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– Así que trabajas como niñera, ¿eh? ¿Es éste el bebé al que cuidas?

– Es mi hijo Noah -contestó Martha con cierta cautela.

– ¿Tu hijo?

Se quedó pensativo y rápidamente llegó a la conclusión acertada. Después de todo no era estúpido. Su cara cambió.

– Sí, eso es -dijo suavemente Martha, segura de que ya Rory lo había adivinado-. Y también es hijo tuyo.

Al principio, Rory se quedó tan impresionado que no pudo articular palabra. Lo único que hizo fue quedarse observando a Noah fijamente, casi sin pestañear.

Martha lo convenció de que no quería pedirle ningún tipo de ayuda económica.

– No es por el dinero -insistió-. Sólo quiero que Noah conozca a su padre.

Rory se tranquilizó al comprobar que no iba a tener que destinar una parte de su sueldo para el cuidado del niño. Se fue haciendo a la idea de que era padre y empezó a entusiasmarse.

En otra época, Martha había encontrado aquel entusiasmo entrañable, pero ahora le parecía ingenuo e infantil. Al contrario de Lewis, Rory no sabía lo que implicaba cuidar de un bebé. No quería desanimarlo ya que, después de todo, había ido tan lejos sólo para darle aquella noticia.

Rory propuso que ella y Noah se fueran a vivir con él y Martha se sintió arrinconada.

– Los demás vuelven mañana al lugar donde se está realizando el estudio, pero yo me quedo para terminar el informe del puerto -explicó Rory-. Me quedaré un mes aproximadamente y tendré la casa sólo para mí. Tú y Noah podéis venir a vivir conmigo y así nos iremos conociendo.

Ese era su sueño. ¿No era eso lo que quería cuando decidió ir a San Buenaventura? Debería de estar encantada de que todo estuviera marchando tan bien, pensó. Rory había reaccionado estupendamente, mejor de lo que ella imaginaba. Rory tenía a Noah sobre sus rodillas y lo estaba haciendo reír. Todo parecía perfecto.

Pero no lo era. Martha no quería mudarse a vivir con él inmediatamente. No quería dejar a Viola. Ni a Lewis.

– Sería maravilloso -dijo ella-. Pero no podemos hacerlo ahora mismo. Tengo que cuidar de otro bebé y el contrato no se acaba hasta dentro de dos meses.

– Para entonces, ya habré vuelto al proyecto. Allí dormimos al aire libre, así que será difícil hacerlo con Noah. Seguro que se nos ocurre qué hacer con el otro bebé. ¿Por qué no le preguntas a Lewis?

Aquello era sorprendente: el padre de Noah estaba deseando pasar un tiempo con su hijo. ¿Cómo podía negarse a ello?

– Está bien -contestó Martha-. Le preguntaré.

– ¿Qué tal fue tu comida? -le preguntó Lewis aquella noche cuando llegó a casa.

La noche anterior había estado pensando en el modo tan estúpido en que se había comportado. Se había convencido de que aquello era lo más adecuado después de todo. Si las cosas hubieran seguido como estaban, pronto se habría encontrado comprometido con el tipo de relación que siempre había evitado.

Quizás era lo mejor que Rory hubiera aparecido. Confiaba en que Martha se hubiera calmado y así poder terminar las cosas de manera civilizada.

No había podido dejar de torturarse durante todo el día con la imagen de Rory y Martha juntos.

– Muy bien -dijo Martha.

Estaba más tranquila. La furia de la noche anterior había desaparecido, pero se la veía cansada y tensa. Lewis deseaba estrecharla entre sus brazos y abrazarla hasta que la tensión de su cuerpo desapareciera.

Desvió la mirada. Deseaba pedirle perdón, pedir que olvidara lo que había pasado y que volvieran a estar como antes. Pero era muy tarde para eso.

– ¿Ha conocido Rory a su hijo? -preguntó Lewis, tratando de olvidar sus pensamientos.

– Sí -contestó Martha-. Quiere que pasemos con él las próximas semanas, pero le he explicado que tengo que cuidar de Viola hasta que termine el contrato.

– No te preocupes por eso -dijo Lewis, haciendo un gran esfuerzo-. Él era el motivo de que quisieras venir a San Buenaventura, así que ya lo he arreglado todo con Eloise. Ella cuidará de Viola durante el día.

