– Si necesitaras sangre -dijo Solange-, llámanos.
Dominic no protestó, pero no iba a permitirle correr tal riesgo otra vez. Luchar contra vampiros era una cosa, pero caminar hacia los colmillos de un Carpato a punto de convertirse era algo enteramente diferente. El corazón todavía le palpitaba sin control, el sonido le atronaba en las venas. La miró, a esta mujer que era tal milagro para él.
Solange parecía tan joven pero tan intensamente vital. El cabello oscuro era espeso y veteado de rojo y oro, como si el sol la hubiera besado. Los rayos rojos representaban el fuego y la pasión que corrían en lo profundo de ella. Y ese espeso cabello oscuro brillando a la luz de la luna era su valor, afilado y terrible, y tan interminable como los ríos que cortaban a través del bosque. La necesitaba, necesitaba atarlos juntos, tenerla cerca, reclamarla como suya.
Quería arrastrarla a sus brazos y besarla para siempre. Quería ponerla sobre sus rodillas y castigarla por asustarlo. No sabía qué hacer con ella, pero iban a resolver esto de una manera u otra, porque no podía pasar por una prueba tan dura otra vez. Con siglos de enfrentarse a los no muertos, con la experiencia de innumerables batallas, de enfrentarse a la muerte cada día, nada le había preparado para la vista de su compañera ofreciendo su vida.
Por él. En su nombre. Su regalo para él. Un único sonido surgió de lo profundo de su garganta y giró sobre los talones y señaló hacia la morada, necesitando que ella escapara del otro Carpato. Zacarías podría encontrarla, llamarla a él, quizás convertirla en una víctima involuntaria. Siempre sería una amenaza para ella mientras estuviera sin compañera.
– Debemos ver si podemos ayudar a la joven.
Zacarías inclinó la cabeza.
– Gracias. Trata de salvarla por mí, Dominic. Lo consideraría un gran favor. Iría yo mismo, pero ya no confío en mí para estar cerca de mi gente. Se sacrificarían por mí. -Se inclinó otra vez hacia Solange-. La infusión de la sangre de tu compañera ha calmado los cuchicheos oscuros, pero debo alejarme de aquí.
– ¿Aguardarás mi llamada?
Zacarías asintió.
– Oiré cuando llames o necesites sangre. Puedes confiar en que pasaré la información. -Se fundió en vapor y se alejó flotando.
Con el corazón pesado, Dominic hizo gestos a Solange para que le precediera a la casa. Ella dio un paso cauteloso, como si probara las piernas. Parecía un poco mareada, pero él no la tocó, en su lugar miraba a Zacarías. La quería lejos del cazador Carpato lo más rápido posible, y debía permanecer alerta.
Zacarías estaba tan cerca de convertirse que ambos sabían que le quedaba poco tiempo. El peligro era doble ahora. Una vez Zacarías decidiera que ya no era necesario después de esta crisis, escogería el alba o sucumbiría a la oscuridad. La pérdida de tal amigo era casi inconcebible, una piedra en el pecho de Dominic, pero no iba a arriesgar más a Solange. Habían hecho lo que podían por Zacarías. Ahora era asunto de él.
Al lado de Dominic, Solange se movió un poco más cerca, como si le consolara, pero no lo tocó. Cuando lo miró y vio su mirada sobre ella, apartó los ojos. Todavía estaba incómoda a su alrededor en cualquier otro modo aparte del de guerrera. Él no habló, permitiendo que el silencio se extendiera entre ellos. Estaba orgulloso de ella, pero molesto. Disgustado. Tenía anudados con fuerza los músculos del estómago. Sintió el impulso de sacudirla, o de inclinarse y sostenerla tan fuerte que no pudiera respirar. Se sentía como si bajara de un pico de adrenalina que le dejaba nervioso y enfermo, condiciones con las cuales no estaba familiarizado.
Dominic arrastró a Solange detrás de él, indiferente a que ella estuviera molesta porque la protegiera, pero había terminado de poner su cuerpo en peligro. Zacarías había tomado tanta sangre que se sentía débil, y a causa de los parásitos, él no podía proveer. Ella tropezó dos veces y había tratado de cubrirlo, pero él no podía dejar de notarlo. Llamó cortésmente a la puerta abierta que llevaba al dormitorio principal. Estaba seguro de que Zacarías tenía una guarida abajo, pero no la utilizaría, no se arriesgaría a tan cercana proximidad con su gente, no con su fuerza disminuyendo. Nunca los pondría en peligro a sabiendas.
