Slater se hallaba tendido de costado sobre la cama, observándola. Se olvidó del accidente que había ayudado a causar, de Graham y del daño que le habían hecho, mientras observaba cómo su hermana se meneaba delante del tocadiscos. La música sonaba con fuerza, invadiendo la pequeña habitación; Sarah sacudió su cuerpo, cubierto por la delgada bata azul de seda, justo a tiempo con la voz del cantante. Slater sintió dentro suyo que otra vez comenzaba a desearla.
Sarah conocía el tema perfectamente. Antes de que Bowie comenzase a cantar, justo antes de las palabras «Let's dance», se giró hacia su hermano con una sonrisa, y llevándose los delgados dedos a los hombros, abrió su bata de seda y la dejó caer al suelo, la cual se acumuló en suaves pliegues alrededor de sus zapatillas rosadas mientras ella sacudía la cabeza al compás de la música y pronunciaba junto a la primera frase las palabras «Let's fuck…»[20]
Y por unos instantes, detrás de sus ojos, en donde él sentía que en realidad vivía, fue invadido por una total desesperación, y por la absoluta necesidad de ocultar de ella lo que sentía, de dejar de reflejarlo en su rostro.
De pronto pareció interrumpirse, detenerse en un segundo congelado, con una expresión de falso deleite y sorpresa sellada en el rostro, mientras que por detrás, dentro de él, surgió un dolor al cual no pudo nombrar, como a su deseo, junto a éste, abatiéndole.
Extracto de la libreta del Detective Sargento Nichols; entrevista con Thomas Edward PRITCHARD, Comisaría de Islington, 28/6/83.
P: ¿Dice que vio el número de matrícula de la moto, no es así?
R: Oh sí, no hay duda de que me fijé en su número. Era STK 228 o algo parecido. O una I o una T. Me parece que una T.
El doctor Shawcross
El señor Williams —Mike, como le gustaba que le llamasen— era el amigo de Steven en el hospital. Llamaba al doctor Shawcross, «doctor Shock», porque decía que si uno se portaba mal y no hacía lo que ellos le mandaban, le darían shocks eléctricos. El señor Williams era divertido. Le hacía reír mucho a Steven. A veces también podía ser cruel, como cuando había dejado caer aquellas arañas encima del regazo de Harry, «el-tío-que-odia-a-las-arañas» (el señor Williams había utilizado una palabra larga en vez de «el-tío-que-odia-a-las-arañas», pero Steven no recordaba cuál era). Aquello había sido cruel, especialmente porque estaban cenando, pero también fue divertido.
Steven fue acusado de haberlo hecho y recibió un castigo, pero ahora no podía acordarse en qué había consistido el castigo.
Los cuervos graznaron su nombre.
El doctor Shawcross se hallaba sentado en su despacho mirando por la ventana los árboles deshojados de la campiña del condado de Kent, observando a unos cuantos cuervos agitar perezosamente sus alas sobre las ramas más altas, por encima de los marrones campos pelados. Delante suyo tenía abierto sobre la mesa el historial de Steven Grout. El doctor Shawcross tenía que escribir un informe acerca de Steven, para los aseguradores de uno de los vehículos implicados en el accidente que había motivado el ingreso de Grout allí, en la Unidad de Asilo Dargate.
Era el 16 de febrero de 1984 (el doctor Shawcross ya había apuntado la fecha en la hoja de papel en la cual escribiría el informe). Hacía frío. Aquella mañana al coche le había costado arrancar. El doctor Shawcross canturreó para sí con voz apagada y se agachó hacia el suelo buscando su maletín. Echó una ojeada a los anteriores informes sobre Grout mientras que con la mano derecha buscaba torpemente su pipa y el tabaco. Una vez que los encontró comenzó a llenar de tabaco su pipa.
Al ver la fecha del accidente de Grout, el doctor Shawcross se quedó pensando: junio veintiocho del año pasado. Suspiró. El verano parecía estar tan lejos, pero al mismo tiempo tenía que escribir una ponencia para la conferencia de Scarborough en junio; para eso sí que no faltaba mucho; apostaba a que llegaría con el tiempo justo.
