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Antes de que pudiera arrastrarse sobre las ramas, escuchó un ruido escalofriante. Apenas captó el sonido por encima del estruendo del río y sus propios latidos atronándole en la cabeza, pero era una voz característica, una mezcla de gruñido y vocales humanas. Por un terrible momento casi perdió el agarre sobre la rama, conmocionada al no encontrarse sola y porque la voz era definitivamente jaguar. Temblando continuamente, se mantuvo quieta, intentando no dejar escapar su aliento irregular.

– No puede estar viva -gruñó la voz mientras se acercaba-. Se ha vuelto loco.

Solange intentó meterse entre la maraña de ramas. No quería dejarse ir. Sabía que se ahogaría. Mientras avanzaba muy lentamente dentro del laberinto de ramas, su espinilla golpeó contra un grueso tronco bajo la línea del agua y rápidamente envolvió las piernas a su alrededor. Tenía que soltarse del agarre mortal que tenía sobre la rama más alta. Era aterrador siquiera considerar tal locura, y le costó varios segundos obligarse a sí misma a dejar que sus dedos resbalaran a lo largo de la rama, para que su cuerpo no estuviera tendido a plena vista. Cerró los ojos y se relajó, usando cada poquito de fuerza que tenía para sujetarse con las piernas.

La corriente la arrastraba, con una fuerza poderosa que intentaba librarla de su agarre para llevársela a toda velocidad río abajo. Pero se resistió, acercando de nuevo lentamente la parte superior del cuerpo contra las piernas. Apartó las hojas y pequeñas ramitas con las puntas de los dedos. Se esforzó con ahínco y consiguió entrelazar los dedos alrededor de la rama, bajo el agua. Luchando por respirar sin hacer ruido, intentó permanecer en calma. Estaba en una posición precaria, agotadas sus fuerzas. El árbol se sacudió y supo que algo pesado había saltado encima. Los latidos de su corazón atronaban más fuerte que el estruendo del río.

– Recibió dos flechazos -dijo una segunda voz-. Si regresamos sin ella, es probable que nos mate a ambos.

– Quizás deberíamos largarnos durante una temporada, ir a investigar río abajo y no regresar por unos días. Va a enviar a esos guardias holgazanes a registrar la ribera y descargará en ellos su frustración.

– Ella mató a Kevin.

Solange cerró los ojos e intentó no temblar. Estaba justo encima de ella, en su forma humana, pero olía a gato mojado. Se preguntó si ella olía de la misma manera. Probablemente más bien como una rata ahogada.

– Ha matado a muchos de nosotros, Brett -continuó la segunda voz desde la orilla-. Y si no la atrapamos, matará a unos cuantos más.

– Sí -respondió Brett con un pequeño suspiro-. Ya me di cuenta de eso.

– Brad está hecho un desastre. Apenas pudo arrastrarse de regreso al laboratorio. Dijo que Brodrick los utilizó como carnada. Se le ocurrió que la mujer podría intentar ir a por ellos cuando volvieran a quemar los cuerpos, pero Brodrick no les advirtió a ninguno de los dos que ella podría tenderles una emboscada.

– Brodrick está loco -dijo Brett por lo bajo.

– ¿Qué? -siseó la otra voz en un leve hálito de miedo.

– No va a descansar hasta encontrarla, o hasta encontrar su cuerpo, Steve -dijo Brett-. Está obsesionado.

Steve se acercó, parándose sobre el enorme árbol caído. Solange sintió la vibración bajo el agua. Ahora temblaba de forma continua. Si no se alejaban pronto, perdería la capacidad de sostenerse en las ramas. Ya no podía sentir los dedos, sin embargo el cuchillo era un peso reconfortante en su costado, aunque no pudiera llegar a empuñarlo.

– Esto solía ser divertido. Podíamos tener todas las mujeres que queríamos, de cualquier manera que las quisiéramos -dijo Steve-. Será difícil encontrar otro lugar donde podamos hacer lo que se nos antoje, donde podamos tomar a quien queramos. Pero tal vez deberíamos irnos, Brett. Largarnos de aquí. Podríamos ir a Costa Rica, o algún otro lugar.

