Zacarías evaluó a las mutaciones que se retorcían con interés.
– Riordan me habló de tales cosas. ¿Así es como identifican a los que trabajan con los Malinov?
Dominic alzó la mano para llamar al relámpago, incinerando a las viles criaturas.
– Sí. Debo mantenerlas dentro de mí y se multiplican muy rápido. Gregori atrajo nuestra atención sobre ellas cuando las encontraron en Destiny, la compañera de Nicolae. Gary, un macho humano que trabaja con él, comparó estos parásitos con los que tengo desde la ingesta y descubrió que los nuevos son más fuertes. No está seguro de lo que significa eso, sólo que Xavier los mutó aún más. Creo que vuelven loco a su anfitrión. Susurran continuamente… -Su voz se interrumpió y sus ojos se encontraron con los de Zacarías-. Cuando estaba cerca del jaguar, las voces cesaron. Los parásitos dejaron de moverse dentro de mí, casi como si tuvieran miedo, como si se ocultaran.
– ¿De qué? -preguntó Zacarías-. ¿De tu mujer?
– Si temen a una hembra, no podrían haber infectado a Destiny -señaló Dominic.
– Tal vez, con Solange cerca, el dolor simplemente sea más fácil de ignorar.
Dominic negó con la cabeza. Las cejas de Zacarías se dispararon hacia arriba.
– Aunque aprecio tu actual disfraz de vampiro, los parásitos que se retuercen cerca de tu ojo son un poco exagerados.
Dominic apartó de un golpecito a la ofensiva criatura y observó como se incineraba. El relámpago se horquilló a lo alto y los árboles temblaron.
– Se están acercando, Zacarías.
Zacarías lo evaluó con ojos fríos.
– ¿Crees que he viajado toda esta distancia para huir cuando el enemigo se aproxima? Me quedaré aquí y haré mi papel como investigador encorvado para instalar estar cámaras nocturnas con las que captar al elusivo jaguar. Incluso tengo un permiso adecuado para mi trabajo y credenciales. He descubierto que es un buen cebo para los malignos.
– ¿Tus hermanos están cerca?
– No permanezco cerca de ellos. Su felicidad es lo que trato de asegurar, pero estar cerca de ellos es perturbador en modos que no puedo explicar. -Dibujó otra sonrisa sin humor-. Irrito a sus compañeras con mis exigencias. Parece que no tengo derecho a preocuparme por su seguridad.
Dominic rió, sin preocuparse de que sus dientes afilados de vampiro brillaran negros y atroces en la noche.
– No puedo imaginarme cómo suenas para esas mujeres.
Zacarías se encogió de hombros.
– A ninguna de ellas debería permitírsele hacer lo que hacen. Hasta Rafael se ha ablandado.
Un ejército de hormigas emanó y cubrió el tronco caído justo detrás de Zacarías. En un momento el tronco estaba cubierto de musgo y hongos y al siguiente era una alfombra en movimiento de negro y rojo vertida sobre él. Dominic apartó a Zacarías del tronco, lanzándolo detrás de él, una reacción instintiva para proteger al otro hombre. Incluso mientras lo hacía, alzaba una mano al cielo, llamando a varios tridentes de relámpago.
La luz blanca, ardiente y brillante, golpeó el árbol caído. Las hormigas estallaron en llamas, chasqueando y humeando, algunas saltaron en el aire, otras se arrastraron hasta la vegetación que cubría el suelo del bosque, rodeando los pies de Dominic para llegar a Zacarías.
El aliento de Dominic siseó entre sus dientes. Vampiro. Viene a por ti.
Entonces seguramente deba esconderme tras de ti acobardado. Había casi un borde de humor áspero en la voz de Zacarías, como si vagamente recordara la ironía y el humor.
El relámpago siguió al enjambre de hormigas, varios golpearon, pero la masa se extendió por el suelo rodeando a Zacarías. Los dos guerreros retrocedieron más y más, barriendo la tierra a su alrededor con fuego para despejar los restos.
– Muonìak te avoisz the… Te ordeno revelarte -ordenó Dominic, con voz baja, pero el tono fue de una autoridad absoluta.
Las palabras ancestrales utilizadas con el poder del antiguo guerrero cargaban tanta fuerza como el relámpago.
