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—Lo intento, aunque se me antoja un tanto infantil y rebuscado... —Me vi obligado a reconocerme en verdad incrédulo ante la posibilidad de que un deleznable personaje hubiera sido capaz de tergiversar de un modo tan burdo su declaración de culpabilidad.

—Tenga presente que Roque siempre fue un hábil estafador al que le bastaba con cambiar de sitio un punto o una coma para cobrar un cheque falso o variar por completo el sentido de una frase. Era su oficio y quiero creer que en el último momento me envió ese casi imperceptible mensaje a sabiendas de que sería la única capaz de interpretarlo.

—Lo sigo considerando una tontería, pero no soy quién para opinar... ¿Qué piensa hacer al respecto?

Me observó absolutamente perpleja, como si la considerara la pregunta más idiota del mundo.

—¿Y qué quiere que haga? ¿Acaso se le ocurre que con tan ridícula prueba puedo convencer a nadie de su inocencia? El caso está cerrado, y para lo único que me sirve lo que le he contado es para tratar de convencerme a mí misma de que el padre de mis hijas no fue un asesino y violador sin entrañas.

—Si también le sirve de algo le confesaré que yo tampoco lo creo; tanto es así, que es por eso por lo que estoy aquí.

—¿Y qué es lo que pretende?

—Confirmar la teoría de que Roque Centeno podía ser muchas cosas, pero no un pederasta, que es lo que en definitiva ha dado el caso por cerrado. A mi modo de ver, detrás de todo esto hay alguien más; el auténtico culpable, que es el que en verdad me interesa.

—Pero usted no es policía... ¿o sí? —Ante mi muda negativa insistió—: ¿Entonces por qué lo hace?

—Motivos personales. Soy amigo de la madre de una de las niñas asesinadas.

—¿Amigo íntimo? Perdone, no es de mi incumbencia. Aparte de que considero que no hace falta tener ningún motivo especial para tratar de averiguar quién ha sido capaz de cometer unos crímenes tan espantosos. Mis hijas son aproximadamente de la edad de esas niñas.

Necesité un tiempo para decidirme a decir lo que pensaba, a punto estuve de no hacerlo, pero al fin consideré que si no hablaba tal vez tuviera que arrepentirme, y mucho, más adelante.

—Quisiera pedirle un favor... Me gustaría que durante una temporada se marcharan a un lugar donde nadie la conozca.

—¿Por qué?

—Por simple precaución. De lo que estoy absolutamente seguro es de que el verdadero culpable mantenía algún tipo de relación con su marido, y debía saber por tanto que tenía dos hijas de edades y aspecto similares a las que tanto le atraen. Semejante psicópata, porque sin duda lo es, tal vez considere el colmo de la sofisticación violar y asesinar a las hijas de un antiguo colaborador.

—¿Realmente lo considera un «colaborador»?

—Me temo que sí; y lo que es aún peor, «un colaborador necesario».

—¡Dios mío! Después de eso, ¿quién me va a poder decir que el amor es un sentimiento hermoso? La mayor parte de las veces el maldito amor nos destroza la vida; si no me hubiera enamorado de semejante macarra habría seguido siendo una modelo fotográfica magníficamente pagada hasta el día en que me hubiera casado con un millonario que lo único que me hubiera pedido es que me abriera de piernas de vez en cuando y saliera muy guapa en las fotos. En vez de eso, he tenido que sufrir todas las penas del infierno y ahora usted me pide que abandone mi casa porque corro el peligro de que asesinen a mis hijas.

—Tan solo es una medida de seguridad temporal; lo más probable es que esté exagerando porque admito que todo esto me está volviendo un tanto paranoico.

—Pues no cabe duda que ese tipo de paranoia debe ser contagiosa porque está consiguiendo aterrorizarme... Mis hijas son todo lo que me queda.

—En ese caso lo mejor que puede hacer es llevárselas de aquí... ¿Necesita dinero?

