Выбрать главу

Arrastró su cuerpo árbol arriba, su fuerza disminuía. Vio a Zacarías mirar a Dominic, quien hizo un asentimiento imperceptible. Su corazón dio un salto. Se comunicaban y planeaban un ataque supremo. Zacarías se condujo a través de las defensas de Drago con una facilidad que le hizo darse cuenta de que había estado manteniendo deliberadamente al vampiro menor vivo por alguna razón que ella no podía entender. Golpeó el puño y atravesó la pared torácica, casi levantando al no muerto en el aire con su fuerza.

Hubo un horrible sonido de succión cuando extrajo el corazón y lo lanzó a las llamas que Dominic había convocado. Al mismo tiempo, Dominic calculó su tiro, introduciendo su hoja directamente entre los cuchillos. Las chispas se convirtieron en fuegos artificiales, las hojas afiladas se detuvieron, rompiéndose y cayendo para revelar el cuerpo de Demyan veteado de sangre.

El maestro vampiro rugió su odio, asimilando cómo el cuerpo de Drago se convertía en cenizas, su mirada saltando hacia Zacarías. El conocimiento de que los dos cazadores trabajaban unidos lo golpeó. Solange vio la sorpresa en su cara. Instantáneamente unas lianas se dejaron caer desde los árboles, enrollándose como serpientes vivas alrededor de Dominic mientras éste empujaba el puño hacia el pecho de Demyan. Solange se despojó de su ropa apresuradamente, arrancándose la blusa y empujando los vaqueros a un lado. Saltó del árbol al suelo que ondulaba, cambiando con una velocidad experta. Las enredaderas se envolvieron, apretando a Dominic, sujetando un brazo y cubriendo su boca y nariz. Una serpenteó por su cuello, apretando con fuerza alrededor, mientras otra se convertía en la cabeza de una víbora y retrocedía, exponiendo los dientes para golpear en el ojo.

El jaguar aguantó la repentina agitación del suelo debajo de ella, asentándose, esperando. En el momento que la hinchazón bajó, cargó contra Demyan, apresurándose hacia él desde atrás. Su atención estaba fijada en Dominic, dirigiendo las enredaderas que lo encarcelaban. El jaguar golpeó el maestro vampiro con fuerza, hundiendo los dientes en la nuca. Las mandíbulas poderosas sujetaron su cráneo mientras el ímpetu del ataque del jaguar lo conducía hacia adelante hasta empalar el pecho en el puño extendido de Dominic.

Cuando Solange saltó hacia atrás, Zacarías recogió la espada desechada de Dominic y, con un balanceo violento, cortó el cuello de Demyan. La cabeza salió volando y Solange se giró, incapaz de observar el espectáculo de una cabeza rodando por el suelo, directa al fuego. Sus chillidos la arañaron por dentro e incluso en su forma de jaguar, sintió subir la bilis. Dominic tiró el corazón a las llamas y los dos Carpatos se enderezaron, con las cabezas gachas, respirando con dificultad, mientras en torno a ellos el suelo ardía con fuego y la sangre de vampiro quemaba a través de la piel hasta el hueso.

Solange se dirigió al árbol donde había dejado su ropa desgarrada, sin mirar atrás. Sabía que los dos machos Carpato estaban concentrados en sus heridas, curándose a sí mismos como mejor podían antes de tratar de limpiar el área y eliminar toda la sangre de vampiro así como los parásitos, para ayudar a la recuperación de bosque.

Se vistió detrás de la maleza, considerando el huir, pero estaba demasiado cansada para intentarlo. No podía ayudar con la limpieza general. Tendría suerte de encontrar un lugar seguro donde dormir. Armándose de valor, cuadró los hombros y se giró, casi chocando contra… él.

Capítulo 6

Mi amante soñado y compañero,

Conoces cada parte de mí.

