– Principalmente, supongo que el hecho que Brent no esté interesado en el matrimonio. Ni ahora ni nunca.
– Hmmm -Melody frunció la boca-. ¿Y tú qué piensas al respecto?
– ¡No lo sé! -apoyando el cepillo, Laura se volvió para derrumbarse sobre el tocador-. Pensé que podía aceptarlo, pero últimamente… últimamente, pienso todo el tiempo en el matrimonio. Y en tener hijos. Cuando era una niña, solía soñar con tener mis propios hijos. Luego pasó el tiempo, me acerqué a los treinta, y me convencí de que podía vivir sin ser madre alguna vez, sin saber cómo se siente tener a mi propio hijo en mis brazos. Pero estas últimas semanas con Brent, yo…
– ¿Qué?
Las lágrimas borronearon su visión:
– Es que lo quiero tanto.
Poniéndose de pie con un movimiento rápido y fluido, Melody envolvió a Laura en sus brazos.
– Sé que a veces duele amar. No debería ser así, pero sucede.
– Especialmente cuando ni siquiera puedes decirle al hombre que amas cómo te sientes. Tengo tanto miedo de que salga huyendo si lo hago.
– Ser sincero siempre provoca temor -dijo Melody-, y generalmente se paga un precio elevado por ello.
– ¿Entonces qué debo hacer? -se apartó para indagar en el rostro de su amiga.
– Oh, Laura -suspiró Melody-, si tuviera veinte años menos, te diría algo así como “Vale la pena correr riesgos para conseguir aquello que es realmente valioso” o “Algunas veces tenemos que traspasar el sufrimiento para alcanzar la felicidad” -sacudió la cabeza-. Desgraciadamente… aunque creo en ambos supuestos… he aprendido que cuando uno desea algo, el precio que termina pagando suele ser mayor al esperado, y nadie te garantiza que quedarás satisfecho con lo que termines obteniendo.
– ¿Valieron la pena los riesgos que tú tomaste? -preguntó Laura.
– Algunos. No todos. Pero por otro lado ninguno de nosotros termina ganando todo el tiempo -acomodó el cabello de Laura detrás de su oreja en un gesto maternal-. El juego de la vida no funciona así.
– Eso es lo que temo.
– Bienvenida al club -se rió Melody.
Antes de que Laura pudiera hacer un comentario, alguien llamó a la puerta. Karma y Chakra salieron corriendo ruidosamente como si fueran los perros guardianes que se suponía que eran. Laura miró a Melody:
– No crees que sea…
– ¡Greg! -Melody puso los ojos en blanco y se rió sin el más mínimo rastro de compasión por el aprieto en el cual se hallaba Laura.
– ¿Qué voy a hacer? -susurró Laura.
– Puedes comenzar por abrir la puerta.
– ¡No puedo hacer eso! -echó un vistazo a la ventana, preguntándose si podía escabullirse por ella, salir furtivamente por la entrada, y meterse en su coche sin que la viera.
– Ni lo pienses -advirtió Melody, al tiempo que los perros volvían corriendo al dormitorio-. Abre la puerta, dile que no tienes tiempo para hablar, y márchate.
– ¿Y si le abres tú y le dices que no estoy?
– Hay sólo un problema con eso: tu auto está estacionado justo en frente -Melody se agachó para agarrar a los perros-. Encerraré a estos dos mientras tú le abres.
– Te agradezco un montón -farfulló Laura, observando a Melody intentar persuadir a los perros de que se metieran en la otra habitación. Arrastrando los pies, se dirigió a la puerta de entrada, convenciéndose de que no era cobarde… sólo le estaba dando tiempo a Melody para encerrar a los perros.
Con un suspiro de resignación, echó una ojeada por la mirilla y vio a Greg parado en el porche de entrada, mirando hacia abajo con desazón. Por costumbre, sonrió al abrir la puerta:
– Hola, Greg.
– Laura Beth -su rostro se iluminó al verla. Por un instante, se quedó contemplándola hechizado.
Aunque ya no le interesaba desde el punto de vista romántico, tuvo que admitir que lucía apuesto en las sombras alargadas de la tarde. A causa del calor de septiembre, llevaba una camiseta de golf y pantalones sport, una vestimenta muy parecida a la que solía adoptar Brent. Pero por algún motivo, Greg no llevaba la ropa de la misma manera.
