Efectivamente, el día lunes 12 de septiembre, a las 10 y 30 de la mañana, aproximadamente, acuatizó en el río Napo, frente al Puesto, un hidroavión de color verde con el nombre Dalila pintado en letras rojas en el fuselaje, piloteado por un individuo al que apodan Loco, y, como pasajeros, el capitán Pantoja, quien vestía de civil, y una señora llamada Chuchupe, a quien fue preciso descender cargada por hallarse en estado de desmayo. La razón de su desvanecimiento fue haber pasado mucho susto durante el vuelo río Itayario Napo, debido a los sacudimientos impartidos por el viento al avión y a que el piloto, según afirmación de la susodicha, con intención de aumentar su terror para divertirse, había efectuado constantes, arriesgadas e inútiles acrobacias, que sus nervios no pudieron soportar. Una vez que la mencionada señora se hubo repuesto pretendió, con abuso de palabras y gestos soeces, agredir de obra al piloto, siendo preciso que el capitán Pantoja interviniera para poner fin al incidente.
Apaciguados los ánimos, luego de un rápido refrigerio, el capitán Pantoja y su colaboradora procedieron a dejar todo expedito para la realización de la experiencia, la que debía celebrarse al día siguiente, martes 13 de septiembre. Los preparativos fueron de dos órdenes: de participantes y topográficos. En cuanto a los primeros, el capitán Pantoja, ayudado del suscrito, estableció una lista de usuarios, preguntando para ello, uno por uno a los veintidós clases y soldados del Puesto-los suboficiales fueron excluidos-si deseaban beneficiarse del Servicio de Visitadoras, para lo cual se les explicó la índole del mismo. La primera reacción de la tropa fue de incredulidad y desconfianza, creyendo que se trataba de una estratagema, como cuando se piden ¡voluntarios para ir a Iquitos!
Y a los que dan un paso adelante se los manda a limpiar letrinas. Fue preciso que la mencionada Chuchupe hiciera presente y hablara a los hombres en términos maliciosos para que, a las sospechas y dudas, sucediera, primero, una gran hilaridad, y luego una excitación de tal magnitud que fue necesario a los suboficiales y al suscrito actuar con la máxima energía para calmarlos. De los veintidós clases y soldados, veintiuno se inscribieron como candidatos usuarios, siendo la excepción el soldado raso Segundo Pachas, quien indicó que se exceptuaba porque la operación tendría lugar en día martes 13 y que, siendo él supersticioso, estaba seguro que le traería mala suerte participar en ella. Según indicación del enfermero de Horcones se eliminó igualmente de la lista de candidatos usuarios al cabo Urondino Chicote, por estar aquejado de una erupción de sarna, susceptible de propagarse, vía la visitadora respectiva, al resto de la unidad. Con lo cual quedó definitivamente establecida una lista de veinte usuarios, quienes, consultados, admitieron que se les descontara por planilla la tarifa fijada por el SVGPFA como retribución por el servicio que se les ofrecería.
En cuanto a los preparativos topográficos consistieron fundamentalmente en acondicionar cuatro emplazamientos destinados a las visitadoras del primer convoy del SVGPFA y se llevaron a cabo bajo la dirección exclusiva de la apodada Chuchupe. Esta indicó que, como podía darse caso de lluvia, los locales debían estar techados, y, de preferencia, no ser continuos para evitar interferencia auditiva o emulaciones, lo que por desgracia no se pudo conseguir totalmente. Pasada revista a las instalaciones techadas del Puesto, que, la superioridad lo sabe, son escasas, se eligieron el depósito de víveres, el puesto de radio y la enfermería como las más aparentes. Debido a su amplitud, el depósito de víveres pudo ser dividido en dos compartimentos, utilizando como barrera separatoria las cajas de comestibles. La indicada Chuchupe solicitó luego que en cada emplazamiento se colocara una cama con su respectivo colchón de paja o de jebe, o en su defecto una hamaca, con un hule impermeable destinado a evitar filtraciones y deterioro del material. Se procedió de inmediato a trasladar a dichos emplazamientos cuatro camas (elegidas por sorteo) de la cuadra de la tropa, con sus colchones, pero como no fue posible conseguir los hules demandados, se los reemplazó con las lonas que se utilizan para cubrir la maquinaria y el armamento cuando llueve. Asimismo, una vez forrados los colchones con las lonas, se procedió a instalar mosquiteros para que los insectos, tan abundantes en esta época, no obstaculizaran el acto de la prestación. Habiendo resultado imposible dotar a cada emplazamiento de la bacinica que la señora Chuchupe pedía, por no disponer el Puesto de ni uno solo de dichos artefactos, se les suministró cuatro baldes de pienso. No hubo dificultad en instalar sendos lavadores con sus recipientes de agua respectivos en cada emplazamiento, así como en proveer a cada uno de éstos de una silla, cajón o banco para colocar la ropa, y de dos rollos de papel higiénico, rogando el suscrito a la superioridad se sirva ordenar a Intendencia le reponga cuanto antes estos últimos elementos, por lo justas que son nuestras reservas en dicho artículo, no habiendo en esta zona tan aislada nada con qué sustituirlo, como papel periódico o de envolver y existiendo el antecedente de urticarias y graves irritaciones cutáneas en la tropa por emplear hojas de árboles. Asimismo, la denominada Chuchupe precisó que era indispensable colocar en los emplazamientos cortinas que, sin dejarlos en la total oscuridad, amortiguaran la luz del sol y dieran una cierta penumbra, la que, según su experiencia, es el ambiente más adecuado para la prestación. La imposibilidad de conseguir los visillos floreados que sugería la señora Chuchupe no fue impedimento; el sargento primero Esteban Sandora improvisó ingeniosamente una serie de cortinas con las frazadas y capotes de la tropa que cumplieron bastante bien su cometido, dejando a los emplazamientos en la media luz requerida. Además, por si caía la noche antes de que terminara la operación, la señora Chuchupe hizo que se recubrieran los mecheros de los emplazamientos con trapos de color rojo, porque, aseguró, la atmósfera colorada es la más conveniente para el acto. Finalmente, la denominada señora, insistiendo en que los locales debían tener cierto toque femenino, procedió ella misma a confeccionar unos ramitos con flores, hojas y tallos silvestres, que recogió ayudada por dos números, y que colocó artísticamente en los respaldares de las camas de cada emplazamiento. Con lo cual los preparativos estuvieron ultimados y sólo quedó esperar la llegada del convoy.
