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Lewis pareció estar de acuerdo con aquella observación. Siguió hablando de informes y exploraciones. Iba a contratar a varios profesionales para realizar los estudios topográficos e hidrológicos, además de los análisis financieros.

– Tendré que organizar alguna cena cuando lleguen -dijo Lewis-. ¿Se atreve a prepararla usted misma o prefiere que encargue la comida a algún restaurante?

– No se preocupe, yo me puedo encargar -respondió Martha rápidamente-. Me gusta cocinar. Además, así podré conocer a otras personas.

Lewis pensó que, a pesar de llevar en la isla sólo un día, Martha ya extrañaba la vida social. Eso lo irritó.

– Está bien -dijo él, tratando de disimular su malestar.

Se quedaron callados. Martha estaba abstraída escuchando el ir y venir de las olas y el murmullo de la brisa. Mientras, Lewis seguía concentrado en sus propios pensamientos. El silencio era cada vez más tenso y ambos se encontraban incómodos.

– Siga hablándome del proyecto -dijo Martha.

Lewis siguió explicando las ventajas e inconvenientes de ocuparse del diseño y de la construcción de dos proyectos tan importantes.

Martha no prestó demasiada atención a lo que él decía. Le gustaba observarlo cuando hablaba y ver cómo se entusiasmaba con lo que decía. Para tratar de mostrarse interesada, de vez en cuando le hacía alguna pregunta.

– ¿Qué es un EIM?

– Son las siglas de Estudio de Impacto Medioambiental -contestó Lewis. El modo en que Martha lo miraba lo había desconcertado. Pero ahora que estaba explicando su proyecto, se sentía más tranquilo-. El Banco Mundial nos obliga a realizar estudios sobre el impacto que cualquier construcción pueda tener sobre el habitat local antes de financiarla. Así que un botánico se encargará de realizar los del aeropuerto y un biólogo marino, los del puerto. Vamos a tener que hacer una gran excavación para los barcos, y eso puede afectar a los peces de gran tamaño como los tiburones y… -se detuvo al ver la cara de sorpresa de Martha-. ¿Qué?

– ¿Va a contratar a un biólogo marino? -preguntó Martha. Se sintió culpable de no haberse acordado de Rory desde su llegada. El único motivo para ir hasta allí era encontrarlo. Ahora lo había recordado.

– ¿Qué sucede? -preguntó él. Sospechaba que Martha estaba pensando en el padre de Noah.

– Rory es biólogo marino y está especializado en este lugar.

Lewis frunció el ceño. Había sido un día muy largo y había conseguido relajarse después de disfrutar de la cena que Martha había preparado. Tras romper con Helen, se había acostumbrado a pasar las noches en solitario. Se sentía a gusto sentado allí en el porche y teniendo a alguien con quien hablar al final del día. Había llegado a olvidar el motivo por el que Martha estaba en San Buenaventura, pero era evidente que ella no.

– Estos proyectos son muy importantes -dijo él, y trató de que su enojo no se hiciera evidente-. No puedo ir por ahí buscando a algún Tom, Dick o Harry para que trabajen para mí, sólo porque sean novios de la niñera.

Martha se sonrojó.

– No le estaba pidiendo que contratara a Rory -dijo ella avergonzada-. Pensé que quizá diera con algún biólogo que lo conociera y así poder averiguar su paradero.

– Es posible que alguien lo conozca.-admitió Lewis secamente. De hecho, estaba seguro de que así sería, ya que no eran tantos los biólogos marinos que podían emitir un EIM en aquel lugar.

– Cuando contrate a ese biólogo, ¿le preguntará si conoce a Rory? -dijo Martha con tono amable. No lograba entender por qué Lewis estaba molesto.

– Si me acuerdo lo haré. Tengo cosas más interesantes que hacer que pensar que en buscar a su novio -repuso secamente Lewis-. De todas formas, antes de hacer el informe marino hay que ocuparse de otras cosas. Pasará algún tiempo hasta que necesitemos un biólogo.

– En ese caso, será mejor que yo misma me ocupe de buscar a Rory. No puede ser tan difícil dar con él en una isla tan pequeña.

