– ¿Va a vivir?
¿Había un temblor en esa voz? Le agarró el mentón y le levantó la cabeza hasta que sus ojos se encontraron.Temblaba como un pajarito. Le rozó los labios suaves con la yema del pulgar.
– Vivirá. Su gente cuidará de ella. Yo soy el único que cuida de ti y no estoy haciendo un trabajo muy bueno.
Ella frunció el entrecejo, sus pestañas revolotearon. Parecía confusa, el color se precipitó en su cara.
– ¿Por qué deberías cuidar de mí? Cometí un error, pero me di cuenta inmediatamente. No hay necesidad de que te preocupes por mí. Siento haber apartado al vampiro de ti de un golpe. Debería haber sabido que tenías un plan. -Sus palabras salieron atropelladamente, una explicación jadeante, casi dolorosa. Apenas podía forzarse a mirarlo.
– Eres una guerrera de gran habilidad y no tengo queja del modo en que me has ayudado en este alzamiento. Evitaste que mataran a Cesaro y que Zacarías se deshonrara mientras yo estaba matando al vampiro. -Reconocía que estaba en deuda-. Me sentíorgulloso de ti.
Ella tragó con dificultad, los ojos de él eran un verde profundo, casi esmeralda. Las largas pestañas revolotearon y apartó la mirada. No estaba acostumbrada a los cumplidos ni a la atención. Dominic apartó la vista de la vulnerabilidad de su transparente cara. Ella sólo se lo daba a él. Era un privilegio, un tesoro, y aún así, una gran responsabilidad.
– Estás molesto conmigo. -Lo hizo sonar como una declaración.
– No contigo, kessake. Estoy molesto conmigo mismo. Permanece alerta. Los no-muertos viajan en grupo. No he tenido tiempo de borrar todo rastro de su presencia.
Ella abrió la boca y luego la cerró bruscamente, asintiendo una vez antes de concentrar su atención en Marguarita.
Dominic no tocó a Solange como deseaba. Salió a zancadas del cuarto y entró en el dormitorio más pequeño donde Etienne había interrogado a Marguarita. Este era el cuarto de ella. Mantenía la casa para el propietario ausente mientras su padre y Cesaro recorrían el gran rancho de ganado. Probablemente nunca se había encontrado con Zacarías, pero la lealtad estaba tan inculcada en las familias desde el nacimiento, el secreto de los Carpatos confiado a su linaje, que todos morirían antes que traicionar su honor.
Suspiró mientras reparaba meticulosamente el daño de la estructura y borraba toda evidencia del ataque. El maestro de Etienne sabría que estaba muerto y querría saber dónde había sucedido y cómo. Si venía a mirar, no encontraría evidencia de Zacarías ni de Etienne en este lugar. Recordaría a Cesaro que tuviera cuidado con el cuerpo del padre de Marguarita. Sería mejor incinerarlo. Los no muertos repletos de parásitos a menudo los dejaban atrás en las heridas desgarradas y éstos llamarían a sus maestros. Marguarita no tenía ninguno en la sangre, ya que Dominic había interrumpido el ataque antes de que el vampiro tuviera tiempo de inyectarle sus pasajeros.
Miró en torno al cuarto. El cuarto de una mujer. ¿Tenía Solange un cuarto femenino escondido en algún lugar? Lo dudaba. Se avergonzaría de reconocer ese lado de sí misma. Consideraba a la guerrera fuerte y a la mujer débil. Les ocultaría su lado más suave a todos los que la conocían. Su cuerpo reaccionó contra ese pensamiento. A él no se lo ocultaría. Apartaría las capas hasta que la mujer quedara expuesta y entregada exclusivamente a él. Suya. Como Solange, él nunca había tenido nadie suyo. Nunca había pertenecido a nadie. La idea de que ella fuera suya y solamente suya, que nunca quisiera ser de nadie más era un pensamiento intrigante.
