– Volveré a verte -prometió Martha-. Ahora, será mejor que me vaya.
En aquel momento, Eloise también había comenzado a llorar.
Rory no entendió por qué Martha estaba tan triste.
– No te preocupes, Viola estará bien -le dijo Rory después de explicarle Martha lo difícil que había sido despedirse-. Al fin y al cabo, los bebés no se enteran de quién los cuida.
Llevaba cinco minutos ejerciendo de padre y, de repente, ya era todo un experto en bebés, pensó Martha. Estaba demasiado cansada para corregirlo. Aun así, hizo un esfuerzo y trató de mostrar entusiasmo cuando él le enseñó la casa.
– ¿Qué te parece? -le preguntó cuando acabaron de recorrerla.
Martha pensó que era horrible. Era una casa pequeña y cuadrada, con pocos y destartalados muebles. La nevera estaba llena de cervezas y poco más. Parecía un basurero más que una casa.
El jardín estaba descuidado y lleno de botellas vacías. El salón estaba repleto de papeles, tubos de ensayo, latas de refresco vacías y revistas científicas. El aire acondicionado emitía un molesto ruido.
Descorazonada, Martha abrazó a Noah mientras miraba a su alrededor. No había porche, ni ventiladores de techo ni playa al otro lado del jardín. Y lo que era peor, no estaban Eloise ni Viola ni Lewis.
Aunque ahora estaba a punto de formar una familia.
– Esta es mi habitación -dijo Rory. Estaba tan desordenada que el resto de la casa parecía impecable en comparación.
Retiró la ropa que estaba en el suelo y se sentó sobre la cama.
– Tendremos que retomarlo donde lo dejamos -dijo sonriendo con picardía.
Martha trató de animarse. Rory era guapo, rubio, atractivo y la deseaba a ella, con sus patas de gallo y sus estrías. Debería estar feliz, pero no lo estaba.
– No creo que sea una buena idea -dijo Martha desde la puerta-. Al menos de momento. Será mejor que nos vayamos conociendo poco a poco antes de dormir juntos.
Quién sabe si después de todo sería mejor estar con un hombre joven con encantadores ojos azules y cuerpo perfecto que con un hombre maduro.
– Antes tampoco nos conocíamos -dijo Rory sorprendido.
Era cierto, pensó Martha con tristeza.
– Entonces era diferente -fue todo lo que pudo decir para tranquilizarlo-. Además es posible que Noah se despierte en medio de la noche. Será mejor que duerma con él hasta que se acostumbre. Así tendremos tiempo de conocernos y después, ¿quién sabe?
Era una buena idea, pero no parecía una manera alegre de iniciar una nueva vida en familia para Noah.
Martha recordó las largas noches que había pasado con Lewis, llenas de pasión y deseo. Pero rápidamente apartó esos pensamientos. Estaba intentando crear una familia para Noah.
Tal y como Martha había dicho, Noah estuvo intranquilo aquella primera noche. No paró de llorar y ella, cansada, sintió deseos de hacer lo mismo. Echaba de menos la casa en la playa. Echaba de menos a Viola y echaba de menos a Lewis.
Hizo cuanto pudo por tranquilizar a Noah y que dejara de llorar, pero las paredes parecían de papel y el llanto se oía por toda la casa. A la mañana siguiente, Rory estaba agotado.
– Imagino que son los inconvenientes de ser padre -bromeó.
– Me temo que sí -dijo Martha. Aunque lo justo era que se turnaran para atender al bebé por la noche, pensó ella. Incluso Lewis se levantaba alguna noche para que Martha pudiera descansar.
Tenía que dejar de pensar en Lewis.
– ¿Quieres que prepare algo para cenar? -preguntó ella.
Rory no mostró ningún entusiasmo. Martha pensó que con el poco dinero del que disponía, era probable que prefiriera gastarlo en cerveza. Una rápida mirada a la cocina revelaba los escasos enseres de los que disponían.
Dedicó todo el día a recoger y limpiar la casa, lo que fue un gran error. Cuando Rory llegó a casa se enfadó mucho.
– Pero, ¿qué has hecho? -preguntó mientras miraba a su alrededor-. Ahora, ¿cómo sabremos dónde está cada cosa?
Más tarde, tras darse una ducha, Rory se disculpó.
