Se levantó de la tierra rica, tan rejuvenecido como alguien con parásitos en la sangre podría estar. La cueva en lo profundo de la tierra evitaba que el sol tocara su piel, pero lo sentía de todos modos, sabiendo que estaba justo fuera de la oscuridad, esperando para abrasarlo. La piel picaba y ardía con anticipación. Atravesó a zancadas la cueva con confianza absoluta. Se movió con la fácil seguridad de un guerrero, fluyendo sobre el desigual suelo en la oscuridad.
Cuando empezó a trepar a la superficie pensó en ella, su compañera, la mujer de sus sueños. No era su verdadera compañera por supuesto, porque entonces la vería en vívidos colores, no sólo sus ojos. Vería las variadas sombras de verde en la selva tropical, pero todo en torno a él permanecía en tonos grises. ¿Estaba encontrando consuelo en un engaño? ¿Eran sus canciones a ella, su amor por su compañera un engaño? La anhelaba, necesitaba evocarla a veces para pasar la noche cuando su sangre estaba ardiendo y le comían vivo desde el interior hacia fuera. Pensó en la piel suave, una sensación que parecía asombrosa cuando él era como un roble, hierro duro, la piel tan dura como el cuero.
Cuando se acercó a la salida a la cueva pudo ver la luz que se derramaba en el túnel y su cuerpo se encogió, una reacción automática después de siglos de vivir en la noche. Adoraba la noche, sin importar dónde estuviera o en qué continente estuviera. La luna era una amiga, las estrellas a menudo luces con las que se guiaba para navegar. Ahora estaba en un territorio que no le era familiar, pero sabía que los hermanos De La Cruz patrullaban la selva tropical, aunque había cinco de ellos para cubrir un territorio muy grande y estaban diseminados. Tenía la sensación de que los cinco que estaban reclutando vampiros menores contra los Carpatos habían escogido deliberadamente el territorio de los De La Cruz como su sede.
Los hermanos Malinov y los hermanos De La Cruz habían crecido juntos, siendo más que amigos, reclamando un parentesco. El pueblo Carpato los había considerado dos de las familias más poderosas, guerreros a los que no muchos podían superar. Dominic pensó en sus personalidades y del compañerismo que se había convertido en rivalidad. Tenía el presentimiento de que los hermanos Malinov habían escogido establecer su sede bajo la nariz de aquellos que estuvieron tramando con ellos maneras hipotéticas de apartar a la línea Dubrinsky del gobierno del pueblo Carpato, y al final habían jurado lealtad al príncipe. Los hermanos Malinov se habían convertido en los enemigos más encarnizados e inexorables de los hermanos De La Cruz.
El razonamiento de Dominic fue confirmado por el vampiro que había matado en las Montañas Carpatos, un vampiro menor muy hablador que quiso jactarse de todo lo que sabía. Él había avanzado, sin tomar prisioneros, por así decirlo, sorprendido de cuan fantástico sistema de alarma eran los parásitos. A los hermanos Malinov nunca se les ocurriría que algún Carpato se atreviera a ingerir la sangre e invadir su campamento.
Al acercarse a la entrada, fue golpeado primero por el ruido, sonidos de pájaros, monos y el zumbido incesante de los insectos a pesar de la lluvia constante. Hacía calor y el vapor se elevaba del suelo justo fuera de la cueva mientras la humedad se vertía de los cielos. Los árboles colgaban sobre las orillas hinchadas del río, sus raíces eran grandes jaulas nudosas, los zarcillos gruesos serpenteban sobre el suelo creando ondas de aletas de madera.
Dominic era insensible a la lluvia o al calor, podía regular su propia temperatura para permanecer cómodo, pero esos diez metros desde la entrada de la cueva a la seguridad relativa bajo el tupido dosel iban a ser un verdadero infierno y no lo esperaba con ansia. Viajar bajo el sol incluso bajo otra forma era doloroso, y con fragmentos de vidrio desgarrándole el interior a trozos, ya tenía bastante a lo que enfrentarse.
Fue difícil no tratar de alcanzar el sueño. En compañía de ella, el dolor se aliviaba y el susurro en su cabeza cesaba. El constante murmullo, los parásitos trabajando para que aceptara a los maestros y su plan, era agotador. El sueño le daba consuelo a pesar de saber que su compañera no era real.
