Sintió cómo se estiraba lánguidamente en su mente. Eso no va a funcionar conmigo.
Él soltó una carcajada, sorprendido. El sonido llenó la caverna de felicidad.
– Sólo era un experimento, kessake, para ver si estabas atenta.
Por primera vez sintió la caricia de su diversión y la intoxicante sensación explotó sobre él. Se había relajado lo suficiente como para responder a su broma. No era mucho, pero era un principio. Ella le había ofrecido su revelación, y estaba aterrorizada por las consecuencias, pero él todavía se las arreglaba para atravesar sus defensas y hacerla reír.
– No tardaré -prometió y debido a que adoraba la sensación de todo ese pelaje suave y sedoso, y sabía que ella se escondía en lo más profundo de la forma del felino, recorrió deliberadamente con los dedos toda su columna vertebral.
Sintió el temblor de ella en respuesta, pero el jaguar no levantó la cabeza y le dedicó una mirada penetrante. Mantuvo la cabeza sobre las patas. Él flotó hacia la superficie de la caverna y se disolvió en el túnel como si fuera vapor, escaneando el área que rodeaba su lugar de descanso antes de desentrañar las salvaguardas. Las reemplazaría, pero si ella estaba en lo cierto sobre Brodrick, no podría garantizar su seguridad frente al macho jaguar. Eso significaba que no podría viajar demasiado lejos de ella y que tendría que estar especialmente alerta hacia el depredador.
En el momento en que estuvo a buena distancia de Solange, los parásitos empezaron sus susurros llamándolo para que sintiera la ráfaga de la matanza. No estaban tan activos, la sangre de Solange todavía los dominaba, pero cuanto más se alejaba de su compañera, más gusanos mutantes despertaban, arañando y dando zarpazos a sus entrañas, exigiéndole que eliminara toda huella de sangre Carpato o de la familia real jaguar y las reemplazara con la sangre ácida del vampiro, el ambiente donde prosperaban las criaturas.
Ignorándolos, continuó saliendo de las cavernas. El vapor se derramó en el terreno abierto, por abajo, paralelo al suelo, subiendo más alto una vez que alcanzó el bosque más frondoso. La niebla gris se movió hasta que se apiló sobre sí misma, tomando la forma de una águila harpía, volando en círculos a gran altura por encima de la zona mientras aseguraba las salvaguardas alrededor de la serie de acantilados que ocultaban las cavernas de caliza, todo mientras usaba la mirada penetrante para detectar cualquier movimiento en la base que indicase que el macho jaguar estaba sobre su rastro.
La selva tropical era un estallido de colores, flores coronando los troncos de los árboles, grandes salpicaduras de rosa, púrpura y brillante rojo rubí. Captó todos y cada uno, saboreando los hermosos colores que no había visto en siglos. De nuevo podía apreciar el mundo en lugar de simplemente recordarlo. En verdad, incluso sus recuerdos habían palidecido en el último siglo. Ahora podía mirar hacia abajo desde el círculo en expansión y absorber la imagen de los árboles cubiertos de flores, la explosión de colores, el verde vívido de los árboles y los matices brillantes de los hongos. Las cascadas y los estanques que punteaban el paisaje junto con el caudaloso río que serpenteaba dentro y fuera del bosque, abriéndose camino entre el terreno escabroso, eran hermosos para él.
No encontró ninguna señal de Brodrick por ninguna parte. Aliviado, volvió sobre sus pasos hacia el lugar donde habían luchado contra los vampiros. Sabía que Zacarías se encontraría con él allí si fuera posible. Debajo de él divisó el laboratorio. Alguien ya había empezado las reparaciones en el costado del edificio. Dio vueltas en lo alto, intentando captar el olor de Brodrick. Si encontraba al tipo, lo mataría. Sabía que Solange tenía intención de enfrentarse a su padre biológico, pero lo que realmente importaba era que él fuera incapaz de continuar su matanza de aquellos que consideraba impuros y sus secuestros y brutales asaltos a mujeres.
