Conseguiría que Brent le prestara atención, de un modo o de otro.
– Oye, linda.
– ¡Oh! -pegó un respingo cuando Jimmy se interpuso en su camino-. Me asustaste.
– Pues es lo último que querría hacerle a una cosita linda como tú -apoyando un brazo contra la pared del estrecho pasillo, su mirada la recorrió de arriba abajo-. Ciertamente, lo último que querría hacerte.
Su absoluta insolencia la hizo sonreír.
– Si buscas a Darlene, está en el bar.
– ¿Por qué habría de buscar a una muchachita cuando tengo a una mujer hermosa parada delante de mí? -se inclinó hacia delante para rodearle la cintura. El hedor de mugre y sudor penetró bruscamente sus fosas nasales-. ¿Qué te parece si frotamos nuestros vientres sobre la pista de baile? ¿Sabes? La hebilla de mi cinturón pide a gritos que le saquen brillo.
Si cualquier otra persona la hubiera invitado a bailar de una manera tan grosera, le habría dirigido una mirada glacial y se habría marchado. Pero Jimmy Joe tenía una manera de sonreírle a una mujer directamente a los ojos, haciendo que la propuesta sonara más a un cumplido. Por una fracción de segundo, pensó en bailar con él; luego se rió:
– No, mejor no.
– ¿Por qué te empeñas en partirme el corazón de esa manera?
– Porque, señor Dean, a pesar de todo su encanto, tengo la clara impresión de que Brent no le tiene en gran estima.
– En realidad -Jimmy esbozó una amplia sonrisa-, Brent no puede ni verme. Motivo justamente por el cual deberías bailar conmigo.
– Eso -dijo ella- no tiene ningún sentido.
– Por supuesto que sí, dado que está prácticamente haciéndolo con mi dulce Darlene sobre la mesa de pool allí dentro.
Laura apartó la vista de Jimmy Jo, la dirigió a la mesa de pool, y sintió que la sangre se le congelaba en las venas.
Brent tenía una mano apoyada sobre la mesa de pool y la otra pegada con firmeza en la mitad de la espalda de Darlene, mientras ésta lo atraía hacia delante. Mientras sucedía todo esto, rogaba que si la idiota perdía el equilibrio, tuviera la sensatez de soltar los dientes de su labio interior. Tuvo que admitir que era más rápida de lo que parecía. Y más fuerte, agregó, con la pierna de ella envuelta alrededor de su cintura.
– Mmm -ronroneó, y lentamente soltó su labio. Su cabeza se echó hacia atrás y se incorporó sobre el borde de la mesa de pool-. Eso fue sensacional.
– Escucha, mi amor… -intentó desenredar sus brazos de alrededor de su cuello-, me halaga, de verdad, pero…
– ¿Qué pasa? -hizo un mohín mientras entrelazaba los tobillos alrededor de su espalda y frotaba la entrepierna contra la suya-. ¿No te gusta hacerlo?
– Me encanta hacerlo, pero no con niñitas que acaban de dejar los pañales.
– Soy lo suficientemente grande -insistió ella, y sus ágiles dedos atacaron los botones de su camisa-. Lo suficientemente grande como para saber un montón de cosas. ¿Quieres que te enseñe?
– En realidad, no -tomó sus muñecas y las sostuvo con fuerza lejos de su pecho. Apestaba a humo rancio y cerveza-. Por si no te diste cuenta, estoy con otra persona. Así que lárgate y ve a practicar tus mañas con alguien que las aprecie. Como Jimmy Joe.
– No puedo -sus ojos saltaron traviesos-. Jimmy Joe se vuelve intratable si lo molesto cuando está ocupado. Y en este momento está muy ocupado… bailando con tu amiga.
Brent giró la cabeza bruscamente hacia la pista de baile y se quedó helado. Laura estaba encerrada en los brazos de Jimmy Joe, el ser más despreciable que haya contaminado jamás a Snake’s con su presencia. Sus cuerpos se rozaban del hombro a la rodilla mientras se mecían al ritmo inmortal de Patsy Cline. Laura se retorció al principio, le pareció, para establecer una distancia respetable. Luego la pareja giró y Laura quedó frente a él. Por un instante, se quedó inmóvil. Pensó que había percibido su mirada de advertencia, pero debió de equivocarse. Cuando se quiso dar cuenta, había moldeado su cuerpo al de Jimmy Joe como si hubiera aprendido de Darlene.
