Un rugido anunció la llegada de Zacarías. Estalló por la ventana, rompiendo cristal y adobe. Los escombros llovieron sobre ellos mientras Dominic agarraba al vampiro con una mano y conducía la otra al pecho. Etienne se disolvió, tratando de salir del cuarto a través de la ventana abierta. Las gotitas de sangre se arrastraron detrás, revelando su presencia en el banco de niebla.
Zacarías se dejó caer de rodillas al lado de la mujer y le apartó suavemente las manos de la garganta. Era joven, aún para años humanos, quizás a principio de los veinte. Ojos castaño oscuro, muy grandes, enmarcados con largas pestañas negras. Podía ver cómo la luz retrocedía en ellos, pero ella parecía contenta de verlo vivo. Por alguna razón, esa pequeña ondulación de reconocimiento le afectó trastantos siglos de vacío. La familia de ella había servido a la suya durante generaciones. Su padre había caído muerto en su patio y esta joven mujer se moría en el suelo del dormitorio, tratando obviamente de proteger su morada.
Le envolvió las manos alrededor de la garganta y presionó calor sobre la piel, brillante y caliente y doloroso para ella, lo sabía. No podía evitarle el dolor, no con la vida drenándose de su cuerpo tan rápidamente. La garganta estaba aplastada. Se envió fuera de su cuerpo y entró en el de ella, trabajando tan rápidamente como podía para reparar el daño de la arteria, para contener el flujo de preciosa sangre. Confiaba en Dominic para que mantuviera al no muerto lejos de él mientras trabajaba en la mujer, dejó su cuerpo vulnerable al ataque mientras cauterizaba meticulosamente la arteria, cerrando y sellando la enorme herida.
Sin pensar en las consecuencias, Zacarías se cortó la muñeca y la sangre goteó en la boca de la mujer, acariciando hasta que ella tragó por reflejo. Tuvo que guiar la sangre a través de la garganta desgarrada para que empapara las venas y las células de su cuerpo. Reemplazó lo que había perdido, sin pensar en quedar demasiado débil para moverse. No había suministro de sangre para él, no con la sangre de Dominic tan contaminada. En este momento no le importaba.
La familia de esta mujer había hecho mucho por la familia De la Cruz y no iba a perderla. La había visto un par de veces moviéndose por la casa, limpiando, siempre a lo lejos. Rara vez se juntaba con alguien estos días. La llamada de la oscuridad había llegado a ser fuerte en él estos últimos años y pasaba la mayor parte de su tiempo solo, lejos de la tentación. Raramente utilizaba esta casa, hasta estas últimas semanas. Sus hermanos tenían compañeras y eso sólo aumentaba la oscuridad en él mientras se sentía separado de ellos, tanto tiempo solo. No conocía otro modo de vida, así que había venido aquí para poner distancia entre él y sus hermanos. Pero al hacerlo así, había puesto en peligro a estas personas que estaban bajo su protección.
Zacarías logró poner los pies debajo de sí mismo e inclinándose, tomó el ligero peso de la mujer en sus brazos, acunándola contra el pecho. Él era fuerte, pero se había despertado hambriento y el olor a sangre sólo aumentaba su necesidad. Darle su sangre le había debilitado aún más. La llevó por la casa al dormitorio principal, situado sobre su guarida. La trenza era larga y gruesa, una masa de cabello negro azulado ahora manchado de sangre. No tenía la menor idea de si viviría o moriría, pero había hecho todo lo que podía. La tumbó en la cama y cubrió su cuerpo con una manta antes de volverse hacia el sonido de la batalla.
Gruñidos horribles erupcionaban mientras Etienne luchaba contra la trampa en la que Dominic lo había encerrado, haciéndole imposible permanecer en forma de vapor. La sangre manchaba la cara de Dominic y el hombro. Marcas de garras salvajes le habían cortado el pecho en dos lugares, rasgando la ropa cuando el vampiro trató de llegar al corazón del cazador. Etienne no era un aficionado en la batalla, y luchaba con magia y habilidad, sabiendo que estaba frente a un antiguo, un experto en destruir no muertos.
Etienne parecía peor que Dominic, la sangre negra veteaba su cuerpo. Había perdido su capacidad de mantener la apariencia, la piel apretada contra el cráneo hacía que pareciera un esqueleto andante. El pelo una vez oscuro era ahora sucios mechones grises, largos, como colas que sobresalían de un cráneo en su mayor parte calvo. Los ojos eran hoyos hundidos de odio, y los dientes habían tomado su forma aserrada y puntiaguda, cubiertos con la sangre de sus muchas víctimas.