Martha tragó saliva.

– ¿Y por las noches?

– Me las arreglaré yo solo -dijo Lewis con indiferencia-. Tampoco soy un inútil.

– ¿Y qué pasa con el contrato? -preguntó Martha.

¿Cómo era posible que no le preocupara más el dichoso contrato? Lewis se había referido a él una y otra vez para hacer que ella y Noah se quedaran y de repente ahora, parecía estar deseoso de librarse de ellos.

– No seré yo el que rompa una familia feliz -dijo Lewis con tristeza-. No soy ningún monstruo. Estaba claro lo que querías y ahora que lo has conseguido, no voy a insistir en que cumplas tu contrato.

– Podríamos considerar que se trata de unos días libres -dijo Martha. No quería parecer desesperada, pero no sabía lo que Lewis pretendía.

– No creo que quieras comprometerte a nada -dijo él-. No sabemos lo que va a pasar. Quizás a Rory le guste tanto la vida en familia que no quiera volver al proyecto. Mañana llamaré a Savannah, a ver si está lista para hacerse cargo de Viola. Si es así, ya no te necesitaré.

Aquello le dolió. Ni siquiera iba a intentar persuadirla.

No tenía elección. No podía insistir en quedarse con Viola después de lo que había dicho la noche anterior, pero decir adiós a aquella preciosa niña era una de las cosas más difíciles que había hecho nunca. Había llegado a quererla mucho y la iba a echar de menos. A ella y a su tío.

Hasta el último minuto Martha tuvo esperanzas de que Lewis cambiara de opinión. Su última mañana transcurrió con una extraña normalidad. Viola y Noah se habían despertado temprano y estaban desayunando en la cocina cuando entró Lewis. Se sirvió una taza de café.

Martha cerró los ojos y deseó dar marcha atrás en el tiempo. Él se acercaría como cada mañana y la besaría. Luego, por la noche, cuando volviera de trabajar reiría y jugaría con los niños. Pero ya nada de eso iba a suceder. Esa noche, cuando volviera, ella ya se habría ido. Por mucho que lo deseara, las cosas no iban a cambiar.

Lewis terminó su café y dejó la taza. Su cara parecía una máscara, pero vio como sus ojos se posaban sobre Noah y, por un momento, la expresión de su rostro se suavizó.

– Tengo que irme -dijo bruscamente-. Gracias por todo.

¿Gracias por todo? ¿Así se despedía? Martha pensó en todo lo que habían compartido, en las conversaciones en el porche y en las cálidas noches de las que habían disfrutado. Sintió deseos de arrojarle algo a la cabeza.

Estaba enfadada con Lewis y con ella misma, pensó mientras hacía la maleta. Sabía cómo era él y lo que quería. ¿Por qué entonces se había dejado llevar por sus sentimientos?

Todo era culpa suya. Había terminado olvidándose de lo que era su prioridad. Noah necesitaba un padre y ella tenía que haberse preocupado de procurarle una buena familia, no de las caricias y los besos de Lewis.

Ahora tenía la oportunidad de arreglarlo. Rory era el padre de Noah y parecía encantado con la idea de ser padre. Era la oportunidad de construir un futuro para su hijo.

Martha cerró de golpe la maleta. Se dijo que ella era una mujer práctica y no estaba dispuesta a dejarse llevar por romanticismos. Era hora de dar por concluida su relación con Lewis y de seguir con su propia vida.

Pero primero tenía que despedirse de Viola. Esa mañana, la niña estaba muy simpática. Era encantadora cuando estaba así, pensó Martha sintiendo un nudo en la garganta. Cuando el taxi llegó y la niña se dio cuenta de que Martha y Noah se marchaban dejándola allí, rompió a llorar.

Eloise no podía consolarla.

– Debería quedarse -dijo Eloise a Martha con tristeza-. Éste es su sitio.

Martha apenas podía hablar.

– No puedo -dijo con voz entrecortada.

– No sé por qué tiene que irse.

Lo cierto era que Martha tampoco lo sabía. Sólo sabía que Lewis le había dicho que ya no la necesitaba.

Las lágrimas corrían por las mejillas de Martha al despedirse de Viola.