La mano de Jimmy Joe se movió hacia abajo para ahuecar sus nalgas. Brent supo cuál fue el instante en que el hombre sintió el portaligas debajo de la falda de Laura. La mano de Jimmy Joe quedó inmóvil, levantó la cabeza, y una enorme sonrisa apareció en su rostro.
La furia estalló en su cabeza, cegándolo con el calor de la ira, mientras avanzaba brutalmente hacia la pista de baile.
Laura gritó cuando Brent se lanzó sobre Jimmy Joe, golpeándolo contra la máquina de discos. La música se cortó con un tosco chillido y Jimmy Joe se deslizó al piso, sacudiendo la cabeza para despejarse.
Horrorizada, fijó la mirada en Brent, parado encima de Jimmy Joe con los puños crispados:
– ¡Brent! ¿Qué haces?
– Levántate -aulló Brent al hombre tendido.
– No -gritó Laura, corriendo al lado de Jimmy Joe-. No te muevas hasta que sepamos si estás herido.
– Cálmate, cariño -le dijo Jimmy Joe, aunque sus ojos nunca se apartaron de los de Brent-. Nosotros, los hombres, tan sólo vamos a discutir un poco acerca de los derechos territoriales. ¿No es cierto, amigo?
– ¡En mi salón, no! -gritó Snake desde el otro lado del bar. Laura sintió una oleada de alivio que alguien del tamaño de Snake estuviera allí para poner coto a este disparate. Pero para su horror, el dueño del bar les hizo señas hacia la puerta-. Si tienen ganas de romperse el cráneo, chicos, pueden ir afuera.
Laura miró a Brent boquiabierta cuando éste le pateó las botas a Jimmy Joe:
– ¿Te vas a quedar toda la noche acostado, machito? ¿O vas a dejar que te rompa la cara?
– Sólo estoy juntando fuerzas -Jimmy Joe rodó lentamente hasta quedar en cuclillas, como si apenas se pudiera mover. Luego se abalanzó sin previo aviso hacia la cara de Brent.
Brent lo esquivó y embistió a su rival con un sólido puño en la barriga. Jimmy Joe se tambaleó hacia delante, tomando a Brent en la cintura con el codo. Con un gruñido de dolor, Brent descargó un doble golpe de puño en la mitad de la espalda de Jimmy Joe, arrojándolo de cara a la pista de baile.
– ¡Basta! -gritó Laura cuando Jimmy Joe se apuró para ponerse de pie. Snake se acercó con un bate de béisbol, y toda la gente en el bar se paró de un salto. La mitad de los hombres parecían listos para comenzar a pelear, y las mujeres parecían ansiosas por animarlos. Laura se interpuso entre los dos combatientes-. No me voy a cruzar de brazos mientras se comportan de una manera tan infantil.
Brent la miró fijo como si estuviera loca:
– Si no quieres que lo muela a golpes, ¿por qué demonios empezaste esto?
– ¿Por qué lo empecé yo?
– Mierda, Brent -Jimmy Joe soltó una carcajada-. ¿No saben nada estas mujeres de ciudad?
– ¡Tú! -ella señaló un dedo al rostro de Jimmy Joe-. No te metas.
– Lo que digas, cariño. Pero si no quieres ver una pelea, debes quedarte con el tipo que te trajo.
– ¿Qué se supone que es eso? ¿Algún tipo de credo machista? -dijo bruscamente-. Además, que yo sepa, tú no hiciste ningún escándalo cuando tu pareja se besó con Brent.
– ¡Diablos! Darlene no es mi pareja. Y aunque lo fuera, no me puedo enfurecer cada vez que se pone en celo. Vaya, todo el condado sabe que se abre de piernas para cualquiera.
Por un instante, Laura se quedó mirándolo, no creyendo del todo lo que había escuchado. ¿Cómo pudo pensar que este estúpido ignorante era atractivo? Se volvió a Brent y dio un paso al costado: