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Martha apretó los labios tratando de contenerse y se deshizo de los brazos de Lewis. Pretendió estar consultando una receta.

– Está bien -dijo Martha por fin.

– ¿No estarás celosa de Candace, verdad? -preguntó él con tono de sorna.

– No -mintió ella, pero sus ojos se encontraron con los de él y no le quedó más remedio que admitir lo evidente-. Bueno, quizás un poco. Es tan perfecta…

Lewis la hizo girar y la tomó con fuerza por la cintura. La miró fijamente.

– No tienes por qué estar celosa de ella -le dijo.

Martha observó la expresión de su rostro y lo que allí vio hizo que su corazón latiera desbocado. Ningún hombre miraría a una mujer de aquella manera si estuviera interesado en otra, y menos un hombre como Lewis. Estaba siendo inmadura.

– Sí, lo sé -dijo por fin. Pero no sentía ningún deseo de volver a ver a Candace.

Esa vez, la cena no fue el desastre que había sido la vez anterior. Martha controló todo a la perfección e incluso tuvo tiempo suficiente para arreglarse. Pero no pudo dejar de sentirse intimidada por la estricta perfección de Candace. Parecía que, hiciera lo que hiciera, siempre había algún descuido y ello se debía al hecho de ser madre.

Pero no le importaba. Si tenía que elegir entre ser la mujer perfecta o ser madre, tenía clara cuál sería su elección. Aun así, era un placer poder combinar ambas facetas.

Lewis y ella se comportaron como si nada ocurriera entre ellos. Pero Candace enseguida se percató que había algo entre ellos. Martha se dio cuenta de que no dejaba de observarlos con sus fríos ojos azules.

Candace no hizo ningún comentario, pero en cuanto se produjo el primer silencio en la conversación, aprovechó la ocasión y, dirigiéndose hacia Martha, le preguntó si había conseguido encontrar a Rory.

Martha miró a Lewis y observó con disgusto cómo la expresión de su rostro se endurecía al oír mencionar el nombre de Rory. Si la intención de Candace era recordar el propósito de su viaje, había acertado plenamente.

– No, todavía no -respondió Martha tras unos instantes de duda.

– Es una historia muy romántica -dijo Candace dirigiéndose al resto de invitados-. Martha perdió el contacto con el padre de su bebé y ha venido hasta aquí sólo para buscarlo, así que si alguno conocéis a algún biólogo marino, tenéis que avisarla.

Aquel comentario era una manera indirecta de decir que se acostaba con cualquiera, que se había quedado embarazada en un descuido y, por ello, había decidido atravesar continentes en busca de Rory, el padre de su hijo, con quien ni siquiera se había molestado en mantener el contacto.

Estaba claro que Candace estaba decidida a hacer todo lo posible por alejarla de la vida de Lewis, pensó Martha. Si hubiera estado segura de los sentimientos de Lewis, aquella situación habría sido divertida. Pero tenía la impresión de que sus desagradables comentarios lo estaban afectando.

Candace trató de sacar el tema de la maternidad y lo difícil que parecía ser para Martha, pero nadie mostró interés, así que acudió a otro de sus temas favoritos: los niños. Lo hizo de una forma muy astuta, elogiando en primer lugar a Martha por su paciencia.

A continuación recordó a los presentes, principalmente a Lewis, lo absorbentes que podían ser los bebés. Por último, preguntó a Lewis si esperaba tener noticias de su hermana en breve.

– Savannah debe de estar deseando tener a su hija de vuelta con ella -dijo Candace-. Debo decir que es admirable cómo te has ocupado del cuidado de Viola, trabajando a la vez en esos proyectos tan importantes.

– Es Martha quien se ha ocupado de cuidarla -dijo con tono cortante, que Candace pareció no advertir.

– Sí, cierto. Sé que es una niñera maravillosa -dijo poniendo a Martha en su sitio-. Pero no has tenido más remedio que hacerte cargo de tu sobrina. Recuerdo cuando me dijiste lo importante que era para ti tener una casa ordenada y tranquila. Estoy totalmente de acuerdo. Con un bebé cerca, eso será imposible, ¿no?

