Sostuvo la ballesta apoyada en la cadera, apuntándola con soltura y lo miró fijamente a los ojos. Dejó que viera su repugnancia. Lo despreciaba. No le tenía ningún respeto. No cedería ante este monstruo. Y no le temería. Nunca volvería a demostrar miedo ante él. Los labios de Brodrick se retrajeron ante su insubordinación. Hombres jaguar adultos y combatientes experimentados reconocían su superioridad, pero allí estaba ella, una humilde mujer sosteniéndole la mirada, sin apartarla, atreviéndose a desafiar su autoridad.
Solange se aseguró de que pudiera ver su desdén. Su desafío. Su completa repugnancia ante todo lo que representaba. Mofándose de él. Lo conocía. Lo había estudiado. Exigía completa reverencia, y la obtenía por medio de la crueldad y la intimidación. Todos debían inclinarse ante él, especialmente las mujeres. Odiaba a las mujeres que llevaban vida en sus cuerpos pero se negaban a seguir su voluntad. Habían sido puestas en esta tierra para servir a los hombres, para ser usadas de cualquier manera que los hombres creyeran conveniente, y aún así ellas huían de la selva tropical y de su autoridad para encontrar machos humanos. Las despreciaba, eso era una bofetada en su cara. En cada oportunidad que se le presentaba, las castigaba de manera brutal y degradante. Solange sabía que su desafío lo enfurecería y quería que estuviera furioso.
Se miraron fijamente durante un buen rato, ninguno parpadeaba. Observó la fuerza en la contracción de sus músculos, en la violencia desnuda de su mirada.
– Cuánto tiempo sin verte… padre. -Solange escupió la palabra.
El jaguar se quedó inmóvil, con los músculos poniéndose rígidos. Había desviado su ataque. Le mantuvo la mirada, en un juego de vida o muerte.
– Quieres sangre real. ¿Soy la única a la que no has logrado destruir?
Vio su vacilación, su perplejidad. Quería una hembra cambiaformas de sangre pura, pero ¿de dónde había salido ella? ¿Y con sangre real? Entre todos los cientos de niñas que había destruido, no recordaría a una. Querría mantenerla con vida. Sabía que era una cambiaformas y que era rápida para transformarse. Quedaban tan pocas mujeres que pudieran hacerlo.
Esperó pacientemente, respirando. Inhalando. Exhalando. Esperando a que escuchara lo que le había dicho. No sólo sangre pura. Sangre real. Observó el momento en el que lo comprendió. Padre. Real. Sí, había caído en la cuenta. Negó con la cabeza, claramente conmocionado, con la mirada fija en su rostro.
Ella le enseñó los dientes.
– ¿No vas a darme la bienvenida a casa… papi?
Era una provocación. Un reto. Una hembra desafiándolo.
Él gruñó y comenzó a cambiar, como ella sabía que haría. Tenía sólo unos segundos. Era rápido, más rápido de lo que había imaginado que pudiera ser. Levantó la ballesta y disparó una flecha directamente hacia su garganta en transformación. Girándose, dio un brinco hacia el próximo árbol, moviéndose con rapidez, sabiendo que si no lo había matado, iría tras ella.
Escuchó el rugido, pudo ver las salpicaduras de sangre sobre las hojas a su alrededor y siguió adelante. El jaguar estaba furioso, y un felino herido era doblemente peligroso. Algo grande chocó contra el árbol detrás de ella y lo sacudió entero, casi haciendo que se soltara. Precariamente, se arrojó hacia la siguiente rama, trepando a lo largo de su inestable longitud. Ranas arbóreas saltaron fuera de su camino. Una lagartija surgió debajo de unas hojas y salió corriendo. Ella captó el movimiento por el rabillo del ojo pero no se detuvo, saltando hacia el siguiente árbol, aterrizando en cuclillas para girarse rápidamente y lanzar una segunda flecha.
El jaguar negro se veía espantoso, todo dientes, con sangre corriéndole por el cuello hasta el amplio pecho. Allí, en la oscuridad, sus ojos tenían un brillo rojizo, fijos en ella, coléricos y decididos; aplanó las orejas al ver la ballesta cargada. La flecha le dio en la parte alta del hombro y rugió su ira, el sonido reverberó a través de la selva.
