Como enamorarse de un hombre que había dejado bien claro desde el principio que no quería formar una familia, pensó Martha. Noah necesitaba una familia. Lewis no había vuelto a hablar de buscar a Rory, pero ella no quería preguntarle. Realmente ni siquiera había vuelto a pensar en él.
Tenía que encontrar a Rory. Los días pasaban y ella ni siquiera lo había intentado. Había estado tantos meses pensando en cómo ir a San Buenaventura para que Noah conociera a su padre… Sin embargo, ahora no le preocupaba. Aquello estaba mal, pensó Martha. Rory era el padre de Noah y la razón por la que había ido hasta allí. Tenía que encontrarlo.
Quizá Lewis le presentara a algunas personas durante la comida. Podía preguntarles si conocían a Rory. Ese era un buen motivo para acudir. Además, prefería la compañía de otras personas a comer con Lewis a solas.
Eligió uno de sus vestidos favoritos: era de colores claros y muy vaporoso. Habían quedado en encontrarse en un restaurante de la calle principal de Perpetua. Martha planeó llegar antes que Lewis, pero en el último momento las cosas se complicaron y se le hizo tarde. Además, con las prisas se olvidó el paraguas en la casa y la lluvia que caía terminó por empaparla.
Llegó al restaurante veinte minutos tarde. Se detuvo en la entrada y trató de secarse la cara y mesarse los cabellos. Estaba completamente mojada. El vestido estaba empapado y revelaba el contorno de su cuerpo. Desde donde estaba, buscó con la mirada a Lewis y lo encontró sentado en una mesa al otro lado del restaurante. Estaba con una atractiva mujer de la edad de Martha. Era rubia y muy elegante. Por un momento, se olvidó de su vestido mojado y estudió la situación.
Lewis parecía sentirse a gusto en su compañía. Estaba sentado hacia delante, escuchando y, en ocasiones se le veía asentir con la cabeza.
A Martha se le encogió el corazón. ¿Por qué estaba aquella mujer allí? Quizás, al ver que ella no llegaba, Lewis la había invitado a su mesa y ahora disfrutaban de un agradable almuerzo, pensó. Entonces, ¿qué pintaba ella allí? Decidió que no tenía motivo para quedarse.
Pero se quedó paralizada en el sitio. No podía dejar de observarlos. De pronto, Lewis la vio y le hizo un gesto con la mano para que se acercara. Estaba serio y Martha no supo qué hacer. Ya no podía escapar. Atravesó el restaurante dejando un reguero de agua a su paso. Llevaba el vestido completamente pegado al cuerpo y el pelo caía mojado sobre su frente.
Lewis se levantó cuando llegó a la mesa.
– ¿Dónde se ha metido? Estaba empezando a pensar que le había pasado algo.
– Su sobrina no paraba de llorar. Cuando por fin conseguí calmarla ya era tarde y, para colmo, con las prisas me olvidé el paraguas.
– Ya veo -dijo Lewis observándola de arriba abajo. Le ofreció una silla entre él y su acompañante-. Será mejor que se siente.
– Gracias -dijo Martha. De cerca, aquella mujer era todavía más atractiva.
Lewis hizo las presentaciones. La mujer se llamaba Candace Stephens.
– Candace es la directora de un complejo hotelero que se acaba de inaugurar en la isla.
– Confiamos en beneficiarnos del nuevo aeropuerto y que muchos turistas vengan a visitarnos -dijo con una amplia sonrisa.
Martha la observó. Era evidente que aquella mujer estaba interesada en algo más que en el aeropuerto de Lewis.
– Martha es la niñera de Viola -dijo Lewis.
Estupendo, pensó Martha. Lewis la hizo sentir insignificante. Así que sólo era la niñera de Viola, ¿no?
– También soy la cocinera -añadió desafiante.
– Tiene que ser un trabajo fantástico. Tan sólo depende de uno mismo. Además, cocinar parece muy relajado, seguro que mucho más que pasar el día en aburridas reuniones. Y no me refiero a nuestras reuniones, Lewis -dijo con una amplia sonrisa mientras ponía su mano sobre la de él.