Steven Grout (sin segundo apellido) había sufrido un accidente de tráfico el 28 de junio de 1983. Un barril de cerveza le había caído en la cabeza después de haber salido despedido de la parte trasera de un camión. Grout había caído a la calzada y fue arrollado por un coche. Su cuero cabelludo resultó lacerado, y había sufrido fractura de cráneo, de ambas clavículas y de la escápula izquierda, además de múltiples fracturas en las costillas.
El doctor Shawcross experimentó una extraña sensación de déjà vu, luego súbitamente recordó que el otro día había leído en el periódico algo acerca del juicio por el caso de este accidente (¿no había sido en el de ayer?). ¿No se había visto envuelta alguna persona famosa, o alguien relacionado con alguna persona famosa? Una figura pública, en todo caso, y una especie de escándalo. No lograba recordar. Tal vez el periódico aún estuviera en su casa. Lo verificaría al regresar por la noche, si es que se acordaba y Liz no lo había tirado a la basura.
El doctor Shawcross continuó leyendo los anteriores informes, llenando la pipa, mientras se la ponía en la boca y buscaba las cerillas en cada uno de sus bolsillos. Sus ojos pasaban rápidamente por encima de las hojas mecanografiadas refrescándole la memoria, registrando en realidad tan sólo ciertas palabras y frases importantes: cianosis… pecho golpeado… intubación… elevada presión sanguínea intercraneal… Dexametasona y Manitol… pulso retardado… aumento de la presión sanguínea… débil respuesta a estímulos dolorosos… ojos desviados hacia afuera… probable contusión del lóbulo frontal… practicada una traqueotomía en el ángulo del cuello…
El doctor Shawcross tarareó para sí, abrió un cajón, rebuscó dentro y rápidamente encontró una caja de cerillas. Encendió su pipa.
El último informe sobre Grout era de cuando Grout se había recobrado más o menos físicamente y se hallaba en la sala de rehabilitación de un hospital situado al norte de Londres. Grout se encontraba completamente desorientado con respecto al tiempo y al espacio, decía el informe. Había sido capaz de mantener una conversación pero incapaz de recordar cualquier hecho por más de dos minutos; no reconocía a las enfermeras que le atendían cada día.
El doctor Shawcross lanzaba bocanadas de humo, y en una oportunidad tuvo que apartar con una mano el humo de delante de sus ojos para poder seguir leyendo (se suponía que tendría que haber dejado de fumar para año nuevo. Bueno, al menos ahora no fumaba en casa. Bueno, casi nunca).
El paciente fue mejorando paulatinamente; consciente y en alerta pero todavía desorientado; marcado deterioro de su capacidad para leer y de la memoria; recuerdos vagos del pasado (más tarde se supo que había pasado su infancia en un asilo de niños), pero sin embargo la fecha era el 28 de junio de 1976.
En el informe había una frase que se repetía de tanto en tanto, registrada durante los distintos seguimientos y exámenes médicos y la alargada amnesia postraumática de Grout: poco discernimiento dentro de su incapacidad… sin discernimiento dentro de su incapacidad… falta de discernimiento dentro de su incapacidad… aún sin discernimiento en su incapacidad…
Por lo general Grout estaba bastante eufórico, siempre sonreía y sacudía la cabeza o hacía la señal con el pulgar hacia arriba; cooperaba totalmente en sus exámenes físicos y se mostraba ansioso por ser útil y cooperar en los tests de memoria y demás pruebas de sus facultades mentales por los que le hacían pasar. Pero mientras él se sentía completamente seguro de ser capaz de vivir por su cuenta o de acometer un trabajo o una profesión, su pobre memoria y falta total de empuje e iniciativa le hacían incompetente para todo lo que no fuera vivir en aquel ambiente resguardado. Hasta tal punto llegaba su permanente incapacidad, con pocas posibilidades, si es que alguna, de una mejoría en su condición.