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Martha frunció el ceño. No quería nada que viniera de Candace. Agradecía cualquier ayuda que pudiera tener para encontrar a Rory, pero no quería que Candace metiera la nariz en sus asuntos. Era evidente que a aquella mujer le gustaba ser el centro de atención de todas las conversaciones y por algún motivo se veía amenazada por Martha.

– Es muy amable por su parte -respondió educadamente-. Pero no quiero que se moleste por mí. La semana próxima voy a ir a la recepción del Alto Comité. Yo misma podré preguntar si alguien lo conoce.

– ¡Ah! ¿La han invitado a la recepción? -preguntó Candace sorprendida. Por el tono de su voz, era evidente que no daba crédito a que Martha hubiera sido invitada.

El día de la recepción Noah y Viola se quedaron dormidos pronto, así que tuvo el tiempo necesario para ducharse con calma y arreglarse el pelo.

– Volveré pronto de la oficina -le dijo Lewis por la mañana-. Quizás podamos ir juntos.

Martha estaba contenta. En otro tiempo ni se hubiera molestado en acudir a una aburrida recepción diplomática, pero hacía tanto tiempo que no iba a ningún sitio ni tenía la oportunidad de arreglarse, que estaba muy excitada por la novedad.

Decidió ponerse uno de sus vestidos favoritos de la época de Glitz. Le había costado una fortuna, a pesar del descuento que le había hecho el diseñador.

En la percha no parecía gran cosa, pero una vez puesto era espectacular. La tela era suave y tenía una bonita caída que impedía que se arrugara. Martha se sentía muy favorecida con aquel vestido de color dorado, a modo de túnica y sin mangas. Iluminaba su piel y resaltaba su figura.

Era la primera vez que se lo ponía después del nacimiento de Noah y seguía quedándole sensacional. Se lo puso y se miró al espejo. Con aquel vestido, los zapatos y el maquillaje que llevaba puesto, parecía una persona completamente diferente. La antigua Martha había vuelto, aquella que nunca pensó que sería feliz de pasar el día en camiseta y pareos.

Últimamente no había cuidado su aspecto, pensó. Por eso Candace la veía como a una matrona. Esta noche le mostraría que una mujer además de ser madre podía seguir siendo atractiva.

Lewis estaba hablando con Eloise en el salón. Cuando Martha entró, él se giró y se quedó callado, mirándola anonadado. Llevaba una chaqueta de vestir blanca y pajarita negra y estaba tan atractivo que Martha se quedó sin aliento nada más verlo. También él parecía haberse impresionado al contemplarla. La sonrisa de su rostro se esfumó y durante unos minutos se quedó mirándola intensamente.

Martha se sentía feliz. Había conseguido sorprenderlo y llamar su atención, sacándolo de su estado de permanente enojo.

– Está muy… diferente -balbuceó Lewis.

¿Diferente? ¿Era eso todo lo que se le ocurría decir? Podía haber sido más directo y haberle dicho que no le gustaba. Martha se sintió herida y su autoestima comenzó a desvanecerse.

Entonces pensó que podía ser incluso peor. ¿Y si pensaba que se había puesto tan guapa sólo por él? Quizás pensaba que su intención era atraerlo para volver a besarlo. Aquella expresión en el rostro de Lewis podía ser reflejo del desagradable recuerdo que le producía aquel beso. Parecía temer que volviera a suceder.

Sólo de pensarlo, se sintió mortificada. Se le hizo un nudo en la garganta. Todavía le quedaba orgullo y decidió sacar fuerzas de flaqueza. Tenía que convencer a Lewis de que lo último que deseaba era volver a besarlo.

– Gracias -dijo Martha con una sonrisa-. Quería estar guapa. Como me dijo que todos los británicos estarán allí esta noche, es posible que me encuentre a Rory. Quiero que me vea lo mejor posible.

Se quedaron en silencio unos instantes.

– Claro -dijo Lewis-. Se me olvidaba que espera encontrárselo en esa fiesta.

– Para eso vine hasta aquí -dijo Martha sonriendo. Al menos si se lo repetía una y otra vez, ella misma se convencería de que su objetivo era Rory.

