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Sus pensamientos se vieron interrumpidos por el teléfono. Bosch se levantó del sofá y contestó en la cocina para no molestar a Eleanor, que seguía viendo la película. Era Hank Meyer, que llamaba desde el Mirage. Sin embargo, su voz no parecía la de Hank Meyer, sino la de un niño asustado.

– Detective Bosch, ¿puedo confiar en usted?

– Pues claro, Hank. ¿Qué pasa?

– Ha pasado algo, bueno, quiero decir que pasa algo. Por culpa suya yo sé algo que no debería saber. Ojalá todo esto… No sé que…

– Un momento, un momento. Hank, cálmese y dígame qué pasa. Tranquilo. Si me lo cuenta, lo solucionaremos. Sea lo que sea.

– Estoy en mi despacho. Me llamaron a casa porque yo había dicho que me avisaran si alguien se presentaba con el recibo de la apuesta de su víctima.

– Vale.

– Bueno, pues alguien lo cobró esta noche.

– Vale, alguien lo cobró. ¿Quién fue?

– Bueno, verá. Yo escribí una nota en el ordenador para que el cajero le pidiera el permiso de conducir y el número de la Seguridad Social, ya sabe, para impuestos. Escribí la nota aunque su recibo sólo era de cuatro mil dólares.

– De acuerdo. ¿Y quién canjeó el recibo?

– Un tío llamado John Galvin. Tenía una dirección local.

Bosch se apoyó en la encimera y apretó el auricular contra la oreja.

– ¿Cuándo ocurrió eso? -preguntó Bosch.

– A las ocho y treinta de esta noche. Hace menos de dos horas.

– No lo entiendo, Hank. ¿Por qué le preocupa tanto?

– Bueno, dejé instrucciones en el ordenador para que me llamaran a casa en cuanto canjearan ese recibo, así que lo hicieron. Yo vine y tomé nota de la información de la persona que cobró la apuesta para poder hablar con usted lo antes posible. Me fui directo a la sala de vídeos. Quería ver a ese John Galvin, ya sabe, hacerme una idea de su aspecto.

Meyers volvió a detenerse. Sacarle la historia era peor que arrancarle una muela.

– ¿Y? -inquirió Bosch-. ¿Quién era, Hank?

– La imagen era clarísima. Resulta que yo conozco a John Galvin, pero no como John Galvin. Bueno, como sabe, uno de mis deberes es mantener relaciones con la policía y ayudar con cualquier cosa que…

– Sí, Hank, ya lo sé. ¿Quién era?

– Miré el vídeo. Estaba muy claro. John Galvin es un hombre que conozco. Es un capitán de la Metro. Se llama…

John Felton. -¿Cómo lo…?

– Porque yo también lo conozco. Ahora escúcheme, Hank. Usted no me ha dicho nada, ¿de acuerdo? No ha hablado conmigo. Es lo mejor, lo más seguro para usted. ¿De acuerdo?

– Sí, pero… ¿qué va a pasar?

– Usted no se preocupe. Yo me encargaré de esto y nadie en la Metro lo sabrá. ¿De acuerdo?

– Supongo que sí. Yo…

– Hank, tengo que irme. Gracias, le debo un favor.

Después de colgar, Bosch llamó a información para pedir el teléfono de la compañía aérea Southwest en el aeropuerto de Burbank. Las compañías Southwest y American West, que llevaban la mayoría de vuelos a Las Vegas, salían de la misma terminal. Harry telefoneó a Southwest y les pidió que avisaran a Roy Lindell por el altavoz. Mientras esperaba, consultó su reloj. Había pasado más de una hora desde que había hablado con Lindell, pero no creía que el agente tuviera tanta prisa como le había dado a entender por teléfono. Bosch suponía que había sido una excusa para colgar.

Una voz le preguntó con quién quería hablar. Después de repetir el nombre de Lindell, Bosch esperó y al cabo de unos segundos oyó la voz de Lindell.

– Sí, soy Roy. ¿Quién es?

– Hijo de puta.

– ¿Quién es?

John Galvin es John Felton y tú lo sabías.

– ¿Bosch? Bosch, ¿qué haces?

– Felton es el hombre de Joey en la Metro -contestó-. Tú lo sabías porque estabas dentro de la organización. Y también sabías que, cuando Felton hace cosas para Joey, usa el nombre de John Galvin.

– Bosch, no puedo hablar de esto. Todo forma parte de nuestra investi…

– Me importa un huevo tu investigación. Tienes que saber de qué lado estás, tío. Felton tiene a Verónica Aliso, lo cual significa que está en manos de Joey.