La masa de insectos onduló, era una alfombra viva que comenzó a convertirse en una sombra oscura que se arrastró por el suelo. Obviamente intentando resistir, la sombra comenzó a oscilar entre una sombra insustancial y miles de hormigas.
– Veriak ot en Karpatiiak, muonìak te avoisz agbaainad ès avoisz te ete kadiket… por la sangre del Príncipe te ordeno que tomes tu auténtica forma y te reveles ante los instrumentos de la justicia -exigió Dominic.
Un gemido chirriante, como uñas sobre una pizarra, reverberó a través de los árboles. El bosque respondió con gritos doloridos. Los monos lloriquearon, enroscando las colas, con la cabeza baja, las manos sobre las orejas.
La sombra insustancial creció hasta convertirse en un cuerpo alargado, los brazos del vampiro se extendieron hacia Zacarías, con los dedos de las manos huesudos y nudosos, las uñas afiladas y ligeramente curvadas como garras. El vampiro alzó la cabeza desafiante, revelando piel tirante sobre el hueso, desgastada en ciertos lugares parecía que la carne hubiera sido arrancada, con gusanos saliendo de los agujeros abiertos. Escupió a Dominic.
– Traidor. Eres uno de nosotros. Comparte a este tonto. -El vampiro enterró las uñas en el suelo y se arrastró más cerca de Zacarías, con la atención centrada en el “investigador humano”. Emitía gruñidos mientras hablaba, sus cuerdas vocales estaban oxidadas y tensas. Sonaba más animal que hombre. Sus rodillas huesudas se hundían profundamente en la tierra, y bajo su cuerpo la tierra gemía y pequeños gusanos blancos y feos se contorsionaban y contoneaban cuando los dejaba caer. Su cuerpo largamente podrido indicaba que llevaba muchos años siendo vampiro, posiblemente siglos, aunque no era un maestro.
Dominic golpeó rápido, como era su costumbre. Hacía mucho que se había rendido con las bravatas y la charla. Estaba allí sólo con un propósito… destruir al no-muerto. No había razón para hablarles a menos que fuera para conseguir información, y sabía que había más de ellos en la zona. Éste estaba demasiado cerca de Zacarías y podía llevar cuentos a los demás.
Golpeó mientras el vampiro todavía se arrastraba sobre la barriga hacia Zacarías, quien permanecía absolutamente inmóvil, la imagen perfecta de un humano horrorizado por una pesadilla vuelta a la vida. El puño de Dominic atravesó la espalda del vampiro, desgarrando músculo y hueso, penetrando profundamente, buscando el corazón.
La sangre del vampiro salpicó su mano y su brazo, negra y brillante en la oscuridad del bosque. Quemaba a través de la piel. Todo ello mientras los parásitos en el interior de Dominic chillaban y gritaban impotentes en protesta, apuñalando sus entrañas de forma que sentía como si hubiera tragado cristal. Un fuego ardiente se cerró alrededor de su muñeca y brazo cuando las sanguijuelas del no-muerto intentaron protegerlo, envolviéndose alrededor de la carne de Dominic y mordiendo rápido. Dominic empujó más profundamente ignorando el dolor.
Sintiendo que el cazador estaba cerca de su corazón, el vampiro desesperado rodó con rapidez, aullando, sus dientes aserrados chasquearon contra Dominic mientras la otra mano se extendía a por el tobillo de Zacarías. Dominic fue hacia la tierra que había bajo el putrefacto cadáver andante, su mano empujó infaliblemente a través de los parásitos atacantes incluso mientras los de dentro de su propio cuerpo reaccionaban con agitación, apuñalando y arañando, desgarrando sus órganos para controlarlo.
Zacarías eludió la mano tanteante del vampiro, desvaneciéndose para reaparecer a unos cuantos pasos de distancia, con sus ojos fríos estudiando el cielo y la tierra en vez de la lucha entre cazador y presa. A unos cuantos pasos de distancia la savia corría como sangre negra rezumando del tronco de una higuera. Las hojas se arrugaron y gotas de savia golpearon el suelo con un goteo lento, humeando y quemando un agujero entre la espesa vegetación que rodeaba el árbol. Un pequeño puercoespín disparó sus púas en posición erecta, escabulléndose lejos del árbol, dejando caer de sus patas la fruta.