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Podía oír el rumor del río y se tumbó sobre el vientre, escuchando, inhalando el aire por la nariz, buscando también señales en los animales. Olfateó la presencia de al menos dos machos, hombres jaguar, pero no en sus formas animales. Sus sentidos estarían un poco más embotados, su audición menos aguda. Los rodeó por el sur hasta que alcanzó otro de sus pequeños escondites, otra vez protegido de los elementos por las raíces de un árbol. Esta caja era más larga y contenía sus armas cuidadosamente limpias y abundante munición. Cambió de forma y se vistió rápidamente, se colgó un cuchillo, una ballesta, flechas adicionales y su rifle. No era la mejor con una pistola, aunque tampoco mala, pero a distancia era condenadamente buena disparando tanto con rifle como con ballesta.

Atravesó el bosque guiándose por las huellas de los animales. Tenía la ventaja de ser pequeña y compacta, lo que le permitía meterse en espacios donde los machos jaguar, más grandes, no podían ir para captar su olor. Gateó sobre sus manos y sus rodillas parte del tiempo y otras veces se deslizó sobre su vientre hasta llegar al sitio que había escogido para su ataque.

Echó una buena mirada a su alrededor, olfateando el aire antes de trepar al árbol. Era bastante más difícil pasar a medio humana, medio felino, pero había usado la técnica a menudo a lo largo de los años, así podía ascender a la canopia rápidamente, incluso acarreando las armas y las ropas que pudiera necesitar.

Se acomodó en un recodo del árbol escuchando los sonidos que llegaban desde la orilla del río. Un motón de juramentos. Refunfuños. Entornó los ojos, mirando con atención a través de las hojas para examinar las rocas. Desde ese ángulo no podía ver ningún cuerpo. Tenían que haberlo movido, o quizá el cuerpo se había desprendido de las rocas hasta el agua y había sido arrastrado corriente abajo. Evidentemente esa fue la conclusión a la que llegaron los dos hombres.

– Deberías haberla remolcado hasta la orilla, Kevin -se quejó uno.

Ella reconoció al que hablaba. Le había herido. Tenía la esperanza haber hecho un mejor trabajo, pero ya caminaba por su propio pie.

– Estaba demasiado ocupado arrastrando tu culo de regreso al laboratorio para detener la hemorragia. Habrías muerto aquí afuera si no lo hubiera hecho, Brad -replicó Kevin.

Los hombres jaguar tenían fama de mal carácter. Ni uno ni otro querían seguir el río durante kilómetros con la esperanza de encontrar el cuerpo, pero no tenían elección. Era una ley con la que todos vivían, destruir toda prueba de su especie. Los dos hombres anduvieron mirando por la orilla y luego expresaron, casi simultáneamente, su evidente repugnancia. Solange se mordió los labios con fuerza, furiosa porque se mostrasen tan irrespetuosos con la mujer a la que tan brutalmente habían usado… la mujer a la que habían llevado al suicidio. Puso el rifle en su hombro, tomó aliento, apoyó el dedo en el gatillo y colocó a Kevin directamente en su punto de mira.

Siempre había un momento en que se preguntaba si podría hacer esto, si vacilaría y los alertaría de su presencia, permitiéndoles matarla primero. Nunca sería capturada viva. Había rescatado a demasiadas mujeres y visto de cerca lo que les hacían a sus víctimas y nunca se permitiría caer en sus manos. Jasmine, su prima, fue capturada por estos mismos hombres. Solange los detestaba. Merecían morir. Cada uno de ellos había cometido asesinatos, matando a hombres, mujeres y niños. Incluso… Sintió que ese horrible momento se extendía frente a ella. ¿Podía hacerlo de nuevo? ¿Cuánto de sí misma perdería aunque fuera por justicia? El coste de tomar vidas se había vuelto tan elevado que ya no tenía la seguridad de estar dispuesta a pagarlo.

Apretó el gatillo. Kevin cayó y el sonido del disparo reverberó a través del bosque mientras el cuerpo se encogía lentamente, con un agujero en la parte de atrás de la cabeza. Brad giró en redondo, saltando en el aire mientras intentaba localizar la fuente del sonido incluso mientras ella hacía el segundo disparo. La bala le dio en el hombro, haciéndole girar mientras empezaba su caída desde el borde del acantilado al río rugiente de abajo. Se movió en el aire, intentando frenéticamente rasgar sus ropas mientras caía en picado en el agua agitada.

