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Ella negó con la cabeza, pero tomó cada palabra en el corazón y las sostuvo cerca de ella.

– No te equivoques, la guerrera y la mujer no son dos entidades separadas. Son una y te veo claramente. Sé que tengo que compartir a la guerrera. Ese rasgo es fuerte, y no voy a negártelo. Los acontecimientos formaron lo que ya era el espíritu de una luchadora, lo afilaron y lo perfeccionaron en los fuegos de la agonía. Para sobrevivir y asegurar la seguridad de las mujeres que amas, las mujeres que sólo te tienen a ti para sobrevivir, tienes que suprimir la luz en ti. Pero la luz está allí y yo puedo verla. Si soy el único que lo hace, eso es todo lo que importa.

Que Dios la ayudara, cada palabra le tocaba el alma. Dominic la veía. La conocía. La conocía mejor que ella misma. Quería ser todo para él, esa mujer que vivía en la luz, por lo menos durante los momentos que podía pasar con él. Quería darle todo lo que él deseara.

Ambos tenían tan poco tiempo. Ella aceptaba eso y él también. Estaban comprometidos con sus senderos individuales. Pero éste era su momento, quizá su único momento. Ella levantó la mano hasta su cara, trazando esas arrugas grabadas tan profundamente, esa líneas que lo hacían parecer un hombre duro y despiadado. No había rasgo de muchacho en ningún sitio. Era todo hombre. Él no se alejó de su exploración tentativa, ni la apresuró en su decisión de entrar en ese agujero de oscuridad, de rica tierra, con él. Se quedó quieto bajo esos dedos y permitió que ella grabara su cara en la memoria.

– ¿Quieres que duerma a tu lado?

– Te quiero ni a centímetros de mí, minan. Te necesito este día.

Solange se tragó todo el temor y levantó el mentón.

– ¿Cómo sabrás que estoy allí? -Iba a concederle esta pequeñez. ¿Qué importaba? Era todo lo que él le permitiría que le diera. Ella no podía tocarle el cuerpo, no podía aliviar esa violenta excitación. Él daba y daba y ella…

– Recibo placer al darte placer, Solange. Y tú siempre eres lo suficientemente amable para compartir cada momento conmigo, aunque permitirme entrar en tu mente te aterroriza. Sabré que estás conmigo.

– No comprendo por qué no me permites… -No podía articular lo que deseaba, así que simplemente dejó caer la mano alrededor de su erección gruesa y dura como una piedra.

Él siseó.

– No es seguro. -Muy suavemente quitó los dedos y atrajo la palma a su corazón-. Es suficiente con compartir tu placer.

Ella lo dudaba, pero estaba demasiado insegura de sí misma en ese momento. Tendría que pensar en su declaración un rato. ¿La sangre del vampiro? ¿Quizás perdería el control y la convertiría? Sabía, de hablar con Juliette, que la conversión era violenta e implacable cuando el macho ataba a su compañera a él, pero Dominic no había mostrado signos de necesitar atarla a él, ni querer convertirla. ¿Qué significaba eso? Si ella aceptaba su palabra de que era todo lo que él deseaba, entonces había otra razón.

Dominic pasó el brazo alrededor de la cintura de Solange y los llevó al borde del agujero profundo. Poco antes de que los pies de ella tocaran la tierra, un pequeño y delgado edredón cubrió un lado del suelo de tierra. Sus pies desnudos aterrizaron sobre el material. Él se hundió en la tierra y dejó salir un suspiro.

– Juliette trató de describirme a qué se parece el ser rejuvenecido por la tierra, pero no pude entender el concepto.

– ¿Te gustaría que compartiera la experiencia contigo, kessake? -Se acomodó en la cuna de oscura y rica tierra y le tendió la mano.

Ella la tomó y permitió que la empujara a su lado. Se acomodó contra él, curvándose como la gata que era lanzó una mano descaradamente sobre su pecho.

– Sí. -Deseaba cada experiencia que pudiera tener con él.