Una carga repentina se formó en el aire circundante y Dominic se posó en los árboles, plegando sus alas y vigilando mientras una alta e impresionante figura emergía de la niebla que rodaba la tierra a la altura de sus rodillas. El hombre se quedó en pie un momento, el cabello plateado bajaba por su espalda, su constitución era fuerte y musculosa. Se giró y Dominic lo reconoció de los viejos tiempos. Giles. Un viejo amigo. En su familia habían sido artesanos. Dominic siempre admiró a Giles. Era preciso y controlado en el combate, un buen hombre para tener a la espalda en una pelea. Nunca hubiera esperado ver a Giles como vampiro.
Tenía buen aspecto, su rostro era impecable, sus dientes blancos y su notable encanto se distinguían incluso con la distancia que había entre ellos. Tenía que haber sido un vampiro durante mucho, mucho tiempo para adquirir la habilidad necesaria para cubrir toda evidencia de carne purulenta y alma ennegrecida. Giles dio unos golpecitos con el pie, el único movimiento que indicaba que podría estar molesto. Obviamente estaba esperando algo y estaba impaciente porque ese algo o alguien se retrasaba. Y eso era todo lo que Dominic necesitaba saber. Giles era un maestro vampiro, experimentado tanto en las artes oscuras como en la batalla. Estaba acostumbrado a estar en la cima de la cadena alimenticia. Y si estaba involucrado en la conspiración de los Malinov para derribar al Príncipe, ésta era mucho más peligrosa de lo que nadie había supuesto. Ningún maestro del calibre de Giles se prestaría a prestar servicio a otro. Los vampiros estaban evolucionando. De algún modo, los Malinov habían logrado encontrar la forma de controlar la vanidad de los vampiros y su ansia por la destrucción temeraria.
Dos figuras más fluctuaron, transparentes durante algunos momentos antes de revelarse completamente, algo que usualmente ocurría cuando alguien se había transportado rápidamente. Ambos estaban despeinados, aunque cuando emergieron del todo bajo la luna, se recompusieron. Giles ya fruncía el ceño ante su falta de habilidad para mantener su apariencia en todo momento. Los recién llegados no eran vampiros menores, otro punto para Giles. La mayoría de los maestros podían mantener cerca sólo a los más nuevos, para servir como peones mientras aprendían las costumbres de los vampiros, pero ambos hombres tenían habilidades obvias.
– Ambos llegáis tarde -acusó Giles. Entrecerró los ojos, fijando esa mirada rojo rubí en el hombre a su izquierda-. Ibas a escoltar a Demyan y sus secuaces hasta esta posición. No los veo. Espero que tengas una buena explicación, Beau. -Giró la cabeza lentamente, un movimiento de reptil que hizo que el segundo hombre diera un paso atrás-. Y tú, Fabron, no los veo contigo tampoco.
Un estremecimiento traspasó a Beau.
– Fuimos al lugar señalado para encontrarnos con ellos, Giles, pero no estaban allí. Registramos la zona. Algunos kilómetros al este había señales de una batalla. Creo que el mayor de los hermanos De La Cruz está en esta zona y los atacó.
El aliento de Giles siseó entre sus dientes.
– Ese gusano humano que torturamos nos mintió. Debería haberlo mantenido con vida más tiempo. Dijiste que escaneaste su cerebro…
– Los hermanos protegen a los que les sirven -le recordó Fabron.
Instantáneamente el aire crepitó y algo golpeó con fuerza la mejilla de Fabron. Las chispas cayeron, en un despliegue deslumbrante. Giles ni siquiera parecía haber alzado su mano. Dominic estudió al vampiro con más cuidado. Era refinado. Muy rápido, sus acciones eran demasiado veloces para ser seguidas por el ojo humano, pero Dominic había visto el movimiento como un borrón. Por un momento pensó que había parpadeado, pero Giles realmente se había movido, había usado un gesto de su mano para empujar la carga eléctrica hacia sus secuaces. No era sorprendente que estuvieran acobardados. Él debía parecerles como un mago, capaz de hacer cosas que nadie más podía.
– ¿Crees que Zacarías ha destruido a Demyan y a sus secuaces?
Fabron y Beau asintieron ambos vigorosamente.