Me miró de reojo, como si fuera un marciano que acababa de bajar de un platillo volante.

—¡Qué cosas pregunta! ¿Qué cree que me dejó Roque además de deudas de juego? Tengo un miserable empleo de vendedora en una boutique y con lo que gano apenas consigo sacar a las niñas adelante, pero si me voy de Marbella no sé de qué demonios voy a vivir. Después de parir dos veces ya no soy lo que era.

—Le proporcionaré los medios para que puedan pasar una temporada «de vacaciones» en algún lugar discreto, pero necesito que recuerde si su marido le habló de alguien con quien mantuviera alguna relación poco corriente en estos últimos tiempos.

Negó segura de sí misma.

—Desde hace tres años apenas nos veíamos. Únicamente cuando venía a recoger a las niñas, y nunca me hablaba de lo que hacía, entre otras cosas porque sabía que no me gustaba que lo hiciera. Jamás, a todo lo largo de nuestra vida en común, mencionó un solo trabajo decente o un proyecto que no estuviera encaminado a engañar a alguien, y por lo tanto yo prefería no saber nada al respecto.

—Debe resultar muy difícil convivir con alguien así...

—¡No lo sabe usted bien! Sobre todo cuando se le quiere. Llegó un momento en que cuando más tranquila me sentía era cuando lo metían en la cárcel porque al menos sabía que no estaba planeando algo peor de lo que ya había hecho y por lo que pudieran acabar matándole. Y al final acabaron matándole.

—¿Y no tiene ni idea de quién pudo ser?

—¡En absoluto! Y es más, no me interesa, a no ser que se trate de un pederasta que pueda poner en peligro a mis hijas. Mal que me pese aceptarlo, fui tan estúpida como para enamorarme como una mema de un hombre que era carne de horca.

—Nadie manda en el corazón.

—¡No diga gilipolleces! No se trata de un asunto del corazón; es un asunto del coño. Y eso es lo que más daño me hace; la cabeza y el corazón me ordenaban cada día que lo abandonara, pero mi coño lo reclamaba cada noche. ¿Tiene una idea de lo que significa pasarse el resto de la vida avergonzándose por el hecho de no haber sido capaz de contener aquellas ansias de que me cogiera por la cintura y me arrojara sobre la cama? Mi obligación era pensar en mis hijas y en el daño que aquella situación les estaba haciendo, pero no me escuché a mí misma y al fin llegamos a esto... ¿Dónde cree que podemos escondernos?

La Haya, 3 de junio de 2006

La Haya, 3 de junio de 2006

«Un grupo holandés, que pretende ser aceptado como partido político bajo la denominación de Caridad, Libertad y Diversidad, propugna la legalización de la pederastia y las relaciones sexuales con animales.

»Uno de sus miembros fundadores, Ad Van-der-Berg, declaró que buscan rebajar de 16 a 12 años la edad penal para que los menores puedan mantener relaciones sexuales con adultos, pues considera que el fenómeno de la pederastia debe ser estudiado y discutido por la sociedad.

»Admite que su organización mantiene contactos con otra semejante, llamada Martijn, que sostiene de igual modo que los adolescentes puedan prostituirse sin que se les considere víctimas de abusos, y sea lícito practicar el bestialismo siempre que no se cause un daño innecesario a los animales.

»Por último, propugnan que se autorice a emitir por televisión programas y películas pornográficos en horario infantil con el fin de ir educando sexualmente a los niños.»

Tuve que releer una y otra vez la insólita e impactante noticia con el fin de convencerme de que no se trataba de una broma de mal gusto por parte de un aburrido corresponsal que no tenía nada mejor que contar, pero cuando al día siguiente la encontré reproducida y ampliada en otros medios de comunicación no pude por menos que aceptar que se trataba de un hecho cierto, y que en algún lugar del mundo, en este caso Holanda, existían seres humanos que consideraban como algo natural las más infames depravaciones.