– Zacarías quería que viera si puedo ayudar -saludó Dominic cuando Cesaro se dio la vuelta. El hombre parecía desaliñado. Con la cara retorcida de pena.
– No sé lo que puede usted hacer por ella -contestó, alejándose de la cama para proporcionar espacio a Dominic-. Está viva, pero la garganta… -Se calló.
Dominic tomó su lugar, notando que en vez de apresurarse al lado de la joven, Solange iba a las ventanas, moviéndose como una sombra silenciosa por el cuarto, verificando el exterior.
– Su padre está muerto. Afuera en el patio. No tiene madre. Ninguna otra familia.
– Tiene a Zacarías y sus hermanos, y te tiene a ti -dijo Dominic-. Zacarías desea que se haga todo lo posible y que considere esta casa como su casa.
Cesaro asintió.
– Él es así. Siempre nos cuida.
– ¿Cómo se llama? -preguntó Dominic. Necesitaba un momento para respirar ante la vista de la joven, tan pequeña e indefensa, apenas ondulando el gran edredón, rota como estaba, con la trenza oscura y gruesa llena de sangre y la cara casi gris. El recordatorio de la destrucción que un vampiro podía causar en segundos se añadió a su resolución de limitar el valor de Solange sólo un poco, lo bastante para que él pudiera vivir con ello.
– Marguarita -contestó Cesaro. Se limpió la cara con la mano-. No sé que voy a decirles a los demás.
Dominic se inclinó sobre la joven. El aliento apenas atravesaba sus pulmones. Hazle salir de la habitación, Solange.
Solange no vaciló.
– Necesitamos que patrulles el terreno con tus hombres. Si tienes que quitar el cuerpo de su padre del patio, hazlo, pero podría haber otro ataque. Van tras Zacarías. Es una amenaza inmensa para ellos.
Dijo lo correcto. Cesaro corrió a proteger la propiedad de su jefe y dejó a la mujer moribunda con ellos. Dominic confió en que Solange vigilaría su cuerpo vulnerable mientras estaba fuera de sí mismo y enviaba su energía a Marguarita.
Inmediatamente pudo ver que Zacarías había hecho un milagro en el corto espacio de tiempo del que había dispuesto. El Carpato se había despertado hambriento, pero aún así le había dado su sangre y la energía que tenía para tratar de salvar a alguien que le era leal. ¿Sabía que había sido atacada porque se negó a revelar su morada? Su mente estaba protegida y el vampiro no pudo abrirse camino entre las salvaguardas que Zacarías había tejido para cada uno de los que trabajaban para él.
La sangre Carpato se había precipitado a cada célula, tratando de reparar el terrible daño. Sus cuerdas vocales estaban casi destruidas. Dominic retomó las reparaciones donde Zacarías las había dejado, esforzándose por cerciorarse de que pudiera respirar y tragar apropiadamente. Los músculos desgarrados fueron conectados. Por suerte, Zacarías le había dado la sangre que necesitaba. Dominic no se la podía suministrar, y no había manera de saber si la sangre de Solange era compatible. Hizo cuanto pudo, dándose cuenta de que no se había alimentado cuando regresó a su cuerpo débil y oscilante.
– Llevas mucho tiempo trabajando-dijo Solange, tendiéndole la muñeca-. Necesitas…
– ¡No! -Levantó la mano-. Creo que he tenido bastante de tus sacrificios para toda una vida. Cazaré mientras tú la vigilas.
Solange respingó, pero dejó caer la muñeca a un lado sin protestar. Tenía la cara ruborizada y la apartó.
Sus palabras habían sido más agudas de lo que pretendía, la necesidad de sangre, la de ella, lo abrumaba. Quería más que su sangre. La bestia estaba todavía demasiado cerca, necesitaba llevársela, mantenerla segura. Tenía toda la intención de dar órdenes de una manera que su compañera pudiera comprender, pero en este momento, cuando todo su cuerpo estaba todavía conmocionado por el terror de esos dientes en sus venas y los ojos de color rojo rubí del casi vampiro marcándola como su presa debajo de su nariz, no podía encontrar dentro de él la forma de ser suave con ella.