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¿Era el orgullo estorbando? Su orgullo ya estaba hecho jirones. Cerró los ojos, tomó aire y dio un paso adelante, colocando la mano sobre la de Dominic. Inmediatamente sus dedos se cerraron alrededor de los de ella, haciéndola sentir pequeña y demasiado vulnerable. La atrajo hacia él, tan cerca que el cuerpo de ella casi le tocaba. Podía sentir el calor que irradiaba de él.

– Esta es mi gatita.

La aprobación en su voz la calentó, y eso la asustó. Nunca había necesitado ni buscado la aprobación de nadie. ¿Por qué era tan importante para ella? Estaba molesta consigo misma por no haber preguntado nunca a Juliette ni a MaryAnn cómo se sentían cuando sus hombres estaban molestos o felices con ellas. ¿Era ella normal? ¿A quién quería engañar? No había nada normal en ella.

Él se llevó su mano a la boca. Ella pudo sentir el calor del aliento, ver el calor en sus ojos, aunque apenas podía mirarlo. No iba a estropear esto. El estómago le revoloteó y su matriz sufrió espasmos cuando él le mordisqueó las puntas de los dedos.

– ¿Estás preparada? -preguntó otra vez.

¿Preparada para estar a solas con él otra vez? ¿Estaba lista para eso? Lo dudaba, pero ¿qué iba hacer? Era preferible no decir nada. Asintió con la cabeza.

Él la soltó, parte de ella estuvo agradecida mientras otra parte tonta deseó que todavía la sostuviera cerca. Dominic se inclinó sobre Marguarita y ella saboreó la amargura en la boca. La gata le golpeó con fuerza contra la piel y, al mirarse en el espejo, vio que los ojos se le habían vuelto completamente jaguar. Se giró lejos de esa muestra de celos femeninos. Estaba triste por la pobre Marguarita, su vida había cambido para siempre, pero también estaba preocupada porque Dominic pudiera compararlas. Marguarita fue una mujer hermosa, esbelta, con curvas y piel perfecta, mientras que ella era… todo músculos vigorosos.

Dominic se dio la vuelta y esta vez fruncía el entrecejo.

– No me gusta tu comparación poco halagüeña de mi mujer con otra.

El corazón le dio ese salto ahora familiar. Suspiró. Quizá no deberías leer mis pensamientos sin mi conocimiento. No pudo evitar que el pensamiento le viniera a la mente y respingó, esperando que no lo hubiera oído. Aplastó todas las cosas bordes que quería decir y se mordió el labio con fuerza. No podía imaginarse qué haría él cuando le fuera con esa actitud, lo cual era inevitable. Incluso su prima más joven Jasmine, que la adoraba tanto, decía que tenía un problema de actitud.

– Pareces estar teniendo problemas al censurar lo que piensas. -Había diversión en su voz. No esperó su respuesta, sino que se adelantó por el patio.

Cesaro estaba sentado en una silla en la galería delantera. Parecía cansado y agotado, pero se las arregló para ofrecer una pequeña sonrisa.

– Enviaré a mi esposa con Marguarita. Se quedará con ella hasta que el llegue médico. El médico es mi hermano, así que no tema, no habrá nadie que hable de esta noche terrible. Y gracias por matar al monstruo.

Dominic le ofreció una pequeña reverencia formal y siguió alejándose a zancadas de la hacienda, hacia los árboles. Solange levantó la mano, y sin hablar, siguió a Dominic hasta que el bosque se los tragó completamente. Caminaron en silencio durante unos minutos, Solange permanecía unos pocos pasos atrás y a su izquierda, dándole sitio de sobra para maniobrar si se topaban con un enemigo.

– ¿Cuán lejos debemos ir? -preguntó.

Él se paró y se giró, su mirada pensativa vagó sobre ella.

– La distancia a nuestra guarida -reconoció. Y esperó.

Ella siseó entre dientes. Instintivamente supo lo que deseaba de ella, y esa parte terca suya no quería ir por ahí. No iba a pedirle que la llevara. ¿Qué era ella? ¿Una niña? Podía andar. Podía caminar toda la noche si tenía que hacerlo. Quizá cambiaría a gata para hacerlo más fácil…

– No. -Los ojos permanecieron fijos en los de ella, negándose a permitirle que apartara la mirada.