Sabía que había construido lentamente a su compañera en su mente, no su aspecto sino sus características, los rasgos que eran importantes para él. Necesitaba una mujer que fuera leal más allá de todo, una mujer que protegiera a sus hijos con fiereza, que estuviera con él sin importar lo que se les viniera encima, sabría que ella estaría a su lado y no tendría que preocuparse de que no pudiera protegerse a sí misma o a sus hijos.
Necesitaba una mujer, que, cuando sólo fueran ellos dos, siguiera su liderazgo, que sería femenina y frágil y todas esas cosas que no podría ser cuando tuviera que luchar. Y deseaba ese lado de ella completamente para él. Era egoísta, quizá, pero nunca había tenido nada para sí mismo y su mujer era sólo para él. No quería que otros hombres la vieran del modo en que él lo hacía. No quería que ella mirara a otros hombres. Ella era sólo para él y quizá eso fuera lo que significaba verdaderamente el sueño, la construcción de una mujer perfecta en la mente cuando sabías que nunca tendrías una.
Conocía muy bien las habilidades luchadoras de ella. Había visto las cicatrices de las batallas. La respetaba y admiraba cuando caminaba a su lado, pero en realidad no podía retener su imagen durante mucho tiempo. Venía a él como si en sueños estuviera protegida por un tupido velo, intercambios de imágenes más que de palabras. A cualquiera le costaba mucho tiempo revelar cualquier parte de sí mismos a otro guerrero. Habían construido la confianza entre ellos lentamente y a él le gustaba eso en ella. La mujer no entregaba su lealtad fácilmente, pero cuando lo hacía, la daba por completo. Y eso le gustaba.
Otra vez se encontró sonriendo por dentro ante una fantasía tan ridícula a su edad. Debía ser un signo del empeoramiento de su mente. La senilidad se había impuesto. Pero cómo la echaba de menos cuando no podía traerla a él. Ella parecía más cerca allí en el calor de la selva, con la lluvia cayendo en capas plateadas. El velo de humedad le recordó la primera vez que había logrado mirar detenidamente a través de la neblina de su sueño y vio su cara tan claramente. Le había robado el aliento. Parecía tan asustada, como si se hubiera revelado deliberadamente, corriendo el riesgo al fin, pero temblaba, esperando que él la juzgara.
Él se había sentido más cercano al amor verdadero de lo que jamás estuvo. Trató de comparar el sentimiento con lo que había sentido por su hermana Rhiannon, en los primeros días cuando todos eran felices y él todavía tenía sus emociones. Había guardado el recuerdo de ese amor todos esos siglos, pero ahora, cuando necesitaba el sentimiento para completar su sueño, antes de salir a luchar, el sentimiento era enteramente diferente.
Sentimiento. Dio vueltas a la palabra una y otra vez en su mente. ¿Qué significaba? ¿Recuerdos? ¿O realidad? ¿Y por qué eran sus recuerdos tan nítidos de repente aquí en la selva? Olió la lluvia, inhaló el aroma de ésta y hubo un borde de placer en la sensación. Era frustrante captar casi el sentimiento y aún así, que le eludiera. No era simplemente un subproducto de ingerir la sangre de vampiro, había empezado a “soñar” mucho antes. Y los sueños sucedían mientras estaba despierto.
Dominic sospechaba de todas las cosas que no tenían sentido. No era un hombre propenso a los sueños o a las fantasías y esta mujer mítica se estaba convirtiendo en una gran parte de su vida, en una parte de él. Se estaba engañando al pensar que era una verdadera compañera, realidad en vez de un mito, mas aquí en la tierra donde mitos y leyendas volvían a la vida, casi podía convencerse de que ella era real. Pero incluso si lo fuera, era demasiado tarde. El dolor continuo que le arañaba el vientre le decía que su tiempo se había acabado y que tenía que llevar a cabo su propósito de infiltrarse en el campamento enemigo, conseguir sus planes, enviar la información a Zacarías De La Cruz y luego matar a tantos vampiros como pudiera antes de sucumbir. Había escogido salir a luchar por su pueblo.