¿Cómo era posible que lo hubiera olvidado? ¿Por qué había sido tan estúpido de admitir que no lo recordaba? Lewis no dejó de hacerse esas preguntas una y otra vez. Martha nunca le había ocultado el verdadero motivo de haber aceptado ese trabajo allí.

No había sabido cómo reaccionar al verla salir de su dormitorio. Estaba acostumbrado a verla en camisetas o con pareos, o con aquella camisa con la que dormía. No le agradaba la ropa que Martha se había puesto aquella noche. Se la veía sofisticada y deseosa de pasárselo bien, además de atractiva.

Lewis prefería verla en la cocina, entre cacerolas, mientras probaba cada plato que preparaba. O sentada en el suelo jugando con los bebés. Le gustaba la niñera, no la editora de moda. Pero a Martha no le importaba lo que le gustaba a él.

– Será mejor que nos vayamos -dijo Lewis bruscamente-. No querrá que lleguemos tarde.

La recepción del Alto Comité se celebró en un gran edificio colonial rodeado de enormes jardines. Era uno de los eventos sociales más importantes del año en Perpetua. Había mucha gente y todo el mundo lucía sus mejores galas.

¿Y si Rory estaba también allí? Martha sintió pánico. ¿Qué le diría? Había hablado a Lewis tanto de él que no podría ignorar su presencia. Confiaba en que la idea de ponerse una chaqueta fuera motivo suficiente para que Rory no sintiera deseos de acudir a la recepción en caso de haber sido invitado.

– ¡Hola! -dijo Candace sonriente, y se aferró al brazo de Lewis. Era evidente que lo había estado buscando y se sentía encantada de tenerlo por fin a su lado-. Te estaba esperando.

– ¡Hola! -dijo Martha. Candace se quedó mirándola sorprendida.

– ¡Martha! -dijo Candace, y soltó el brazo de Lewis mientras la sonrisa de sus labios desaparecía-. Apenas la reconozco.

– Es que hoy es mi noche libre.

– En ese caso, tendremos que asegurarnos de que lo pase bien -dijo Candace tratando de contener sus celos-. Le presentaré a algunas personas.

Martha pensó que aquel ofrecimiento no era más que una estrategia para separarla de Lewis. Podía haberle dado las gracias y haberle dicho que no tenía por qué preocuparse. Lewis apenas le había dirigido la palabra en el coche. Estaba segura de que no aprobaba su aspecto. O quizás estaba asustado pensando que en cualquier momento se le podía insinuar. Fuera lo que fuera, no estaba dispuesta a soportar a aquellos dos durante toda la noche.

Martha levantó la barbilla.

– Se lo agradezco mucho, pero ya he estado en otras fiestas y creo que seré capaz de conocer a otras personas yo sola -dijo, y girándose hacia Lewis, añadió-: Lo veré más tarde.

Se despidió con la mano al estilo Glitz y se dio media vuelta. Se sentía segura con el vestido y los zapatos que se había puesto.

Después de tanto tiempo sin vida social, se asustó de encontrarse sola en medio de tantas personas desconocidas, pero la experiencia de las fiestas a las que había asistido pronto se hizo patente. Martha desplegó todos sus encantos y al cabo de un rato se sintió perfectamente integrada en la sociedad de Perpetua, como si llevara años allí.

Lo habría pasado mejor si no hubiera estado tan pendiente de Lewis. A pesar de que trataba de moverse por la fiesta, siempre lo veía. Trataba de ignorarlo pero inconscientemente sus sentidos parecían estar atentos a cada movimiento de Lewis.

Lewis no parecía estar disfrutando, pensó Martha. Era evidente que no se sentía a gusto en la fiesta. Daba la impresión de que estaba fuera de lugar. Sus sonrisas eran totalmente forzadas. Martha incluso sentía lástima por Candace, que no se había separado de su lado. Seguro que ella también se había dado cuenta de que Lewis se aburría. ¿Por qué había asistido a la fiesta?, se preguntó. Se podía haber quedado en casa. Ahora, estaría disfrutando del sonido del mar y de la tranquilidad del porche.