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Utilizó esa voz, la que se arrastraba en su interior y se envolvía alrededor de su corazón, apretando hasta que quería llorar. Le deseaba tanto. Quería pertenecerle. ¿Cómo podría creer jamás que ellafue digna de él? ¿Que realmente la escogería a ella sobre todas las mujeres que podía tener? ¿Cómo podría él amar a una mujer como ella?

Él no la incitó otra vez y ella supo que no lo haría. Sólo se quedaría allí hasta que ella asintiera. Sabía que podía oír cómo le palpitaba el corazón. Saboreó el miedo en la boca. ¿Por qué no era fácil? Tomó aire. Lo dejó escapar.

– ¿Nos llevarás a casa, Dominic? -Con esa oración, arriesgó todo lo que era o jamás sería.

La aprobación en los ojos de Dominic envió una ráfaga de calor por todo su cuerpo. Estaba tan perdida en él ya. No importaba lo que sucediera en el futuro. Ya era demasiado tarde para ella, podía decirlo por su reacción a esa mirada en la cara de él. Quería complacerlo cuando nunca había tenido interés en complacer a nadie. Y eso le decía que era demasiado tarde para ella.

Capítulo 11

Cuando me encuentras, me completas.

Me devuelves a la vida otra vez.

De Dominic para Solange

La caverna estaba iluminada con antorchas, proyectando un suave resplandor danzante sobre el techo. Brillantes telarañas de plata adornaban las paredes con diversos patrones. Alfombras tejidas se extendían sobre el suelo y dos sillones de respaldo alto y mullidos estaban ubicados a uno y otro lado de una mesa pequeña. Una canasta de frutas frescas se veía apetitosa encima de la mesa junto a una bandeja con queso y pan. Solange echó una mirada a las pequeñas mejoras que Dominic había agregado a su santuario. La comida hizo gruñir a su estómago, pero estaba demasiado ocupada mirando la reluciente charca de agua en la depresión de la roca.

En el centro del agua resplandecía una llama parpadeante de color rojo anaranjado. Los colores hacían parecer al agua aún más acogedora y se acercó a la piscina para darse tiempo de ordenar sus pensamientos. Había tomado la decisión de llevar esto a cabo, ahora sólo tenía que encontrar la manera de sortear su paso a través de las dificultades. Si al menos él no fuera tan sexy. O un combatiente tan bueno. Si pudiera encontrar un equilibrio con él podría manejar esto.

– ¿Te gustan los cambios? -preguntó él.

Asintió con la cabeza.

– Mucho. -Él no había tocado nada suyo, simplemente había agregado a lo que ya tenía y eso la hizo sentirse un poco mejor. Deseaba que a él le gustaran las pocas cosas que había logrado reunir a lo largo de los años.

– ¿Cómo es posible que hagas que parezca que hay una llama dentro del agua? -Se volvió hacia Dominic y pegó un salto cuando su cuerpo casi chocó contra el de él.

Estaba tan cerca. En silencio. Y su perfume no la alcanzó hasta que él no lo decidió. Inspiró y su aroma le llenó los pulmones. El calor de su cuerpo la rodeó. Estaba tan cerca que la pesada erección le rozaba el estómago. Apenas podía obligarse a levantar la vista del cuerpo alto, posándola en la boca tentadora, sin atreverse a ir más arriba para ver la mirada en sus ojos.

Su cuerpo reaccionaba a él, volviéndose suave y flexible, sus terminaciones nerviosas estaban cercanas a la superficie. Nunca reaccionaba físicamente a los hombres, ni siquiera cuando su gata estaba en celo. La necesidad la atrapaba con fuerza, su gata alimentaba el impulso de procrear, pero en el momento en que estaba cerca de un hombre, simplemente no podía sentirse físicamente dispuesta. Ni siquiera su gata gruñona y nerviosa podía sobreponerse a la aversión hacia los hombres. Sin embargo, con Dominic parecía no poder mantener bajo control sus alteradas hormonas.

Sabía que él se daba cuenta de la reacción de su cuerpo, al igual que ella era consciente de la de él, pero de alguna manera su falta de control la avergonzaba. Desear a un compañero era perfectamente natural, sin embargo…

– Eres muy dura contigo -le dijo.

La voz de Dominic era esa mezcla sexy que sólo se sumaba a su creciente deseo. Tragó con fuerza.

– De verdad que no sé lo que estoy haciendo.