– Tenía… eh… -su expresión se tornó avergonzada-. Tenía miedo de que no estuvieras. Me refiero a que no respondiste a mis llamados. Te dieron el mensaje de que venía, ¿no?
– Sí, bueno, me lo acaban de decir hace unos instantes -sintió una punzada de remordimiento por todas las llamadas a lo largo del verano que no había respondido-. La verdad es que estaba por salir. Brent y yo ofreceremos una fiesta esta noche, y realmente me tengo que ir.
– Oh.
La decepción fue visible en su rostro, y ella se sintió como si acabara de patear el perro de alguien.
– Aunque tengo un par de minutos, si deseas entrar.
– Sí -sus ojos volvieron a brillar-. Sí, me gustaría, si no hay problema.
Intentando no suspirar ruidosamente, ella le indicó que la siguiera a la sala.
– ¿Deseas tomar algo?
– No, estoy bien -echó un vistazo con curiosidad manifiesta para ver dónde vivía. Por la expresión ceñuda, supuso que no estaba de acuerdo con la decoración de Melody.
– Yo, este… sólo necesito buscar algo en la cocina -comenzó a dirigirse hacia allí, y él la siguió, al tiempo que ella buscaba los boles que había dejado sobre la mesada-. Dime… -miró nerviosamente a su alrededor, preguntándose dónde estaba Melody. Teniendo en cuenta que su amiga y Greg se sacaban chispas, casi deseó que Melody no apareciera-. ¿Cómo anda todo el mundo en casa?
– Supongo que bien. Aunque todos te extrañan. No hay día en que alguien no pregunte si sé algo de ti. Excepto por tu padre. Cuando alguien te menciona, cambia de tema.
Ella frunció el entrecejo, y no dijo nada, aunque sintió una punzada de dolor en el pecho.
– Eso quiere decir que aún no se han puesto en contacto -preguntó Greg.
– No.
– Lo siento -dijo suavemente-. Oye, Laura Beth, sé que estás apurada, por lo que te diré inmediatamente por qué vine. He estado pensando todos estos meses en las cosas que me dijiste. Estabas equivocada, sabes, cuando dijiste que yo no confiaba en ti. Confío plenamente en ti, a todo nivel.
– Te agradezco, en serio, pero…
– No, no, déjame terminar -respiró hondo-. Me doy cuenta de que Beason’s Ferry no es el pueblo más interesante del mundo, pero también sé que no siempre estuviste tan ansiosa por marcharte. Cuando te conocí, y todavía estabas al frente de la oficina de tu padre, parecías feliz. Así que comencé a pensar en que tal vez realmente necesites algo que le dé sentido a tu vida, un trabajo en serio, en lugar del trabajo a beneficio, para sentirte menos descontenta.
– Greg -suspiró, sintiendo la tensión creciente detrás de sus ojos-. Vine a Houston en busca de algo más que un empleo.
– Lo sé, pero escúchame -cambió de posición-. Cuando estábamos saliendo, nosotros, este… hablábamos mucho sobre la farmacia, y pues, tú siempre tenías muchas buenas ideas sobre cómo podía mejorar el negocio. Como el bar de café exprés. Jamás se me hubiera ocurrido instalarlo, pero me ha dado grandes resultados. Y entonces estuve pensando en que, aunque las cosas no han funcionado entre nosotros a nivel personal -sus ojos finalmente se encontraron con los suyos-, ¿te gustaría ser mi socia comercial?
– ¿Qué? -lo miró boquiabierta, sorprendida, halagada y, por un instante inesperado, tentada. Pero mudarse de vuelta a casa significaría renunciar a Brent y a su empleo y amigos nuevos-. Greg, yo…
– No tienes que darme una respuesta ahora -dijo rápidamente-. Piénsalo y tal vez mañana o en algún momento la semana que viene podemos juntarnos y conversar.
– ¿Conversar acerca de qué? -preguntó Melody desde la entrada, y Greg giró rápidamente para enfrentarla.
– Greg me acaba de preguntar si quería ser su socia comercial -dijo Laura.
– Oh, qué gracioso -Melody se rió-. Y qué astuto. Muy, muy astuto, Gregory.