Al día siguiente, martes 13 de Septiembre, a las 14 horas 15 minutos de la tarde, acoderó en el embarcadero del Puesto de Horcones el primer convoy del SVGPFA. Apenas fue visible el barco transporte-recién pintado de verde y con su nombre Eva inscrito en gruesas letras rojas en la proa-, la tropa hizo un alto en sus tareas cotidianas, prorrumpió en exclamaciones de entusiasmo y arrojó las cristinas al aire en señal de bienvenida. Inmediatamente, siguiendo las instrucciones del capitán Pantoja, se instaló un sistema de guardia para impedir que se aproximara al Puesto algún elemento civil durante la experiencia piloto, peligro en realidad improbable teniendo en cuenta que la población más cercana a Horcones es una tribu de indios quechuas a dos días de navegación aguas arriba del Napo. Gracias a la decidida colaboración de los números, el desembarco transcurrió con toda normalidad. El barco transporte Eva venía comandado por Carlos Rodríguez Saravia (suboficial de la Marina camuflado de civil) y una dotación de cuatro hombres, quienes, por orden del capitán Pantoja permanecieron a bordo durante toda la estadía de Eva en Horcones. Presidían el convoy dos colaboradores civiles del capitán Pantoja: Porfirio Wong y un individuo de sobrenombre Chupito. En cuanto a las cuatro visitadoras, cuya aparición en la escalerilla de desembarco fue saludada con salvas de aplausos por la tropa, respondían a los siguientes apelativos (las cuatro rehusaron dar a conocer sus apellidos): LALITA, IRIS, PECHUGA y SANDRA. Las cuatro fueron inmediatamente concentradas por los llamados Chupito y Chuchupe en el depósito de víveres, para descansar y recibir instrucciones, y quedó vigilando la puerta el denominado Porfirio Wong. Teniendo en cuenta el desasosiego que la presencia de las visitadoras había provocado en los hombres del Puesto, resultó muy oportuno mantenerlas acuarteladas hasta la hora fijada para el comienzo de la operación (las cinco de la tarde), pero ello motivó un leve percance en el seno del SVGPFA. Porque, pasado un tiempo de recuperación de las fatigas del viaje, las nombradas visitadoras pretendieron abandonar el local, alegando que deseaban conocer las inmediaciones y pasear por el Puesto. Al no serles permitido por sus responsables, protestaron con gritos y lisuras y trataron incluso de forzar la salida. Para mantenerlas concentradas fue preciso que ingresara al depósito de víveres el propio capitán Pantoja. Como anécdota, se señala que el soldado raso Segundo Pachas solicitó poco después de la llegada del convoy que se le incluyera entre los usuarios, indicando que estaba dispuesto a desafiar la mala suerte, lo que le fue denegado por estar la lista definitivamente confeccionada.
A las 17 horas menos 5 minutos, el capitán Pantoja ordenó que las visitadoras ocuparan sus respectivos emplazamientos, los mismos que habían sido sorteados así: depósito de víveres, LALITA y PECHUGA; puesto de radio, SANDRA; enfermería, IRIS. Como controladores se situaron el propio capitán Pantoja a la puerta del depósito de víveres, el suscrito ante el puesto de radio y el suboficial Marcos Maravilla Ramos ante la enfermería, cada cual con su respectivo cronómetro. A las 17 horas exactas, es decir apenas terminadas las tareas y servicios de la tropa (con excepción de la guardia), se hizo formar a los veinte usuarios y se les pidió indicar a la visitadora de su elección, produciéndose entonces la primera dificultad seria, debido a que dieciocho de los veinte se pronunciaron resueltamente por la denominada PECHUGA y los dos restantes por IRIS, con lo que las otras dos quedaban sin candidatos usuarios. Consultado sobre la decisión a tomarse, el capitán Pantoja sugirió y el suscrito puso en práctica la solución siguiente: los cinco hombres de mejor comportamiento en el mes, según foja de servicios, fueron dirigidos hacia el emplazamiento de la solicitada PECHUGA y los cinco de mayor número de castigos y amonestaciones al de la llamada SANDRA, por ser la de físico más perjudicado entre las cuatro visitadoras (abundantes marcas de viruela). Los otros fueron divididos en dos grupos y dirigidos, mediante sorteo, a los emplazamientos respectivos de IRIS Y LALITA. Una vez formados los cuatro grupos de cinco hombres, se les explicó brevemente que no podrían excederse de una permanencia máxima de veinte minutos en el emplazamiento, tiempo tope de una prestación normal según el reglamento del SVGPFA, y se ordenó a quienes esperaban, guardar el mayor silencio y compostura para no perturbar al compañero en acción. La segunda dificultad seria surgió en ese momento, pues todos los hombres pugnaban por ponerse a la cabeza de su grupo respectivo a fin de ser los primeros en obtener la prestación de cada visitadora, llegando a registrarse empujones y altercados verbales. Una vez más hubo que imponer la calma y acudir al sistema del sorteo para disponer el orden de colocación en las filas, todo lo cual significó una demora de unos quince minutos.