– ¿Y eso es en realidad tan malo? -Sus dedos bajaron rozándole el cabello, le puso un mechón detrás de la oreja con exquisita suavidad-. ¿Tienes que ser perfecta en todo momento? Imagino que eso sería más bien agotador.

La yema del dedo le recorrió la boca, yendo y viniendo hasta que abrió los labios. Empujó dentro de ella e instintivamente Solange cerró los labios alrededor del dedo; su lengua estaba dándole golpecitos y chupándolo antes de poder detenerse a sí misma. Un rubor ardiente azotó su rostro y trató de girar la cabeza, pero la mano de Dominic le abarcaba la garganta, manteniéndola inmóvil, con la cabeza ligeramente echada hacia atrás como si disfrutara de la sensación de la boca alrededor de su dedo. Le acarició a lo largo del nudillo con la lengua y siguió mientras él poco a poco lo retiraba, por lo que le mordisqueó la yema del dedo antes de que él volviera a recorrerle los labios.

– ¿Lo haces, Solange? ¿Tienes que ser perfecta todo el tiempo?

– Por supuesto que no. -Apenas podía hablar.

– Sólo conmigo entonces. -Inclinó la cabeza y rozó su boca con la suya.

La sobrecogedora sacudida azotó violentamente todo su cuerpo con la fuerza de un rayo. El toque había sido tan leve, pero una bola de fuego se disparó a través de ella para instalarse profundamente en su vagina.

– Quieres complacerme. -Él lo afirmó.

Asintió con la cabeza, temerosa de hablar. Temerosa de que se moviera. Temerosa de que no lo hiciera.

– Así es como debe ser. ¿Se te ha ocurrido que yo también deseo complacerte?

Levantó la vista, su mirada chocó con la de él. Se le veía tan poderoso. Un depredador cerniéndose sobre su presa. Ella era jaguar y no tenía miedo de nada… con la excepción de su compañero… y ¿no era eso una locura?

Compañero. Saboreó la palabra.

– Solange. -Se negó a permitirle apartar la mirada de él-. Cuando hago una pregunta, necesito una respuesta.

El color en la cara de ella fue del rosado al rojo carmín.

– Sí, lo siento. Se me ha ocurrido. Es simplemente difícil de creer. Sin embargo, me acostumbraré a ello. -Tal vez-. Sólo necesito un poco de tiempo.

Le sonrió, esa sonrisa lenta, sexy y derrite-corazones que parecía sentirse hasta en los dedos de los pies. Le encantaba verle esa mirada en el rostro. Esa luz en sus ojos.

– No ha sido tan difícil, ¿verdad? Decirme como te sientes. ¿Cómo te complaceré si no me dices las cosas que necesitas?

Le rozó un beso sobre los labios otra vez. Los labios de ella temblaron en respuesta. La bola de fuego en su núcleo irradiaba tanto calor que tenía miedo de que pudiera arder espontáneamente. La vagina le dolía por él, y entre las piernas podía sentir la caliente humedad extendiéndose.

– He puesto varias prendas de ropa en el vestidor para ti. Me complacería enormemente si, cuando estemos solos, usaras una para mí.

Una vez más su corazón comenzó a acelerarse. Su pulso latía frenéticamente, llamando la atención de Dominic. Le retiró suavemente el cabello de la nuca y se inclinó hacia ella. Solange se quedó absolutamente inmóvil. El aliento de él era cálido contra su piel. Un estremecimiento de deseo comenzó una oleada de temblores. Ella se frotaba las manos sobre los muslos cubiertos por los vaqueros… su coraza.

Tuvo que mojarse los labios dos veces antes de poder decir una palabra y entonces fue un graznido.

– ¿Dónde?

Él giró e hizo señas hacia la pequeña alcoba donde ella había escondido ropas y armas de repuesto. Necesitando poner espacio entre ellos, obligó a sus temblorosas piernas a atravesar la pequeña y abovedada caverna de roca, donde pudiera esconder el rostro acalorado de él. Había un espejo de cuerpo entero que no había estado allí antes. Pudo verse la sorpresa y la excitación en el rostro. Los ojos de él estaban brillantes, casi verde esmeralda. La respiración era agitada, llamando la atención hacia sus pechos llenos… más que abundantes. No era delgada como dictaba la moda, por todo el ejercicio que hacía. Era… robusta. Compacta y robusta.