Probablemente nadie sabría jamás sobre Dominic, su amante de sueño. Era sólo suyo y quizá esa era la manera en que se suponía que tenía que ser. Había hecho muchas cosas terribles en su vida, cometido muchos pecados. En la selva tropical, se dijo, era matar o morir, pero la verdad era que ella era la que decidía quién vivía y quién moría. Si tenía a dos hombres jaguar a la vista, lo intentaba con ambos, pero el primero era siempre el que consideraba más peligroso y violento. Estos momentos robados de felicidad con Dominic compensaban una vida sin nada.

Él le rozó la coronilla con un beso y luego ondeó la mano. Otra colcha se asentó sobre ella.

– Mientras duermo podrías despertar, no quiero que tengas frío.

Ella tocó la colcha exquisita con símbolos tejidos. El material era suave, verde oscuro como su bosque, con animales bordados en cuadrados al lado de los símbolos. Se encontró trazando cada uno con un dedo.

– Es hermosa.

– La mujer de Gabriel las hace para nosotros. Teje lo que se necesita. Quería una para consolarte y traerte tranquilidad. Pareceré muerto, Solange, sin ningún aliento ni latido del corazón. No puedes asustarte.

Ella sonrió ante la orden de su voz.

– No me asusto fácilmente. Bueno, no generalmente. Tú definitivamente me sorprendiste.

– ¿Siendo real?

– Sí.

Él se rió suavemente.

– Tú me sorprendiste también. Tenemos mala coordinación, päläfertiil. Quizá la peor coordinación de cualquier pareja en la historia.

Ella le dio vueltas a las palabras en la mente.

– Necesitaba tiempo para crecer, Dominic. Había tanta ira en mí, tanto odio hacia los hombres que mataron a mi familia, los que han estado cometiendo genocidio sistemáticamente contra nuestra propia gente porque creen que las líneas de sangre deben ser puras. Odié durante tanto tiempo, y no podía distinguir entre esos hombres que han destruido nuestra especie y otros hombres. No fue hasta que Juliette encontró a su compañero y vi honor en él, que acepté mi rabia.

Él le apartó el pelo de la cara con dedos suaves. Ella recordó esas mismas caricias tiernas de su hombre de los sueños y el corazón le revoloteó en el pecho. Era tan parecido a la imagen que había evocado y aún así daba un poco de miedo. En su mayor parte porque quería darle la misma paz y alegría que él le traía.

Él le acarició la coronilla con la nariz y unió al mismo tiempo su mente con la de ella, captando los siguientes pensamientos no tan altruistas, la necesidad de darle la misma liberación que él le había dado a ella.

Dominic suspiró interiormente. No correré ese riesgo contigo.

Podía sentir cómo la necesidad la arañaba, vio las imágenes eróticas en su mente, pero él nunca habría podido encontrar el control para evitar reclamarla con su cuerpo y su alma. La anhelaba. Una necesidad oscura que crecía cuanto más tiempo pasaba con ella.

Su primer deber era protegerla, incluso de sí mismo. Tenía sangre de vampiro corriendo por las venas, y en ese veneno ácido había miles de ávidos parásitos trabajando para consumirlo de dentro afuera, aunque… las criaturas viles estaban quietas. Ninguna se movía en su interior. No había órdenes susurradas y no había apuñalamientos, dolores implacables, no desde que estaba cerca de su compañera. ¿Por qué? ¿Cómo podía ser? ¿Podrían las compañeras proporcionar tal consuelo aún para uno ya perdido?

Respiró hondo. La noche se había ido. El sol se alzaba a ritmo constante por el cielo. Estaba en lo profundo de la tierra, pero todavía podía sentir los efectos en su cuerpo. Pronto sería un peso plomizo y el corazón le dejaría de latir. Sintió la aguda inhalación de Solange y supo que estaba experimentando la urticante sensación en su piel, la sensación ardiente bajo la piel y en todos los nervios.