– Imagino que no -contestó fríamente. Cada vez estaba más enfadado-. No es asunto mío lo que haga en su tiempo libre, pero le recuerdo que está aquí para cuidar de mi sobrina. No le permito que la deje aquí con Eloise mientras usted persigue a su biólogo.

Martha apretó los labios y se puso de pie. ¿Cómo se atrevía a insinuar que iba a olvidarse de Viola?

– No se preocupe, lo recordaré -dijo entre dientes. Se dio media vuelta y entró en la casa, tratando de tranquilizarse. No quería perder el control y decir algo de lo que luego tuviera que arrepentirse.

¿Por qué había tenido que mencionar a Rory?, pensó Martha. Hasta ese momento, la velada había sido muy agradable. Había disfrutado del olor de las flores, del murmullo del mar y de la suave brisa. Incluso se había sorprendido al comprobar que Lewis era un hombre muy interesante.

Ya en la cama, Martha retiró la sábana bruscamente. Hacía mucho calor y no tenía sueño. Además, estaba enfadada. Lewis había sido muy desconsiderado con ella, pensó. En el fondo, seguía siendo tan frío y grosero como la primera vez que lo vio en Londres. Se había sentido ofendida. Ella había sido franca y le había dicho por qué quería ir a San Buenaventura. ¡Ni que le hubiera pedido que recorriera la isla en busca de Rory! No necesitaba su ayuda y estaba dispuesta a demostrárselo. Ella sería la niñera perfecta y se ocuparía de buscar a Rory.

Por fin consiguió descansar, y a la mañana siguiente se sentía relajada. Antes de las siete ya estaba en la cocina con los niños, preparándoles el desayuno. Llevaba la vieja camisa que usaba para dormir y estaba descalza. El café se estaba haciendo cuando entró Lewis.

– Buenos días -dijo ella. Trató de mostrarse cordial y evitó mirarlo a los ojos.

Lewis estaba apesadumbrado.

– ¿Quiere algo para desayunar? -preguntó Martha, en un intento de demostrar su eficiencia.

– Tomaré un café, gracias -respondió. Parecía desconcertado.

– Está recién hecho -dijo señalando la cafetera.

Lewis se sirvió una taza. Observó que Martha le daba un vaso de plástico a cada bebé para entretenerlos. Llevaba puesta esa camisa otra vez, la que dejaba ver sus piernas desnudas. Cada vez que la veía no podía dejar de pensar que Martha estaba desnuda bajo aquella suave tela. Trató de olvidar ese detalle y se concentró en el café.

– Siento lo de anoche -dijo Lewis de repente.

Martha se giró.

– ¿Anoche?

Después de que Martha se hubiera ido a su habitación, Lewis se había quedado pensando. No le había gustado el modo en que se había comportado. Trató de convencerse de que todo lo había hecho para asegurarse de que Viola estuviera bien atendida y de que Martha no se olvidara de ella tan pronto como encontrara a Rory. Pero tenía la desagradable sensación de que se había comportado como un hombre celoso.

– Fui muy desconsiderado. Sé que está aquí para encontrar al padre de Noah -dijo Lewis-. Le será difícil encontrarlo en su tiempo libre. Así que preguntaré por ahí y trataré de averiguar algo de Rory. ¿Le parece bien?

Martha se quedó mirándolo fijamente. ¿Por qué se estaba disculpando? La noche anterior había sido muy descortés y ahora volvía a mostrarse amable. Aquel carácter tan cambiante la desconcertaba. Sería más fácil si fuera más estable, así sabría a qué atenerse. Pensó rechazar su ofrecimiento, pero no pudo.

– De acuerdo -dijo Martha por fin.

– En cuanto sepa algo se lo diré. Aunque no será hasta dentro de un tiempo -le advirtió.

– No se preocupe. No tengo prisa. Después de todo, tengo seis meses por delante.

Lewis dejó la taza en el fregadero.

– Será mejor que me vaya -dijo, y antes de salir por la puerta, añadió-: Por cierto, bonita camisa.

Martha se quedó paralizada en mitad de la cocina con una divertida expresión en su cara y un biberón en la mano. Miró sus piernas desnudas y recordó la expresión de Lewis. Noah emitió un gritó para llamar la atención de su madre y que, de una vez, le diera el desayuno.