Ella se mordió el labio con fuerza.

– ¿Qué quieres?

– Creo que tú deberías contestar a esa pregunta.

– No lo entiendes. De verdad. No. -Frustrada, Solange se pasó los dedos por el cabello, enredando la gruesa masa más de lo que ya lo estaba-. Crees que me conoces, pero no. Si abro la boca arruinaré todo esto.

Una sonrisa lenta y sexy suavizó el duro borde de la boca de Dominic e hizo que a Solange le revolotearan mariposas en el estómago.

– Lo dudo mucho, Solange. Eres mi compañera. No funciona así. No puedes arruinarlo y yo tampoco. Encontraremos el camino el uno al otro. Sólo que tú no has escogido comprometerte con nuestra relación todavía.

Ella negó con la cabeza.

– Lo he hecho. Te hablé de mi sangre, que podía deshacerse de los parásitos. No perseguí a Brodrick cuando te fuiste. Eso es compromiso.

– ¿Entonces por qué encuentras tan difícil pedirme una cosa tan sencilla como que te lleve de vuelta a nuestra guarida?

Cuando lo ponía así, sonaba tonto. Pero no tenía costumbre de pedir favores. Era más honesta consigo misma que eso. Bien. No era por los favores. No quería mostrar debilidad. O pedirle algo. Odiaba que tuviera razón. Era sobre confianza, pero ¿cómo hacía uno para volverse diferente? Quería ser diferente. No podía superar el terrible muro que había construido alrededor de sí misma para sobrevivir.

– No sé cómo hacerlo, Dominic. -Había desesperación en su voz-. No puedo hablar contigo. -Comenzaba a sentir el impulso de huir y ella nunca había huido de nada en su vida.

– No tenías problemas para hablar conmigo en nuestros sueños.

Era implacable. Y tranquilo. Sintió el impulso de abofetearlo. Esto no era un sueño.

– Entonces no eras real. Te podía decir cualquier cosa y no había… -Se calló, intentando encontrar la palabra correcta-. Repercusiones. Tienes que saber que es diferente. ¿No lo sientes diferente? -No podía evitar el tono de súplica de su voz. Deseaba que comprendiera.

– Completamente diferente -estuvo de acuerdo-. Mejor. Siento emociones que no he sentido en cientos de años. Sé qué es el amor. Sé lo que es estar celoso y feliz. Puedo mirar a mi mujer y sentir las demandas de mi cuerpo. Doy la bienvenida incluso a la posibilidad de sentir dolor. Sé lo que es no sentir, Solange, y aceptaré la emoción y los riesgos que vienen con esa capacidad.

Ella levantó el mentón. Sabía que sus ojos eran felinos pero no podía evitar la agitación de ira ante la implícita reprimenda.

– Yo he sentido demasiado toda mi vida, Dominic. Pena. Dolor. Rabia. Tanto si quieres admitirlo como si no, es un riesgo.

Él abrió los brazos, con la mirada calmada.

– Entonces tienes que decidir por ti misma si valgo la pena el riesgo.

Ella siseó.

– Me devuelves al rincón. Soy una luchadora. No me gusta ser acorralada.

Esos brillantes ojos nunca abandonaron su cara. Dominic sacudió la cabeza.

– Estás tratando de encontrar una razón para huir porque tienes miedo, Solange. ¿Por qué tendrías miedo de mí?

– Porque -contestó, sintiéndose desesperada-. No sé qué hacer.

En el momento que las palabras salieron, quiso recuperarlas. Sonaba tan tonto. Era una mujer adulta y debería poder manejar una conversación sencilla con un hombre, pero ese era el problema. Ella nunca había sido una mujer. No sabía cómo serlo. Sabía que no podía ser la mujer que él deseaba y más pronto o más tarde se alejaría de ella.

Se quedaría destrozada. Completa y totalmente destrozada. Era demasiado riesgo. Podría ser una cobarde en éste caso, porque era supervivencia. Esperó su indignación, que desapareciera simplemente como podían hacer los carpatos.

Dominic dio un paso adelante y le enmarcó la cara con las manos obligándola aencontrar su mirada.

– Todo lo que tienes que hacer, kessake, es pedirme que volvamos a nuestra guarida, a nuestra casa. ¿Es eso realmente tan difícil?