– ¿De qué hablas? Estás loco.

– Ellos saben lo del dinero que se quedó Aliso, ¿no lo ves? Joey quiere su dinero y van a sacárselo a ella.

– ¿Cómo sabes todo esto?

– Porque lo sé.

Entonces a Bosch se le ocurrió una idea y se asomó por la puerta de la cocina. Eleanor, que seguía viendo la película, le hizo un gesto de interrogación y Harry sacudió la cabeza para mostrar que estaba enfadado con la persona al otro lado de la línea.

– Me voy a Las Vegas a buscar a Joey y creo que tú sabrás encontrarlo -anunció Bosch-. ¿Queréis ayudarme? Porque está claro que con la Metro no puedo contar.

– ¿Cómo estás tan seguro de que ella está allí?

– Porque envió una señal de auxilio. Qué, ¿os apuntáis o no?

– Sí. Te doy un número y llámanos cuando llegues.

Después de colgar, Bosch volvió al salón, donde Eleanor ya había apagado el vídeo.

– No puedo más. Es malísima. ¿Qué pasa?

– La vez que seguiste a Tony Aliso por Las Vegas dices que fue a un banco con su novia, ¿no?

– Sí.

– ¿A qué banco? ¿Dónde?

– Em… Creo que estaba en Flamingo, al este del Strip y al este de Paradise Road. No me acuerdo del nombre… Ah, creo que era el Silver State National. Sí, eso es, el Silver State.

– El Silver State en Flamingo, ¿estás segura?

– Sí.

– ¿Y parecía que estaba abriendo una cuenta?

– Sí, pero no lo sé seguro. Es lo malo de seguir a alguien sola. Al ser una sucursal muy pequeña, no pude quedarme mucho tiempo por ahí. Me pareció que ella estaba firmando los papeles y Tony sólo observaba, pero tuve que salir y esperar a que ellos terminaran. Acuérdate de que Tony me conocía. Si me veía, habría descubierto que yo lo estaba espiando.

– Vale, me voy. -¿Ahora?

– Ahora mismo. En cuanto haga unas llamadas.

Bosch volvió a la cocina y llamó a Grace Billets. Mientras le explicaba lo que había descubierto y le contaba lo que él creía que pasaba, puso en marcha la cafetera. Después de que la teniente le diera permiso para viajar, llamó a Edgar y Rider y quedó con ellos en la comisaría al cabo de una hora.

Con una taza de café en la mano, Bosch se apoyó en la encimera y reflexionó sobre la situación. Le pareció que había una contradicción. Si el capitán de la Metro era el topo de la organización en la policía, ¿por qué se había dado tanta prisa en detener a Goshen al comprobar las huellas dactilares que Bosch le había dado? Después de darle muchas vueltas, Bosch concluyó que Felton lo había visto como una oportunidad para librarse de Goshen. El capitán debió de pensar que su rango en los bajos fondos de Las Vegas subiría si Lucky desaparecía del mapa. Tal vez incluso había planeado el asesinato de Goshen para asegurarse de que Joey le debiera un favor. O bien Felton ignoraba que Goshen conocía sus actividades en la organización o bien planeaba deshacerse de él antes de que tuviera ocasión de contárselo a nadie.

Bosch bebió un sorbo de café hirviendo y apartó esos pensamientos de su mente. Entonces volvió al salón donde Eleanor seguía sentada en el sofá.

– ¿Te vas?

– Sí. Tengo que recoger a Jerry y Kiz.

– ¿Por qué esta noche?

– Porque tenemos que llegar antes de que el banco abra mañana por la mañana.

– ¿Crees que Verónica irá al banco?

– Es un presentimiento. Me parece que Joey al fin se ha dado cuenta de que si él no se cargó a Tony lo hizo otra persona cercana a él. Y esa persona ahora tiene su dinero. Joey conoce a Verónica desde hace años y se habrá imaginado que lo mató ella. Creo que envió a Felton para que lo comprobara, recuperara su dinero y se la cargara si ella era culpable. Pero Verónica debió de convencerle de que no lo hiciera. Seguramente mencionó que tenía dos millones de Joey en una caja de seguridad de Las Vegas. Creo que eso evitó que Felton la matase y por eso se la llevó consigo. Es muy posible que Verónica sólo viva hasta que consigan esa caja. Creo que ella le dio a Felton el último recibo de Aliso porque pensó que él lo canjearía y quizá nosotros lo estuviéramos esperando.