La bilis se agitó en el estómago de Solange, subiendo hasta su garganta mientras se secaba el sudor de la cara. El segundo hombre probablemente vivía, pero estaría fuera de combate por algún tiempo. Tendría que cazarlo más tarde. Y ya nunca podría mantener bajo vigilancia a otro cuerpo de nuevo: estarían esperándola. Ya estaba guardando automáticamente las armas para el descenso, temblando todo el tiempo pero moviéndose a base de pura experiencia y reflejo. Tenía que moverse rápido y salir de la zona. Brodrick viajaba con un grupo de guerreros y ella no estaba de ningún modo en condiciones de esquivarlos. El sonido viajaba en la noche y habrían oído los disparos.

Un pájaro chilló. Ella saltó de la rama, con la mano extendida, atrapando las gruesas y nudosas lianas que colgaban de todos los árboles y meciéndose con fuerza, usando su impulso hacia adelante para conducirse hacia la siguiente liana. Sus brazos casi se dislocaron cuando arrojó su cuerpo a través del espacio abierto hacia el siguiente árbol. Logró lanzarse sobre una rama, cambiando su peso para permitirse un mejor salto hacia las lianas que colgaban entre los siguientes dos árboles.

Miró por encima del hombro mientras saltaba y vio el enorme jaguar negro corriendo por las ramas del árbol que acababa de dejar. Su corazón golpeó con fuerza en su pecho, sacando el aliento de sus pulmones. Brodrick el Terrible. Por un momento fue una niña aterrorizado otra vez. La niña de ocho años con su familia muerta a su alrededor y el hombre, imponente, que la miraba con ojos planos, yermos, empujando la punta del cuchillo contra su piel para provocar a su felino y que se revelara.

No cedas al pánico, se regañó a sí misma, forzando a su cerebro a trabajar mientras se movía entre los árboles. Cambió de trayectoria sutilmente, siempre un paso por delante de ese feroz y enojado felino. Él era demasiado pesado para usar las lianas, se veía forzado a ir saltando por las ramas. Su ventaja era el aire y ella iba por los árboles sin ramas entrelazadas, obligándolo a ralentizar su persecución, haciéndolo bajar al suelo del bosque para seguir su avance. Debajo de ella, estaba enfurecido, corriendo, gruñendo, su rugido llenaba la noche.

Después de esa primera sacudida inicial, Solange mantuvo su terror bajo control. Conocía esta parte de la selva, probablemente mejor que Brodrick. Él no tenía ni idea de que ella era su hija, la que pensaba que había asesinado y descartado como si fuera basura tiempo atrás. Tenía alguna ventaja si mantenía la calma. Atrapó la liana que la haría pasar al árbol más cercano al caudaloso río. Crecido por la lluvia interminable, el agua inundaba ambas orillas, se agitaba y rodaba entre las rocas, creando una serie de rápidos. Se movió a través de los árboles sobrevolando el río.

Brodrick rugió otra vez y brincó hacia la gruesa liana justo cuando ella la asía, para avanzar balanceando la cuerda vegetal hacia su destino. Solange sintió el tirón y el corazón le saltó a la garganta. Su cuerpo se estrelló contra la rama con fuerza, sus manos trataron desesperadamente de agarrarla. Falló con la izquierda pero su derecha atrapó firmemente la nudosa rama. Logró agarrarse con la izquierda y mantenerse en movimiento, usando su peso como un péndulo para mecerse a sí misma sobre la rama.

Corrió a lo largo de las ramas, encajando una flecha en la ballesta. Brodrick trepó precipitadamente por el tronco y aterrizó detrás de ella, con suficiente fuerza como para sacudir el árbol. Lo enfrentó y se mantuvo firme, mirando dentro de esos malvados ojos amarillos. Él se la quedó mirando, inmóvil, agazapado, preparado para abalanzarse. Ella sintió la atracción de su hipnótico poder, aquella mirada abrasadora sobre sí, marcándola como presa.