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– Nunca dejes que te atrapen con vida, Solange. ¿Me entiendes? Son peor que monstruos, y no puedes permitir que te pongan las manos encima.

Solange asintió. Las había visto. Había visto a demasiadas mujeres después de que pasaran por las manos de los hombres jaguar como para no darse cuenta de la brutalidad de estos hombres.

– ¿Audrey? ¿Las niñas? -había ansiedad en la voz de Sabine.

Solange le indicó con la cabeza que estaban esperando fuera. Sabine asintió y Solange se deslizó por la puerta, con el corazón casi estallando de alegría. No veía la hora de rodear a su madre con los brazos simplemente para abrazarla estrechamente. Había pasado cuatro años trabajando exclusivamente para ese momento y estaba tan cerca. Se obligó a cruzar lentamente el espacio abierto.

Se volvió para observar a su madre cambiar. Apenas podía soportar apartar la vista de su madre. Fue chocante ver el esfuerzo que le costaba el cambio, el dolor tanto para la humana como para el animal. ¿Tendría su madre algún daño interno? ¿Huesos rotos? Solo ese tipo de dolor podía afectar a la felina. Solange intentó mantener la vista sobre su madre mientras juntas cruzaban cuidadosamente ese espacio prácticamente abierto sobre la rama y se abrían camino sigilosamente a través de la canopia hacia la libertad.

Cuando pusieron un kilómetro y medio entre ellas y el centinela jaguar, Solange permitió que la alegría hiciera explosión a través de ella. Lo habían logrado. Finalmente llevarían a su madre a casa. Quería llorar de alegría. De repente el pequeño cachorro chilló y cambió a su forma humana, y Jasmine casi se cae de la canopia. No hizo ni un sonido, era una niña que ya estaba muy bien enseñada en cuanto a la necesidad de guardar absoluto silencio. Nunca había sido capaz de mantener la forma de jaguar durante mucho tiempo. Su padre había sido humano. Si hubiera estado en la aldea el día que Brodrick llegó, hubiera sido asesinada con los demás.

Aguardaron mientras se arrastraba torpemente para subirse a la espalda de su hermana, y debido a que tenía forma humana y era demasiado peligroso continuar desplazándose a través del la canopia, se abrieron camino hasta el suelo del bosque. Audrey tenía las armas guardadas en un bolso que colgaba alrededor de su cuello, pero de todas formas avanzaban rápido. A cada paso Solange sentía el corazón más ligero. Su madre. De noche soñaba con ella, despertándose más de una vez llamándola. Apenas podía creer que realmente se las hubieran ingeniado para encontrarla.

Un súbito silencio en la cubierta forestal hizo que se detuviera en seco. Un mono centinela gritó una advertencia. Un pájaro chilló. Casi se le para el corazón. Reaccionó inmediatamente, a pesar de que seguía siendo una niña ya era la más experimentada. Se transformó inmediatamente, agarró el bolso con las armas del cuello de Audrey e hizo señas a Juliette para que corriera con Jasmine. Juliette se metería en el agua para evitar dejar huellas. Audrey y Solange retrasarían a los que las seguían para darle a Juliette y a la pequeña Jasmine una mejor oportunidad de escapar.

Se dejó caer al suelo y rápidamente metió la mano en el bolso y sacó un arma. La mano de su madre sobre su muñeca la detuvo. Ella, también, había cambiado a su forma humana. Muy suavemente tiró del arma que Solange tenía en la mano. Solange sacudió la cabeza obstinadamente, aferrándola.

– Dámela, cariño -dijo Sabine.

Solange miró a su madre, observando las magulladuras y cicatrices. La caja torácica deformada, las señales de las brutalidades que había soportado esos últimos cuatro años.

– Ahora ve con tu tía.

– No. Ve túe con ella. Soy buena tiradora.

– No puedes dispararles a todos. Haz lo que te digo. -Sabine la abrazó con fuerza durante unos breves segundos-. Nunca dejes que te atrapen con vida, Solange -susurró-. Te amo, cariño. Ahora ve con tu tía. -Empujó a Solange hacia su hermana-. Gracias, a todas.

