Выбрать главу

Se escuchó rápidamente tomar aliento cuando la levantó.

– Valor -le susurró él contra la nuca.

Ella no temía el método de viaje que había escogido, él lo sabía. También sabía que no le temía, no a Dominic el guerrero. Confiaba en él o nunca habría entrado en la batalla con él. Era a Dominic el hombre al que temía y éste era quien debía ganarse su confianza. Por encima de todo, lo deseaba todo de ella. Sabía que su necesidad era egoísta, pero había tenido muy poco brillo en su vida, y Solange relucía como la más brillante de las estrellas. La llevó a los cielos acercando sus cuerpos.

Solange se metió el puño en la boca para evitar protestar. No quería hacer nada equivocado, pero si no tenía ni la menor idea de cómo actuar, estaba destinada a cometer un error. Su gata rondaba de aquí para allá, en un momento ronroneaba con satisfacción y el siguiente siseaba y gruñía como si presintiera su terror creciente.

¿Cómo iba a despojarse de su ropa delante de él? ¿Por qué no había escuchado a MaryAnn cuándo intentaba ayudarla a que aprendiera a ser más femenina?

Él se inclinó sobre ella y acarició con la lengua el lugar exacto donde había tomado su sangre. La mente de Solange perdió su tren de pensamientos. El calor la inundó entre las piernas. Los músculos del estómago se contrajeron debajo de la palma de Dominic y los senos se sintieron de repente llenos y doloridos. Encima, iba a reaccionar como una gata en celo. A menos… nunca podría yacer con él, jamás se entregaría porque él se la tragaría, la dejaría sin nada.

Dominic le acarició el cuello con la nariz. Deja de pensar y permítete disfrutar de lo que queda de noche. Relájate en mí.

Estaba tensa, aterrorizada de sentir su inmensa fuerza, petrificada por el compromiso que significaba acompañarlo. ¿Cuánto más lejos llegaría para complacerlo? ¿Perdería su sentido de ella misma?

¿Es tan difícil, kessa ku toro, mi pequeña gata salvaje, relajarse para mí?

¿Lo era? Se estaba comportando como una tonta. Respiró hondo y lo dejó escapar el aliento. Obligó a sus ojos a abrirse y observó la noche. Estaban fuera del pesado dosel, en el cielo abierto. Arriba. Más alto de lo que jamás había estado antes. Nunca había estado fuera de la selva tropical. Nunca había volado en un avión. Por un momento se asustó y se aferró en él.

Abre los brazos, minan, mía

Tragó con fuerza. Había un ronroneo bajo en su voz, como si todo lo que ella tuviera que hacer fuera estirar los brazos como alas y eso le complacería más que cualquier otra cosa. ¿Era tan sencillo? Tenía que confiar en él para no caerse. En la batalla había confiando implícitamente en él. Por supuesto que la mantendría a salvo. Era ridículo pensar que no lo haría. Y tendría la experiencia de volar, quizá por única vez en su vida.

Dejó escapar el aliento y levantó cada dedo del brazo de él. Sólo entonces se dio cuenta de que había estado colgando de sus antebrazos con las garras. Soltó un suave grito inarticulado, avergonzada.

No te preocupes, gatita. Sólo déjate ir y vuela conmigo.

Fue un cuchicheo seductor. Sintió que el calor del aliento en el cuello le daba tranquilidad de algún modo. Para complacerle, para decir que lamentaba haberlo herido inadvertidamente, se soltó y abrió los brazos al viento como si fuera un gran pájaro. El viento le tocó la cara y la despeinó. Encima de ella había un mar de nubes girando turbulentas, pero tan hermosas. Alrededor estaba el cielo abierto. Debajo las partes superiores de los árboles, algunos se disparaban más allá de la espesa cobertura para surgir triunfantemente entre la multitud. La tierra de abajo le deslumbró los ojos. Nunca se había sentido tan libre en su vida.