Martha observó a Candace con desagrado. Había dejado claro que ellos celebraban importantes reuniones sobre el modo de fomentar el turismo en la isla, mientras ella tenía un trabajo insignificante.
– Cuidar a dos bebés no es precisamente relajado -dijo Martha secamente.
– ¿Dos bebés? -preguntó Candace asombrada-. Creí que sólo estabas con tu sobrina -dijo girándose hacia Lewis.
Era evidente que entre Candace y Lewis había cierta familiaridad y que habían estado hablando de asuntos personales. Martha tomó la carta del menú y la abrió bruscamente. No sabía qué la había irritado más: si el hecho de que él le hubiera hablado de Viola o de que hubiera eludido mencionar a Noah.
– Noah es el hijo de Martha -aclaró Lewis-. Tiene la misma edad que Viola, así que están todo el día juntos.
Lewis evitó observar a Martha, pero le resultó imposible. Estaba sentada a su lado y era difícil quitar la vista del vestido mojado que llevaba y que era tan revelador. Vio que una gota de agua recorría su cuello hasta llegar al escote. Deseaba alargar la mano y tocar su piel húmeda.
No le había gustado la manera en que algunos de los hombres que estaban en el restaurante se habían girado para mirarla al pasar. Se arrepintió de haberla invitado a comer. Era difícil pensar que la atractiva mujer que estaba a su lado era la niñera de Viola y, por tanto, su empleada.
Le había prometido presentarle a otras personas y estaba decidido a cumplir su promesa. Pensó que congeniaría con Candace, pero ahora se daba cuenta de que se había equivocado: aquellas mujeres no se soportaban a pesar del intento que hacían por mostrarse educadas.
– Así que tiene un bebé, ¿eh? -preguntó Candace.
– Sí -contestó Martha secamente sin ni tan siquiera levantar los ojos de la carta-. Soy madre soltera.
– ¡Qué valiente! -exclamó Candace.
Martha la miró.
– ¿Por qué dice eso? -dijo Martha desafiante.
– Tiene que ser difícil criar a un hijo sola -dijo Candace en tono de lástima, lo que exasperó a Martha-. Tengo amigas que han pasado de ser brillantes mujeres de negocios a estar todo el día hablando de pañales y biberones. Tenían fantásticas carreras y lo han dejado todo por ser madres. ¿Y todo para qué? ¿Para estar todo el día pendientes de sus hijos y no poder dormir? -se detuvo y suspiró-. Francamente, la idea de ser madre no me atrae en absoluto.
– Desde luego, no creo que fuera una buena madre -le dijo Martha tranquilamente-. Tiene mucho en común con Lewis. Él tampoco tiene ningún interés en ser padre, ¿verdad?
Lewis frunció el ceño. Candace lo miró con mayor interés. A partir de ese momento, ignoró a Martha y acaparó totalmente la atención de Lewis hablando tan sólo de negocios.
Martha no supo qué hacer. Se concentró en la comida y en observar las tácticas de Candace. Trató de adivinar los pensamientos de aquella mujer. Probablemente se habría sentido defraudada al enterarse de que no comerían solos y que estarían acompañados por la niñera de Viola. Pero seguramente, cuando Candace la vio llegar, sus temores se desvanecieron al comprobar que Martha no era una rival a tener en cuenta a la vista del aspecto que presentaba. Además, la falta de interés en tener hijos era otro punto en común con Lewis a su favor.
Candace estaría pensando que era el prototipo de mujer que Lewis necesitaba. Una mujer profesional totalmente dedicada a su carrera. Ese debía de ser el motivo por el que una y otra vez hacía referencia a su trabajo. ¡Pero si era tan sólo directora de un hotel!, pensó Martha. No hacía falta ser un genio para organizar los turnos de los recepcionistas y asegurarse de que las camareras cambiaban las toallas de las habitaciones. Por la importancia que se daba, cualquiera diría que acababa de descubrir un remedio contra el cáncer.
Era difícil adivinar qué pensaba Lewis de ella. Martha lo estudiaba con detenimiento. Había hecho algún intento por incluirla en la conversación, pero Candace no lo había permitido. Estaba dispuesta a desplegar todos sus encantos para diferenciarse de Martha y no dejarla hablar.