Ugarte, de Contamana, a la Jefatura del Cuerpo de Capellanes Castrenses (CCC) de la V Región
(Amazonía).
Contamana, 23 de Noviembre de 1956
Comandante (CCC)
Godofredo Beltrán Calila
Iquitos, Loreto.
Mi comandante y caro amigo:
Cumplo con el deber de informarle que, por dos veces consecutivas en el espacio del presente mes, mi unidad ha recibido la visita de grupos de prostitutas, oriundas de Iquitos y venidas hasta aquí por barco, que fueron alojadas en el cuartel y quienes pudieron ejercer comercio carnal con la tropa a ojos vistas y con la total anuencia de la oficialidad. Entiendo que las dos veces capitaneaba el equipo de mujerzuelas un individuo contrahecho y enano, a quien, se dice, conocen con el alias de Chupo o Pupo en los medios prostibularios de Iquitos. No puedo darle mayores detalles sobre este acontecimiento, que conozco sólo de oídas, ya que en ambas ocasiones fui previamente alejado de aquí por el mayor Zegarra Avalos. La primera vez, y sin considerar que me hallo aún convaleciendo de la hepatitis que tantos estragos hizo a mi organismo, como usted sabe de sobra, el mayor me envió a dar la extremaunción a un proveedor de la unidad, un pescador supuestamente moribundo, que vive a ocho horas de marcha por una trocha de lodazales pestilentes, y a quien encontré borracho y con apenas una insignificante herida en el brazo causada por la mordedura de un mono shimbillo. La segunda vez el mayor me envió a bendecir una tienda de campaña, refugio de exploradores, a catorce horas aguas arriba del Huallaga, misión absolutamente disparatada, como usted se hará cargo, pues jamás en toda su historia ha acostumbrado el Ejército bendecir semejantes instalaciones de tan precaria existencia. Ambas consignas, es evidente, fueron pretextos para evitar el ser testigo de la conversión en lenocinio de la Unidad número 7 de Caballería, aunque, le aseguro, por doloroso que hubiera sido para mí ese espectáculo no me habría causado las fatigas físicas y la frustración psicológica que significaron ese par de expediciones inútiles.
Una vez mas me permito rogarle, mi querido y respetado comandante, se sirva apoyar con el peso de la influencia que le ha ganado merecidamente su alto prestigio, mi solicitud de traslado a una unidad más llevadera y donde pueda ejercer con más beneficio espiritual mi misión de hombre de Dios y pastor de almas. Le repito, a riesgo de cansarlo, que no hay fortaleza moral ni sistema nervioso que aguante las infinitas burlas y el escarnio constante de que soy objeto aquí, tanto por parte de los oficiales como de la tropa.
Todos parecen convencidos de que el capellán es el entretenimiento y hazmerreír de la unidad, y no pasa día sin que me hagan víctima de alguna vileza, a veces tan impía como encontrar un ratón en lugar de hostias en el copón de la Eucaristía en plena celebración de la Misa, o ir despertando la hilaridad general porque me ha sido pegoteado sin que yo lo notara un dibujo obsceno a las espaldas, o invitarme a beber cerveza que luego resulta ser orines, y otras cosas todavía más humillantes, ofensivas y hasta riesgosas para mi salud. Mi sospecha de que el propio mayor Zegarra Avalos instiga y atiza estas perfidias contra mí, ha pasado ya a ser certidumbre.
Pongo en su conocimiento estos hechos, rogándole se sirva indicarme si debería elevar una denuncia a la Comandancia General de la V Región sobre la venida de las rameras, o si convendría que usted mismo tomara en sus manos el asunto, o si en aras de intereses conviene guardar piadoso silencio sobre el particular.
En espera de su esclarecido consejo y haciendo votos por su buena salud y mejor ánimo, lo saluda muy afectuosamente su subordinado y amigo,
capitán (ccc) AVENCIO P. ROJAS,
capellán de la Unidad de Caballería número 7 Alfonso
Ugarte, de Contamana. V Región Militar (Amazonía)
Misiva del comandante (CCC) Godofredo Beltrán
Calila, jefe del Cuerpo de Capellanes Castrenses de la V Región (Amazonía) al capitán (CCC)
Avencio P. Rojas, capellán de la Unidad de Caballería número 7 Alfonso Ugarte, de Contamana
Iquitos, 2 de Diciembre de 1956
Capitán (CCC)
Avencio P. Rojas
Contamana, Loreto.
Capitán:
Una vez más debo lamentar que viva en la luna de Paita. Las delegaciones femeninas que visitaron la Unidad de Caballería número 7 Alfonso Ugarte, pertenecen al Servicio de Visitadoras para Guarniciones. Puestos de Frontera y Afines (SVGPFA), organismo creado y administrado por el Ejército y sobre el cual usted y todos los capellanes a mi mando fueron informados por mí hace varios meses mediante la Circular (ccc) número 04606. La existencia del SVGPFA no alegra en absoluto al Cuerpo de Capellanes Castrenses, y todavía menos a mí mismo, pero no necesito recordarle que en nuestra institución donde manda capitán no manda marinero y por lo tanto no queda sino cerrar los ojos y rogar a Dios que ilumine a nuestros superiores para que rectifiquen lo que, a la luz de la religión católica y de la ética castrense, sólo puede ser considerado una grave equivocación.