La boca de Dominic le acarició el cuello, un roce en realidad, pero sintió su toque como una marca. Nadie jamás la había hecho sentir así, mareada, importante, toda su atención se centraba en ella. Con sólo un toque. Y él había preguntado. Podía unir fácilmente su mente con la suya, los Carpatos lo hacían todo el tiempo, una invasión, ella siempre lo había pensado. Algo equivocado. Nadie debería tener acceso a los pensamientos privados de uno. Y aún así…

No es necesario.

Ella no podía detectar desilusión, pero aún así, ¿por qué no podía decir que sí sin más? Él le estaba proporcionando una experiencia tan hermosa, una que dudaba que muchas personas tuvieran la oportunidad de conseguir. ¿Tanto le costaba permitirle ver cuánto apreciaba este momento? Él no la estaba haciendo sentirse culpable; era ella. ¿Era realmente tan cobarde? ¿Qué podría suceder si sólo por este momento dijera que sí?

Respiró, sabía que las manos de él lo sentían, esa rápida inhalación, tan cruda y jadeante. No me importa.

Me honras.

Y entonces estuvo ñel dentro de su mente, una penetración lenta que envió mil dardos de fuego ardiente sobre su piel y profundamente a su interior, enviando una quemadura lenta por el estómago a su centro más femenino. Le sintió en ella, como si compartieran la misma piel, unidos tan profundamente que no sabía dónde comenzaba él y dónde ella.

Se dio cuenta de que le estaba mostrando sus inseguridades, su frágil asidero en el valor, la necesidad terrible que tenía de él, el temor horrendo y casi insuperable a defraudarlo.

Shh, minan, mira la noche conmigo. Eso es todo. Comparte la noche.

Su murmullo sedante, casi una caricia, calmó sus pensamientos salvajes y concentró su atención en la espectacular sensación de elevarse por el aire. Encontró el milagro mucho más especial cuando era compartido. Él los llevó en un gran círculo sobre el río y ella divisó los raros delfines rosa. Por supuesto que los había visto antes, pero no así, donde podía ver su asombrosa velocidad en el agua. Rió. Con sus mentes unidas, el arranque de felicidad de Dominic la regocijó. Era como un niño que experimenta todo por primera vez después de cientos de años sin emoción, y eso aumentó su placer.

Giró la cabeza hacia él y se encontró queriendo acariciarle con la nariz el cuello en una demostración rara de tímido cariño, pero no podía atreverse a tocarlo, así que inhaló su olor, tomó su esencia masculina en los pulmones y la retuvo allí, como si se abrazara a ella.

Uniré las manos alrededor de la cintura, Solange. Asómate y déjame tomar tu peso para que puedas sentir el verdadero vuelo.

El corazón le tartamudeó ante la idea. Empujaba realmente sus límites de confianza, pero él parecía ignorante de ello. ¿O lo era? No podía ser. Estaba dentro de su mente. Conocía sus temores. Se humedeció los labios, el pulso le palpitaba de forma atronadora en las orejas. Como antes, él permaneció silencioso, no repitió la petición. Simplemente esperó su elección.

Ella se lamió los labios de repente secos. Su vida estaría en sus manos. Con los brazos extendidos, su cuerpo caería hacia adelante como si realmente volara, no tendría la oportunidad de colgarse a él. Dudaba que fuera lo bastante rápida para cambiar, para girar y agarrarse con las garras si la dejaba caer. ¿Podría hacerlo? ¿Le desagradaría si ella no lo hacía? ¿Importaría? Trató de tocar su mente, pero él simplemente esperaba.

Podía sentir el peso de su mirada sobre ella. Tan resuelta. Toda su concentración solamente en ella. Sintió lágrimas ardiéndole detrás de los ojos. Quería dárselo. Era todo lo que podía darle. Momentos como éste. Sabía que no había ninguna otra mujer para él. No era que la amara. O deseara. No tenía elección, pero estaba dispuesto a darle elecciones a ella. Era sólo que su personalidad era tan abrumadora.