Mientras trabajaba rápidamente en el cuarto, reparó en todo: los cepillos, los espejos y las botellas de perfume. Todo en el cuarto sugería que Marguarita era ultrafemenina, y que había tenido una base de acero, negándose a entregar a su empleador para que se enfrentara a la muerte. La tortura de la horrorosa y vil criatura no la había roto. Las mujeres podían ser muchas cosas. Eran de todas las formas y tamaños, con personalidades infinitamente diferentes, pero no importaba lo que hubiera en la superficie, era lo que yacía debajo lo que contaba para él, como para todos los Carpatos. Podían ver en el interior de la mente, y lo que había allí, junto con el corazón y el alma de las mujeres, era lo que las hacía hermosas, no la parte exterior del paquete.
Ahora conocía a Solange lo bastante bien como para saber que si le decía que a un carpato no le importaba el exterior del paquete, lo tomaría por el lado equivocado. Sentiría que era su modo de decirle cortésmente que veía su cuerpo como ella, poco atractivo, y eso estaba muy lejos de la verdad. Trazó de nuevo los pasos de Etienne, destruyendo toda evidencia de su paso. Se encontró en el patio. El cuerpo había sido apartado, pero la sangre seguía manchando los parterres de flores, las losas del paseo de piedras y la tierra oscura y rica. Varias plantas se habían marchitado, los efectos de la naturaleza en contacto con la abominación de los no-muertos. Los vampiros divisarían fácilmente ese signo revelador desde el cielo.
Otra vez fue meticuloso al borrar toda huellas de la presencia del no-muerto y de la pelea que había tenido lugar. Si se sabía que Zacarías había estado aquí, esta hacienda y todos los que vivían en ella serían objetivos. Las cosas tenían que parecer mundanas, como si nadie tuviera ninguna idea de la presencia de vampiros. Estaba hambriento cuando terminó. Supo el momento en que Cesaro se acercó, lentamente, casi de mala gana, por detrás de él.
Dominic se giró.
– ¿Tiene preguntas?
Cesaro sacudió la cabeza.
– Don Zacarías me mandó recado de que puede usted necesitar sangre. Pidió, como un favor, que satisficiera sus necesidades. Le di mi palabra. Me pidió que siguiera cualquier instrucción que usted me diera.
– ¿Le aseguró que yo no le haría daño?
No había modo de hacerlo fácil, estando las salvaguardas de Zacarías sobre el hombre. Sabría que Dominic tomaba su sangre, y aún así, valientemente, había seguido órdenes. No, orden no, una petición.
– Ha sido una noche traumática para todos vosotros -dijo Dominic con un pequeño suspiro-. No quiero hacerlo peor. Desafortunadamente el cuerpo del padre de la señorita debe ser incinerado. Los no-muertos dejan pequeños parásitos que llamarán a sus maestros y les atraerían a este lugar. Estoy borrando toda evidencia de la batalla, pero no puedo permitir que nadie hable de esta noche, ni mencione las heridas de Marguarita. Es por la seguridad de todos.
Cesaro inclinó la cabeza.
– Se nos ha entrenado bien en qué hacer. Ya estamos preparando el cuerpo.
– Sé que preferiríais quemarlo vosotros mismos como muestra de respeto, pero mi manera será más rápida, limpia y asegurará que no escapen los parásitos. Así tampoco proporcionará una baliza para los no muertos.
– Esta es una noche mala -suspiró Cesaro-. Dígame honestamente si Marguarita vivirá.
– Vivirá. Pero no sé si hablará otra vez. Hemos hecho cuanto hemos podido, pero su garganta estaba muy desgarrada. Tendrá este lugar y todos los Carpatos la honrarán por su sacrificio.
Cesaro se frotó la sien, como si tratara de aliviar un dolor de cabeza persistente.
– Nuestra gente siempre ha estado con los De La Cruz. Luchamos para ellos, les protegemos y nos sentimos honrados de morir a su servicio. Marguarita no es diferente. Cuidaremos de ella. -Inhaló, exhaló-. Sería un honor cumplir los deseos del Jefe.
– ¿Estás seguro? -preguntó Dominic, este hombre le gustaba cada vez más.