– Lo siento, he tenido un mal día. No sé qué tiene ese Lewis contra mí, pero parece que no hago nada bien -dijo, y sonrió antes de continuar-. Venga, vamos a dar una vuelta y a tomar una copa.
Martha tuvo que recordarle que era la hora de dormir de Noah.
Rory trató de consolarse jugando con Noah, pero era evidente que se aburría. Una vez Martha acostó al niño, ambos se sentaron a la luz de la única bombilla del salón y hablaron de muchas cosas.
«Es un buen chico», pensó Martha. «Es inteligente, guapo y divertido. Además, es el padre de Noah. Seguro que nos llevaremos bien.»
En el fondo de su corazón, sabía que se estaba equivocando. Rory no era Lewis.
Martha oyó que Viola estaba llorando cuando llamó a la puerta. Después de unos minutos, Lewis abrió.
– ¿Sí? -dijo Lewis sin mirar. De repente, advirtió que era Martha y se quedó petrificado.
Llevaba a Viola en brazos, envuelta en una toalla.
_La niña lloraba con fuerza. Era maravilloso volver a verlos otra vez, pensó Martha, y sonrió satisfecha.
Noah también parecía contento de ver a Lewis y a Viola.
– ¡Martha! -dijo Lewis dando un paso hacia ella. En su rostro había una expresión de felicidad que Martha supo reconocer, pero enseguida Lewis trató de disimularla.
Podía disimular cuanto quisiera. Martha sabía que también estaba feliz de volver a verla.
– ¿Puedo ayudar? -sugirió Martha, y dando un paso hacia él, tomó a Viola en brazos a la vez que le entregaba a Noah.
Lewis deseó estrecharla entre sus brazos y asegurarse que no se trataba de un sueño, que era cierto que Martha estaba frente a él.
– Venga, vamos a secarte -dijo Martha a Viola, y se dirigió al cuarto de baño.
Lewis no supo qué decir al ver pasar a Martha a su lado. Se fijó en las maletas que un taxista estaba dejando en el porche y después miró a Noah y le sonrió. El niño golpeó su frente contra Lewis a modo de saludo.
– Bienvenido -le dijo en voz baja-. Me alegro de verte otra vez.
Dio media vuelta y se dirigió al cuarto de baño.
– Martha, ¿qué sucede? -dijo tratando de mantener el control-. ¿Qué haces aquí?
– He venido a cumplir mi contrato -contestó sin molestarse en mirarlo.
Lewis cerró los ojos. Había deseado tanto oír aquellas palabras que temió que fueran parte de un sueño. Cuando volvió a abrirlos, allí seguía ella.
– ¿Qué ha sido de Rory? -preguntó Lewis.
Martha se quedó quieta y lo miró directamente a los ojos.
– Me equivoqué. Creí que lo que necesitaba Noah por encima de todo era un padre y una familia pero, ¿y si la familia no es feliz? -dijo, y continuó poniendo el pañal a Viola-. He estado pensando mucho estos dos días y he cambiado de opinión. Lo que realmente necesita Noah es tener unos padres felices, tanto si estamos juntos como si estamos separados. ¿Hay leche?
El brusco cambio de tema dejó a Lewis sin habla. Tras unos instantes, contestó.
– Sí, en la cocina.
Lewis preparó dos biberones y cada uno se sentó en un lado del sofá para dárselo a los bebés.
– ¿Qué le dijiste a Rory? -preguntó Lewis.
– Le dije que no iba a funcionar, que pasara lo que pasara, él seguiría siendo el padre de Noah y que confiaba en que mantuviéramos el contacto para que Noah pueda conocerlo cuando sea mayor. Pero que era mejor que cada uno siguiera con su vida. Así que me fui.
– ¿Cómo reaccionó?
– Creo que fue un alivio para él -dijo Martha reflexionando-. Rory estaba dispuesto a intentarlo, pero después de estos días se ha dado cuenta de que no está preparado para asumir compromisos. También me ha dicho que vendrá de vez en cuando para ver a Noah.
– ¿Y qué pasa contigo? -dijo Lewis mientras incorporaba a Viola.
– Yo intentaré ser feliz.
– ¿Cómo?
– Para empezar, espero que me dejes volver a mi trabajo.