Dominic cogió velocidad, agarró la cabeza entre las grandes manos y desgarró, alejándose con rapidez cuando Etienne arañó otra vez con garras afiladas y manchadas de sangre. Hubo un crujido audible y Etienne chilló, girando tan rápidamente que se convirtió en una mancha, se lanzó sobre Dominic y llevándolo al suelo, alargó la cara en un morro de colmillos goteantes. Abrió las mandíbulas y se dirigió al cuello de Dominic.
El capataz de Zacarías, Cesaro Santos, entró en el patio con tres de sus hombres tras él, todos con rifles. Se detuvieron con un patinazo cuando vieron al no muerto desgarrando a Dominic, mitad esqueleto y mitad animal. Antes de que cualquiera se pudiera mover, un jaguar pasó a toda velocidad ante los tres hombres para golpear con fuerza contra la espalda del no muerto, golpeándolo con tanta fuerza que dio un salto mortal y aterrizó con fuerza varios metros más allá.
Dominic ya se había disuelto bajo él, deslizándose con la intención de arrancar el corazón del vampiro, pero ya no estaba en posición. El siguiente golpe del jaguar llevó a Solange directamente a la espalda del vampiro. Los dientes crujieron sobre la cabeza y la sacudió como una muñeca de trapo. El cráneo se agrietó como un fruto seco, los huesos aplastaron el cerebro. Uno de los hombres que estaba junto a Cesaro se llevó el rifle al hombro, pero Zacarías estuvo allí antes de que pudiera apretar el gatillo, empujando el cañón hacia el suelo. Cesaro se abrió la camisa, exponiendo el cuello a Zacarías.
– Tome lo que necesite -ofreció.
Zacarías podía oír el latido del corazón. La tentación era demasiado. Nunca podría parar, no en el calor de la batalla cuando estaba tan hambriento. Sacudió la cabeza y dio un paso para alejarse, los colmillos explotaron en su boca. No pondría en peligro a los que le servían, los que estaban bajo su protección. Mejor encontrar el amanecer que sucumbir ahora.
Lo siento. Dándose cuenta de su error, Solange se disculpó ante Dominic, mientras trataba de retroceder ante el no muerto.
Etienne la desgarró, un golpetazo afortunado que le rompió la piel del vientre. La atrapó en el aire, lanzando a la gran gata con su enorme fuerza. Aterrizó con fuerza a distancia. Él se arrastró hacia ella, tambaleando la cabeza, derramando las tripas.
Ningún problema, contestó Dominic con su infalible calma. Aprenderemos a coordinar nuestros ataques con el tiempo. Muévete a la derecha un poco, lo bastante lento como para que crea que puede atraparte, pero que estás rodeándole para otro intento. Cuando me mueva, salta lejos rápidamente.
Dominic sintió su tranquila seguridad. Solange sabía cómo luchar, y con un vampiro él era el experto. Ella era demasiado inteligente y experimentada como para no reconocer eso. Si no hubiera interferido, él ya habría conseguido el corazón del no muerto. Era una lección y ella aprendía rápidamente. Respetaba el hecho de que ella no se castigara por los errores. Simplemente hacía lo que había que hacer.
El jaguar hembra empezó a trazar un círculo, los ojos verdes brillaban mientras se fijaba en su presa. Con la cabeza abajo y las orejas giradas hacia atrás indicando agresión sin temor, empezó a acechar lentamente, sin apartar nunca los ojos de la presa.
Los humanos retrocedieron con el odio en sus ojos mientras miraban cómo el jaguar rodeaba al vampiro, los rifles listos. Lo único que les impedía disparar era el deseo de su jefe o jefe [1], dependiendo de en qué idioma estuvieran pensando. Detestaban a ambas especies. Durante demasiado tiempo habían aguantado que los hombres jaguar abusaran de sus mujeres. Siempre tenían que proteger a las mujeres con cuidado, reduciendo su libertad cerca del bosque. El vampiro era una amenaza siempre presente que colgaba sobre sus cabezas y amenazaba a su jefe así como a sus familias. Bien versados en las maneras de matar a un vampiro, cada uno de ellos estaba armado con una estaca, una antorcha y una cruz, así como con rifles.