Brett caminó hacia Steve, pisando con cuidado sobre el tronco del árbol. Solange contuvo el aliento. Estaba justo encima de ella. Podía olerlo. El oscuro pelaje que se encontraba justo por debajo de la piel, su violencia y depravación.

– No me importaría marcharme, pero si lo hacemos, me gustaría encontrar a esa pequeña dulce virgen que tuvimos. Podríamos llevárnosla con nosotros para acompañarnos durante las noches -se rió suavemente-. Era una pequeña luchadora.

– Toda garras y dientes -agregó Steve-. Sí… yo tampoco me la puedo sacar de la cabeza, pero no hay modo de acercársele. Brodrick dice que está bajo la protección de los hermanos De La Cruz. Nunca conseguiríamos aproximarnos a ella. -Había especulación en su voz.

– Intentarlo sería un suicidio, probablemente -estuvo de acuerdo Brett-. Su miedo me espoleaba. Aquello era tan excitante. Me pongo duro de solo pensar en ella.

– Estás duro todo el tiempo -Steve se rió entre dientes.

Solange sabía exactamente de quién estaban hablando. Su prima Jasmine había sido tomada prisionera por los hombres jaguar. Solange y Juliette se las habían arreglado para rescatarla, con la ayuda de Riordan. El rescate casi le había costado la vida a Juliette. Riordan había convertido a Juliette en Carpato para salvarla. Pero habían llegado muy tarde para mantener a Jasmine fuera del alcance de los hombres jaguar y había quedado embarazada.

Solange apretó los dientes intentando evitar que le castañetearan. La furia tomó el lugar del agotamiento. Quería salir fuera del agua y clavar el cuchillo en la garganta de Brett. Recordó el rostro de Jasmine, golpeado y lleno de moratones, los ojos muy abiertos por la conmoción. Nunca más sería aquella chica despreocupada. Ahora existían sombras donde antes sólo había habido luz. El odio vivía y respiraba en Solange y detestaba encontrarse débil e indefensa, encogida en el río desbordado, aferrándose como una cría a las ramas del árbol. Pero estaba herida y exhausta. Le era imposible luchar contra ninguno de los dos hombres en ese momento, menos aún con ambos a la vez.

Steve saltó del árbol de vuelta a la orilla.

– Yo digo que nos larguemos antes de que Brodrick nos mate a todos. No puedo soportar a los estúpidos humanos con los que trabaja.

– Han encontrado mujeres para nosotros -dijo Brett. Siguió a Steve, aterrizando agazapado sobre la orilla, con la mirada perdida sobre el río-. Deberíamos encontrar una pequeña isla que nadie conozca y comenzar una colección. Podríamos adiestrarlas para hacer lo que sea que quisiéramos.

Steve se relamió.

– Esclavas sexuales. Brodrick tenía una habitación llena de ellas hasta que se volvió tan brutal que las fue matando una a una. Maldito maníaco. Me pasé un montón de tiempo con sus pequeñas esclavas.

– ¿No le importó?

Steve negó con la cabeza.

– No le importaba un comino. Le gustaba mirar, especialmente si les hacía daño. Causarles dolor le vuelve loco.

Brett sonrió.

– A mí también.

Steve se rió.

– Eres un completo desquiciado.

– No oí que te quejaras cuando estábamos compartiendo a esa caliente zorrita.

– Demonios, no me importa si te gusta marcarlas. Todo lo que me importa es follármelas. -Se cogió obscenamente la ingle-. Es para lo único que están aquí.

– Ahí es donde se equivoca Brodrick. Quiere cachorros. Olvídalo -gruñó Brett-. Úsalas y abusa de ellas. La mitad de la diversión está en encontrarlas, acecharlas y sacarlas de sus intrascendentes vidas seguras. Me encanta ver a una mujer bailando en un bar, sabiendo que puedo llevármela en cualquier momento que quiera y justo delante de las narices de quienquiera que ella ame. Puedo matar a su novio, a su amante o a su marido y tomarla ahí mismo al lado del cuerpo.