Los pájaros chillaban, salían volando desde la copa de los árboles a pesar de la oscuridad, elevándose al cielo para evitar la venganza del enfurecido jaguar. Solange tenía la suficiente experiencia como para saber mejor que la mayoría con cuánta fuerza podía golpear el gran gato, y cuando Brodrick saltó hacia ella, se tiró en picado hacia el siguiente árbol. Sus manos no alcanzaron a sujetarse y el corazón le dio un vuelco. Una rama delgada golpeó contra sus brazos extendidos. Escuchó un crack, pero se agarró por pura desesperación. Sus dedos se cerraron alrededor de la ramita mientras el jaguar aterrizaba pesadamente sobre su espalda, rasgándole la carne con sus garras.
Sintió el aliento caliente sobre su cuello cuando el jaguar intentó morderla en el hombro. La rama se rompió y cayeron juntos. Solange trató de girar lo suficiente como para encajar la ballesta contra un flanco del jadeante felino, pero fue imposible. Su columna era demasiado flexible y giraba con ella, evitando que se librara de él. El cuerpo de Solange golpeó contra una rama y la rompió por la mitad, lo que envió al pesado jaguar de un bandazo contra el tronco y finalmente lo apartó de encima de ella.
Solange miró hacia abajo, a las aguas revueltas y luego hacia arriba, al jaguar que se recuperaba, preparándose para volver a saltar. Dio un salto mortal, lanzándose de cabeza desde la rama a las aguas embravecidas. El bramido del jaguar la siguió en su caída. Trató de entrar al agua en línea recta, con los pies por delante. El impacto del frío sobre su cuerpo fue sobrecogedor cuando las aguas oscuras se cerraron sobre su cabeza, lanzándola dando volteretas río abajo. Dio vueltas una y otra vez, le ardían los pulmones. Perdió el rifle y la ballesta de inmediato, las armas le fueron arrancadas de las manos cuando la atrapó la corriente feroz.
Exhausta, con el cuerpo entumecido, Solange luchó por salir a la superficie a tomar una bocanada de aire antes de que la corriente la sumergiera otra vez. Recogió las piernas contra el pecho e intentó sobrellevarlo, sin luchar contra el ímpetu de la corriente, dejando simplemente que la fuerza del río la llevara lejos de su enemigo. Tenía que tomar aire cuando podía, y se golpeó dos veces contra las rocas. Su superficie era demasiado resbaladiza como para sujetarse a ellas, así que fue girando río abajo otra vez.
En la profunda oscuridad vislumbró un jaguar de color tostado tendido sobre la orilla, extendido cuan largo era; pasó tan rápido junto a él que no pudo distinguir si estaba vivo o muerto. Intentó permanecer en silencio, suprimir sus resuellos en busca de aire, los sollozos que intentaban escapársele cuando le ardían los pulmones. Estaba tan exhausta que comenzaba a hacérsele difícil mover los brazos o tratar de mantener el cuerpo derecho, los pies delante de sí. No podía ver las rocas hasta que estaba sobre ellas, y no tenía oportunidad de arrastrarse fuera del agua.
Durante sólo un momento se le ocurrió dejar que el agua se la llevara. Estaba cansada de luchar y tenía el cuerpo magullado y lleno de cardenales. Apenas podía mover los brazos, menos aún encontrar la fuerza necesaria para arrastrarse fuera del agua. Y sangraba por varias heridas punzantes y mordeduras. No podía nadar, no podía ver, y las ropas le pesaban arrastrándola hacia el fondo. Podría simplemente dejarse ir… pero estaba el problema de su Carpato.
El agua la lanzó alrededor de una curva y algo grande apareció frente a ella. El corazón le dio un vuelco. Un árbol caído yacía atravesado parcialmente sobre el río, con las ramas extendiéndose en todas direcciones. Si no se mataba al golpearse la cabeza contra el tronco, podría tener una oportunidad. Volvió a tomar control sobre sí misma mientras se acercaba a las ramas extendidas. El impacto fue más fuerte de lo que esperaba, la madera maciza le comprimió las rodillas contra el pecho, arrebatándole la pequeña cantidad de aire que tenía en los pulmones. Cuando el río la arrastró hacia el fondo, extendió las manos hacia arriba y consiguió enganchar el brazo alrededor de una rama. Elevando una silenciosa plegaria por que fuera lo suficientemente fuerte para aguantarla contra del arrastre del agua, hizo acopio de fuerzas para el próximo paso.