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– La solución. Cuando te toca un casó como éste, la clave siempre está en los detalles. Ya veréis. Cuando lo resolvamos, la respuesta estará ahí, en el expediente. Siempre pasa.

La entrevista con Chastain en Asuntos Internos empezó tal como Bosch esperaba. Harry estaba sentado juntó a Zane, su representante, en una de las salas de interrogación, dónde una vieja grabadora Sony registraba todo lo que se decía. Chastain seguía el procedimiento habitual. Primero quería que Bosch explicara los hechos con el máximo de detalle posible. Después comenzaría a buscar contradicciones. Bastaba con que pillara a Harry diciendo una mentira para acusarlo ante el Comité de Derechos. Según la gravedad del casó, la sanción podía ir de la suspensión al despido.

En un tono monocorde y farragoso, Chastain leía unas preguntas ya preparadas, que Bosch respondía lenta y cuidadosamente con el mínimo de palabras posible. No era la primera vez que tomaba parte en ese juego.

Antes de la entrevista, Zane había tenido un cuarto de hora para asesorar a Bosch sobre el procedimiento y la mejor actitud a tomar. Al igual que un buen abogado, Zane no le preguntó directamente si había colocado la pistola. A él no le importaba; simplemente veía a Asuntos Internos como el enemigo, un grupo de policías malos con la sola misión de atacar a los policías buenos. Zane era de la vieja escuela, creía que todos los policías eran buenos por naturaleza y, aunque a veces el trabajó los corrompía, no debían ser acosados por sus propios compañeros.

Todo fue según lo previsto durante media hora, pero de pronto Chastain les lanzó una pregunta inesperada.

– Detective Bosch, ¿conoce usted a una mujer llamada Eleanor Wish?

– ¿De qué vas, Chastain? -terció Zane, haciéndole un gesto a Bosch para que no contestara.

– ¿Con quién has hablado? -quiso saber Bosch.

– Un momento, Harry. No digas nada -le insistió Zane-. ¿Adónde quieres ir a parar?

– El jefe lo ha dejado muy claro. Estoy investigando la conducta de Bosch durante esta investigación. En cuanto a mis fuentes, de momento no puedo hacerlas públicas.

– Se supone que estáis indagando sobre la presunta colocación de una pistola en un sitio determinado. Eso es lo que hemos venido a explicar.

– ¿Quieres que te lea la orden del jefe? Está muy clara.

Zane lo miró un momento.

– Danos cinco minutos para hablar de esto. ¿Por qué no vas a empastarte las caries?

Chastain se levantó y apagó la grabadora. Al llegar a la puerta, se volvió a mirarlos con una sonrisa en los labios.

– Esta vez os tengo a los dos. No podrás salir de ésta, Bosch. Y Zane, bueno, ya ves que no siempre se puede ganar.

– Eso lo sabes tú mejor que yo, mojigato. Anda, vete y déjanos solos.

Cuando Chastain se hubo ido, Zane se acercó a la grabadora para asegurarse de que estaba apagada. Luego se levantó y comprobó que el termostato no fuera un aparato de escucha camuflado. En cuanto se convenció de que la conversación era privada, se sentó y le preguntó a Bosch por Eleanor Wish. Bosch le contó sus encuentros con Eleanor en los últimos días, pero no mencionó el secuestro ni su posterior confesión.

– Uno de los polis de la Metro debe de haberle dicho que te liaste con ella -dedujo Zane-. Eso es todo lo que tiene. Quiere acusarte de asociación con una delincuente. Si lo admites, te ha cogido, pero ya está. Si no tienen nada más, como mucho te caerá una reprimenda. Pero si dices que no estuviste con ella y él puede probar que sí, entonces te habrás metido en un buen lío. Yo te aconsejo que confieses que has estado con ella. Total, no pasa nada. Le dices que el rollo ya ha terminado y, si eso es todo lo que tiene contra ti, es un fantasma de mierda.

– No lo sé.

– ¿El qué?

– Si ha terminado.

– Pues no se lo digas. Y si te lo pregunta, decide tú. ¿De acuerdo?

Bosch asintió y Zane abrió la puerta. Chastain estaba fuera.

– ¿Dónde estabas, Chastain? -se quejó Zane-. Te estábamos esperando.

Chastain no respondió. Entró en la sala, encendió la grabadora y reanudó el interrogatorio.

– Sí, conozco a Eleanor Wish -contestó Bosch-. Y sí, he pasado algún tiempo con ella en los últimos días.

– ¿Cuánto tiempo?

– No lo sé exactamente. Un par de noches.

– ¿Durante la investigación?

– No. Por la noche, cuando había terminado. No todos trabajamos las veinticuatro horas como tú. -Bosch sonrió con ironía.

– ¿Era Eleanor Wish una testigo en este caso? -preguntó Chastain, algo sorprendido de que Bosch hubiera cruzado aquella línea.

– Al principio pensé que podría serlo, pero después de localizarla y hablar con ella, en seguida me di cuenta de que no tenía nada que aportar al caso.

– Pero al principio la abordó en calidad de investigador de este caso.

– Correcto.

Chastain consultó su libreta un buen rato antes de formular la siguiente pregunta.

– ¿Está esa mujer, sigo refiriéndome a la delincuente convicta Eleanor Wish, viviendo en su casa en estos momentos?

Bosch notó que su cólera aumentaba. La invasión de su intimidad y el tono de Chastain comenzaban a hacerle mella. Tuvo que esforzarse por conservar la calma.

– Eso no lo sé.

– ¿Quiere decir que no sabe si alguien está viviendo en su casa o no?

– Mira, tío, ayer por la noche estaba allí, ¿vale? ¿Es eso lo que quieres oír? Pasó la noche conmigo, pero no sé si ya se ha marchado. Ella tiene su propia casa en Las Vegas, así que puede que haya vuelto. No lo sé, no lo he comprobado. ¿Quieres que la llame y se lo pregunte?

– No creo que sea necesario. Ya tengo todo lo que quería. -Entonces Chastain le soltó la clásica cantinela de Asuntos Internos-: Detective Bosch, en breve será informado de los resultados de esta investigación sobre su conducta. Si el departamento presenta cargos contra usted, se le notificará la fecha de la vista ante el Comité de Derechos. Tres capitanes del departamento dictaminarán tras estudiar las pruebas; usted podrá elegir a uno, yo seleccionaré al segundo y el tercero será elegido al azar. ¿Alguna pregunta?

– Sólo una. ¿Cómo puedes considerarte un policía cuando todo lo que haces es sacarte de la manga estas investigaciones de mierda?

Zane puso la mano en el antebrazo de Bosch para tranquilizarlo.

– Déjalo -le dijo Chastain a Zane-. No me importa contestar. De hecho, es una pregunta que he oído a menudo. Es gracioso que siempre me la hagan los polis a los que estoy investigando. Bueno, la respuesta es que yo me siento orgulloso de mi trabajo porque represento a los ciudadanos y, si nadie controla a la policía, nadie puede controlar los abusos de poder. Yo tengo una función valiosa en esta sociedad, detective Bosch. Estoy orgulloso de lo que hago. ¿Puede usted decir lo mismo?

– Bla, bla, bla -se burló Bosch-. Este discursito sonará fantástico a quien escuche esta grabación. Supongo que si te pasas la noche practicándolo, al final te lo acabas creyendo. Sólo tengo una pregunta, Chastain: ¿quién controla a la policía que controla a la policía?