De Solange para Dominic

Solange alzó la vista, la subió más. Dominic era mucho más alto y grande en la realidad de lo que parecía en su sueño. Ésta no era una imagen en sombras, sino un hombre verdadero de carne y hueso ante ella. Era una figura imponente, los hombros más anchos, el pecho más musculoso, todo más. Su mirada viajó arriba por su cuerpo, notando cada herida, viendo las caderas estrechas, la cintura delgada y las ondas de músculos sobre el vientre plano. Los pulmones se negaron a respirar. No tenía la menor idea de cómo reaccionar.

Sus ojos se quedaron pegados en la boca de él. Tenía una hermosa boca con los labios muy esculpidos. Allí estaba ella, con el corazón palpitando desenfrenadamente, la mente chillando, mirándole a la boca, incapaz de apartar los ojos o ver aún más arriba por su cara. Se sentía pequeña e insustancial a su lado. Femenina. Como una chica. Una chica joven y tonta que no tenía la menor idea del mundo entre hombres y mujeres. Estaba en desventaja.

Era probable que dejara escapar algo insultante. Apartaba a las personas cuando se sentía vulnerable, y nunca se había sentido más vulnerable en toda su vida. Este hombre podría romperle el corazón. Lo sabía estando simplemente en su presencia, y cuando el corazón estaba implicado ella era más letal. Las puntas de las garras tenían veneno. Podía ser muy malvada, capaz de cortarlo en pedacitos con palabras ofensivas. Había perfeccionado su actitud sarcástica e indiferente hasta que convertirla en un medio de expresión artística.

Ya lo había perdido y no había ni abierto la boca. No podía hacer esto. Podía luchar cualquier batalla que le pidieran, caminar sin temor hasta el corazón del campamento enemigo y sacar a una mujer bajo la mirada de todos para liberarla, pero no podía hacer esto. Apretó los labios con fuerza, las piernas le temblaban, se habían convertido en gelatina, quería correr. Saboreó el temor en la boca. Temor. Ella. Solange Sangria, atemorizada de un hombre. Detestó el sentimiento.

Solange con un hombre. Por primera vez en su vida adulta estaba aterrorizada. Absolutamente aterrorizada. No podía hacer esto. No podía enfrentarse a esto, a la única persona sobre la tierra a la que le había dado su alma. Abierto su alma, contado cada deseo secreto, cada temor, todo. Las mujeres jaguar eran naturalmente sumisas a sus machos. Luchaban hasta que el más fuerte, el más agresivo se atrevía a aparearse con ellas y se sometían al macho. Estaba preprogramada para ese baile de lucha y sumisión entre macho y hembra, eso la aterrorizaba. Nunca podría reconocer ese lado de su personalidad. Nunca podría someterse, pero parte de ella lo deseaba, así que empujó esa parte profundamente, la sumergió totalmente debajo de la luchadora, oculta a todos los ojos, a todos excepto a los de él.

Tiritó o tembló; honestamente no lo sabía. Él le agarró el mentón entre el pulgar y el dedo en un puño firme. Los pájaros revolotearon en su estómago. Su toque era tal y como había imaginado, suave pero imposiblemente firme, el toque de un hombre en completo dominio de sí mismo, o de ella.

– Mírame, Solange.

Su voz era tan suave como su toque. Una caricia baja, como terciopelo contra la piel. Tierna, pero una orden no obstante.

Luchó contra su naturaleza, contra el calor entre ellos, la necesidad en ella misma por un alma gemela, por alguien con quien compartir su solitaria vida, una necesidad tan fuerte que apenas podía pensar en desear ser todo lo que él deseara. Alguien como ella podía perderse en alguien como él. Otro hombre, uno menos… sólo menos, y podría salvarse. El otro lado de ella, violento y orgulloso, el que le era más familiar, en el que se refugiaba y se consolaba, nunca respetaría a un hombre menor.

El silencio se estiró entre ellos. Era una completa agonía obedecer. Era peor no hacerlo. Él dejó la decisión en manos de ella, pero la fuerza de su personalidad intimidaba.