El entendimiento atravesó a Solange. Su madre iba a luchar contra sus atacantes para darles al resto la posibilidad de escapar. Y moriría aquí. Sacudió la cabeza y abrió la boca para gritar una protesta, pero Audrey le puso la palma de la mano sobre la boca con una fuerza sorprendente, le rodeó la cintura con un brazo, se giró y corrió con ella.

Solange, gritó y gritó. Ningún sonido salió de su garganta. Oyó los disparos del rifle y luego el horrible sonido de jaguares luchando. Volvió a gritar, llamó a su madre. Seguía sin salir sonido alguno, nada. No podía llorar. No podía mirar a nadie. El dolor era tan profundo que no había forma adecuada de expresarlo.

Solange se encontró a sí misma meciéndose hacia atrás y hacia delante, apretando el edredón contra sí, sus recuerdos se negaban a retroceder, como siempre ocurría cuando los evocaba. Mamá, susurró suavemente, desearía haber ido contigo.

Ese día había nacido la Solange despiadada. La hija de su madre estaba muerta. Nunca había podido volver a abrazar a su madre, ni siquiera su cuerpo. Lo quemaron sin dejar siquiera un rastro que Solange pudiera señalar. Se daba cuenta de que ese día algo había muerto en su interior, algo que nunca podría recuperar. Después de eso comenzó a entrenarse a diario para convertirse en lo que ahora era… una asesina. Para poder seguir adelante, había alimentado su ira a diario.

Pero Solange ya no existía. La habían matado esa calurosa tarde, tan cierto como habían matado a su madre. Estaba sola. Era imposible que alguien pudiera entender el cambio que había tenido lugar en ella ese día. Había hecho un voto, había jurado sobre la sangre de su madre y luego nuevamente cuando hizo el peregrinaje de regreso a la aldea, había jurado sobre el resto de su familia… que no volvería la espalda a las demás mujeres que la necesitaban. Permanecería sola.

Fél ku kuuluaak sívam belsoamada. La voz se agitó en su mente. Suave. Tierna, incluso. Ya no estás sola. Te veo. Siento tus gritos y comparto tu angustia.

Solange oyó el timbre de sinceridad en la voz de Dominic. Él compartía sus recuerdos. Tan violentos y vívidos como eran, cada detalle había quedado grabado para siempre en su mente, había perturbado su sueño, imprimiendo esos recuerdos en él sin notarlo. En el caso de Dominic, su amada hermana y el compañero de esta le habían sido arrebatados. Pasó varias vidas intentando encontrarla, solo para terminar descubriendo que hacía tiempo que había sido torturada y asesinada. Sí, él comprendía la angustia y el dolor que llevaba dentro, la lenta muerte de todo lo bueno.

Apretó el edredón contra su boca, aún meciéndose lentamente. Si miraba en la oscuridad, podría verlo con sus ojos de felina pero no quería mirar a la muerte, verlo yacer tan quieto, sin pulso y sin aliento, no cuando la muerte de su madre estaba tan cerca. No podría soportar verlo de esa forma. Ahora no. No con el pasado tan cerca y su vida cerrándose sobre ella.

Muerto no, avio päläfertiil… compañera. La tierra me sostiene en sus brazos y me sana. A su manera me da sustento. Esto es vida, solo que en una versión diferente de la que tu conoces.

– Debo salir afuera y respirar. -No podía dormir. Necesitaba perderse dentro de su felina, merodear por el bosque pluvial y buscarlo… a él.

No lo creo, gatita. Si necesitas cambiar, por supuesto debes hacerlo, particularmente si eso relaja tu mente, pero no puedes salir a cazarlo en tu estado de ánimo actual. Te matarán. Estas buscando la muerte.

– Puede que sea cierto -dijo, dispuesta a admitir únicamente que existía la posibilidad de que tuviera razón acerca de que estuviera buscando la muerte-. Pero lamentablemente para ti, estás aquí tendido muerto o no muerto, y no puedes hacer nada para detenerme.