En cuanto a las quejas que ocupan el resto de su carta, debo reconvenirlo severamente. El mayor
Zegarra Avalos es cu superior y le corresponde a él y no a usted, juzgar sobre la utilidad o inutilidad de las misiones que se le confían. La obligación suya es cumplirlas con la mayor celeridad y eficacia posible. Respecto a las burlas de que es objeto, y que por supuesto deploro, responsabilizo de ellas tanto y quizá más a su falta de carácter que a los malos instintos de los otros. ¿Debo recordarle que a usted compete, antes que a nadie, hacerse tratar con la alta deferencia que exige su doble condición de sacerdote y de soldado? Sólo una vez en mi vida de capellán, hace de esto 15 años, me faltaron el respeto y le aseguro que el atrevido debe estar todavía sobándose la cara. Llevar sotana no es llevar faldas, capitán Rojas, y en el Ejército no toleramos a los capellanes con propensión mujeril. Lamento que por su mal entendida noción de la mansedumbre evangélica, o por simple pusilanimidad, contribuya usted a mantener la abyecta especie de que los religiosos no somos varones enteros y de pelo en pecho, capaces de imitar al Cristo que arremetió a latigazos contra los mercaderes que vejaban el Templo.
¡Más dignidad y más coraje, capitán Rojas!
Su amigo,
comandante (ccc) GODOFREDO BELTRÁN CALILLA,
jefe del ccc de la V Región Militar
– Despierta, Panta-dice Pochita-. Pantita, ya son las seis.
– ¿Se ha movido el cadetito?-se frota los ojos Panta-. Deja tocal baliguita.
– No hables como idiota, que te ha dado por imitar a los chinos-hace un gesto de fastidio Pochita-. No, no se ha movido. Toca, ¿sientes algo?
– Estos locos de los 'hermanos' resultaron cosa seria-agita El Oriente Bacacorzo-. ¿Vio lo que hicieron en Moronacocha? Para meterles bala, carajo.
Menos mal que la policía les está dando una batida en regla.
– Despierte, cadete Pantojita-pega la oreja al ombligo de Pochita Panta-. ¿No ha oído la diana? Qué espela, despiete, despiete.
– No me gusta que hables así, ¿no ves que estoy tan nerviosa con lo del niñito de Moronacocha?-reniega
Pochita-. No me aprietes la barriga tan fuerte, vas a hacerle daño al bebe.
– Pero, amor, estoy bromeando-se estira los ojos con dos dedos Panta-. Se me pega la manera de hablar de uno de mis ayudantes. ¿Te vas a enojar por ese adefesio? Anda, dame un besito.
– Tengo miedo de que el cadete se haya muerto-se soba la barriga Pochita-. No se movió anoche, no se mueve esta mañana. Le pasa algo, Panta.
– Nunca he visto un embarazo tan normal, señora Pantoja-la tranquiliza el doctor Arizmendi-. Todo va muy bien, no se preocupe. Lo único, cuidar los nervios.
Y para eso, ya sabe, ni acordarse ni hablar de la tragedia de Moronacocha.
– Bueno, a levantase y hacel los ejecicios, señol Pantoja-salta de la cama Panta-. Aliba, aliba.
– Te odio, muérete, por qué no me das gusto-le tira una almohada Pochita-. No hables como chino, Panta.
– Es que estoy contento, chola, las cosas van marchando-abre y cierra los brazos, se levanta y se agacha Panta-. Nunca creí sacar adelante la misión que me dio el Ejército. Y en sólo seis meses he progresado tanto que yo mismo me asombro.
– Al principio te fastidiaba ser espía, tenías pesadillas y llorabas y gritabas de dormido-le saca la lengua Pochita-. Pero ahora estoy notando que el Servicio de Inteligencia te encanta.
– Claro que estoy enterado de ese horror-asiente el capitán Pantoja-. Imagínese que mi pobre madre alcanzó a ver el espectáculo, Bacacorzo. Se desmayó de la impresión, por supuesto, y ha pasado tres días en la clínica, bajo tratamiento médico, con los nervios hechos trizas.
– ¿No tenías que salir a las seis y media, hijito?-asoma la cabeza la señora Leonor-. Ya está tu desayuno servido.
– Me ducho en un dos pol tles, mamacita-hace flexiones, boxea con su sombra, salta la cuerda Panta-.
Buenos días, señola Leonol.
– Qué le pasa a tu marido que anda así-se sorprende la señora Leonor-. Tú y yo con el alma en un hilo por lo que ha pasado en esta ciudad y él más alegre que un canario.
– El sequeto es la Blasileña -murmura el Chino Porfirio-. Te lo julo, Chuchupe. La conoció anoche, donde Aladino Pandulo y quedó bizco. No podía disimulal, se le tocían los ojos de la admilación. Esta vez cayó, Chuchupe.
– ¿Sigue tan bonita o ya se desmejoró algo?-dice Chuchupe-. No la veo desde antes que se fuera a Manaos. Entonces no se llamaba Brasileña, Olguita nomás.
– Tumba al suelo de buena moza, y además de ojos; tetitas y pienas, que toda la vida fuelon de escapalate, ha echado un magnífico culo-silba, manosea el aire el Chino Porfirio-. Se entiende que dos tipos se matalán pol ella.
– ¿Dos?-niega con la cabeza Chuchupe-. Sólo el gringuito misionero, que yo sepa.
– ¿Y el estudiante, mamy?-se hurga la nariz Chupito-. El hijo del Prefecto, el ahogado de Moronacocha.
También se suicidó por ella.