sabía que intentaría que él la besara otra vez, y ella no se atrevía. No sabía muy bien cuál era su lugar con él.

Pero no pudo dejar de mirar aquella boca, y de imaginar su calor.

– ¿Gina? -le dijo él.

– ¿Sí?

– Siento haber venido tarde esta noche. Sé que te prometí que no lo haría.

– Está bien -dijo ella, intentando ocultar su decepción-. Pero el tiempo pasa y pronto Joey volverá a la escuela. Le has prometido unas vacaciones.

– ¿Podemos planear una vacaciones, estando él como está?

– No puede volar o nadar, pero si nos ceñimos a nuestro plan original, no habrá problemas.

– Nos iremos la próxima semana -dijo Carson.

– Es maravilloso. ¡A Joey le encantará!

– Tendré que dejar que seas tú quien lo planee… A ti y a Joey. Arregla lo que él quiera, aunque quiera ir a todos los acuarios del país.

– ¡Oh, no!-dijo ella seriamente-. Solo uno o dos llegan al nivel que él espera. Pero ya verás que se conoce todo lo que hay allí.

Capítulo 9

Acordaron salir de viaje el lunes a las nueve de la mañana. Gina estaba mirando su habitación para ver si se había olvidado algo.

– ¿Estás lista para marcharnos?

– Sí, todo en orden.

Cuando abrió la puerta de la habitación que comunicaba con la de Joey, se detuvo ante lo que vio.

Joey estaba mirando la foto de su madre. Estaba haciendo señas como queriendo explicarle algo a ella.

– ¿Qué significa eso? -preguntó Carson.

– Es la seña que significa amor -dijo Gina-. Está diciendo que la quiere.

– ¡Maldita sea! ¡Maldita sea!-exclamó Carso.

Gina intentó sonreír al entrar en la habitación del pequeño y hacer que este le prestara atención. El niño tomó su mano y casi la arrastró a la planta de abajo.

Carson le tocó el hombro y le habló:

– Por aquí.

El niño preguntó si no iban a ir en el «cacahuete». La idea de tres personas apretujadas en su pequeño coche hizo sonreír a Carson.

– No deberías llamarlo «cacahuete»-dijo Carson.

«Gina, tú dijiste que mi padre lo llamó "cacahuete con ruedas"», dijo el niño.

– ¿Sí? -dijo Gina-. Eres un diablillo…

Era estupendo ver a Carson compartir la broma con su hijo.