– Tanto hablar… Tengo sed -continuó ella tras una pausa-. ¿Quieren algo?
– Sí, gracias. Un vaso de agua -contestó Bosch-. Aunque en seguida nos vamos.
– ¿Detective Rider?
– No, gracias.
– Ahora vuelvo.
En cuanto ella se hubo ido, Bosch se levantó y se paseó por la habitación con aire despreocupado. No le dijo nada a Rider. Estaba contemplando una figurita de cristal de una mujer desnuda cuando Verónica Aliso regresó con dos vasos de agua helada.
– Sólo quiero hacerle un par de preguntas más sobre esta semana pasada.
– Adelante.
Bosch bebió un sorbo de agua y se quedó de pie.
– ¿Sabe qué equipaje se llevó su marido a Las Vegas?
– Sólo una bolsa.
– ¿Cómo era?
– Una de ésas que se cuelgan del hombro y se doblan por la mitad. Verde con correas de piel marrón y una etiqueta con su nombre.
– ¿Solía llevar maletín?
– Sí, uno de aluminio. Son ligeros pero imposibles de forzar. ¿Es que falta su equipaje?
– No estamos seguros. ¿Sabe dónde guardaba la llave del maletín?
– En su llavero, con las del coche.
Ni en el cadáver ni en el Rolls habían encontrado aquellas llaves, por lo que tal vez las habían robado para abrir el maletín. Harry depositó el vaso junto a la figurita de cristal y volvió a mirarla. Después, tomó nota de la descripción del maletín y de la bolsa.
– ¿Llevaba su marido una alianza de matrimonio?
– No, sólo un reloj bastante caro. Un Rolex que le regalé yo.
– No se lo llevaron.
– Ah.
Bosch dejó de apuntar y alzó la vista.
– ¿Recuerda qué ropa llevaba el jueves por la mañana?
– Em… No sé, ropa informal… Ah sí, unos pantalones blancos, una camisa azul y su cazadora.
– ¿Una cazadora de cuero negro?
– Sí.
– ¿Recuerda si lo abrazó o le dio un beso de despedida?
Esto pareció ponerla nerviosa. Bosch inmediatamente se arrepintió de la manera en que había formulado la pregunta.
– Lo siento. Lo que quería decir es que encontramos unas huellas dactilares en el hombro de la chaqueta. Si usted lo tocó ahí el día que él se marchó, podrían ser suyas.
Ella se quedó en silencio un momento. Bosch pensó que por fin iba a llorar, pero se equivocaba.
– Puede ser, aunque no lo recuerdo… No, creo que no.
Bosch sacó de su maletín un pequeño aparato para recoger huellas que parecía una diapositiva, pero con una pantallita de dos caras rellena de tinta. Al apretar con el pulgar en el lado A, la huella se imprimía en una tarjeta colocada debajo del lado B.
– Me gustaría tomar una huella de su pulgar para compararla con la que sacamos de la cazadora. Si determinamos que usted no lo tocó, podríamos tener una buena pista.
Verónica Aliso se acercó a Bosch, quien le apretó el pulgar derecho sobre la pantalla. Cuando Harry le soltó el dedo ella lo miró.
– No mancha.
– Está bien, ¿verdad? Empezamos a usar este sistema hace un par de años.
– La huella de la cazadora, ¿era de una mujer?
Bosch la miró fijamente.
– No lo sabremos seguro hasta que descubramos a quién pertenece.
Al guardar la pantallita y la tarjeta con la huella en el maletín, Bosch vio la bolsa que contenía los poppers y la sacó para mostrársela.
– ¿Sabe qué son?
Ella los miró con perplejidad y negó con la cabeza.
– Poppers de nitrato amílico. Alguna gente los utiliza para aumentar su capacidad y satisfacción sexual. ¿Los usaba su marido?
– ¿Es que los llevaba encima?
– Señora Aliso, le ruego que se limite a contestar mis preguntas. Sé que es difícil, pero hay cierta información que todavía no puedo darle. Le prometo que lo haré en cuanto pueda.
– No, no los usaba… conmigo.
– Siento tener que mencionar detalles tan íntimos, pero tiene que comprender que todos queremos atrapar al culpable de esto. Veamos, su marido era unos diez o doce años mayor que usted. -Bosch exageraba un poco-. ¿Tenía problemas para mantener relaciones sexuales? ¿Puede ser que estuviera usando poppers sin que usted tuviera conocimiento?
Ella se volvió para regresar a su butaca.
– Eso no puedo saberlo -dijo una vez sentada.
En esta ocasión fue Bosch quien la miró perplejo. ¿Qué quería decir? Su silencio funcionó, ya que ella contestó antes de que él tuviera que preguntárselo. Sin embargo, no se dirigió a él, sino a Rider; como si ella, por ser mujer, pudiera comprenderla mejor.
– Detective, yo no tenía… relaciones sexuales. Mi marido y yo no…, bueno, que no ha habido nada en los últimos dos años.
Bosch asintió y bajó la vista, aunque no escribió nada. Incapaz de anotar aquella información ante la mirada de ella, cerró la libreta y se la guardó.
– Supongo que se preguntan por qué, ¿no? -dijo ella con un ligero desafío en el gesto y la voz-. Anthony había perdido interés.
– ¿Está segura?
– Me lo dijo a la cara.
Bosch asintió.
– Señora Aliso, siento mucho la muerte de su marido. También lamento la intrusión y las preguntas personales, pero me temo que durante la investigación surgirán más preguntas.
– Lo comprendo.
– Una última cosa.
– ¿Qué?
– ¿Tenía su marido un despacho en casa?
– Sí.
– ¿Podríamos echarle un vistazo?
Ella se levantó y los dos detectives la siguieron por el pasillo que llevaba al pequeño despacho. Una vez dentro, Bosch echó una ojeada rápida. Era una habitación pequeña con una mesa de trabajo, dos archivadores y un carrito con un televisor. Detrás de éste había una estantería, repleta de libros y guiones de cine con los títulos escritos en el lomo, y apoyados en un rincón Harry vio unos palos de golf.
La mesa, que estaba impecable, tenía dos cajones archivadores. Uno estaba vacío y en el otro había varias carpetas cuyas etiquetas indicaban que contenían documentos financieros y relativos a impuestos. Bosch decidió que el registro del despacho podía esperar.
– Es tarde -comentó-. No es el momento de hacer un registro, pero quiero que comprenda que las investigaciones como ésta suelen ir en muchas direcciones; tenemos que seguirlas todas. Mañana vendremos a dar una ojeada a las cosas de su marido y seguramente nos llevaremos algunas. Traeremos una orden para que sea perfectamente legal.
– Sí, claro. Pero ¿no puedo darles permiso para que se lleven lo que quieran?
– Sí, pero será mejor de esta manera. Le estoy hablando de talonarios, documentos de sus cuentas corrientes, balances de su tarjeta de crédito, seguros, todo. Seguramente necesitaremos los papeles sobre la cuenta corriente dedicada a los gastos de la casa.