Le faltó recordarle que su vida volvería a ser perfecta tan pronto como se deshiciera de Viola y, de esa manera, ya no tendría sentido que Martha y Noah permanecieran allí, pero poco le faltó para hacerlo. Lewis permanecía callado y Martha temía que las palabras de Candace hubieran provocado el efecto que tanto buscaba.

Martha sintió que se le helaba la sangre. Habían sido muy felices. Candace no podía echarlo todo a perder de aquella forma.

Temía el momento en que los invitados se marcharan. Imaginaba que Lewis estaría recordando cómo solía ser su vida. Pero en cuanto la puerta se cerró después de que se hubieran ido, él suspiró aliviado.

Martha estaba recogiendo las tazas de café, convencida de que le diría que no quería continuar su relación con ella. Por eso, cuando Lewis se acercó y tomó sus manos, se sorprendió.

– Déjalo -le dijo Lewis-. Podemos recoger todo esto mañana. Vámonos a la cama.

No dijo nada más. Le hizo el amor con tanto apasionamiento que Martha se quedó temblando. Se sentía satisfecha y a la vez preocupada. Él también estaba pensativo.

– ¿Qué pasa? -le preguntó en voz baja, tumbados uno junto al otro.

– Nada -respondió Lewis.

No podía explicarle lo que había sentido mientras escuchaba los comentarios de Candace. Había deseado que se callara de una vez. No le gustaba oír hablar de Rory ni pensar en el futuro, pero Candace le había obligado a imaginar cómo sería su vida sin Martha y los bebés.

Por primera vez, Lewis se cuestionaba qué era lo que quería realmente. Le gustaba estar con Martha. La deseaba y se sentía a gusto en su compañía. ¿Estaba preparado para sentar la cabeza y pasar el resto de su vida con ella?

No, aquello no era amor, se dijo Lewis. Tan sólo era que se había acostumbrado a ellos y no podía imaginar cómo sería su vida lejos de su lado, cómo sería volver a casa y encontrársela vacía.

Eso es lo que pasaría si Savannah aparecía y decidía llevarse a Viola. Y todo era posible conociendo lo caprichosa y variable que era su hermana. Tomar precipitadamente un avión para recoger a su hija se correspondía con la manera irreflexiva de ser de Savannah.

Claro que tampoco quería ocuparse de Viola de por vida ni pretendía que Martha se quedase con él para siempre. Lo que quería era… El caso es que no sabía qué quería. Se sentía cansado y confundido, y eso no le gustaba.

Nada había cambiado, se dijo para reconfortarse. Martha era tan reacia como él a implicarse en una relación más seria. Había dejado claro que estaba buscando al padre de Noah y él no estaba preparado para asumir ese papel, así que si transcurrían los seis meses sin señales de Rory, ella se iría.

Y ahí acabaría todo.

Inconscientemente, abrazó a Martha con fuerza.

– ¿Eres feliz? -le preguntó.

Ella se incorporó y lo miró tiernamente.

– ¿Ahora mismo? -preguntó, y se inclinó ligeramente para besarlo-. Sí, lo soy.

En aquel momento, era muy feliz, se dijo Martha. No quería pensar en el futuro, ya que era evidente que Lewis tampoco quería hacerlo.

Los días fueron pasando y después las semanas, y cada vez era más difícil sacar el tema. Era más sencillo evitarlo, ya se preocuparían del futuro cuando llegara.

Una tarde, apareció Candace en el porche.

– Pasaba por aquí -dijo-. Pensé en pasar a saludar.

Martha no pudo disimular su sorpresa.

– Lewis aún está trabajando -respondió en un intento de ser amable-. No volverá hasta dentro de un rato.

– No he venido a verlo a él, sino a usted -dijo Candace.

No le quedó más remedio que invitarla a tomar algo. Hablaron de cosas triviales mientras Martha preparaba té. Después, salieron al porche a tomarlo, donde Martha había colocado a los niños en sus sillitas. Les dio unas galletas para mantenerlos tranquilos.

– Tenía que venir a felicitarla -dijo Candace mirando con desagrado el modo en que Viola estaba manchándose mientras comía la galleta.