La mano de él se extendió por encima del hombro en busca de la túnica y ella la dejó caer, sabiendo que la prenda sería una de sus favoritas sin importar lo que sucediese. Al llevarla puesta, por primera vez en su vida se sentía deseada como mujer. Se sentía sexy e incluso hermosa. La túnica era tan mágica como Dominic. Allí de pie tan cerca, con él detrás, era consciente de su calor, del absoluto control que parecía tener sobre los dos y de su enorme fuerza. Como hembra jaguar, buscaba esas cualidades en un compañero y él las tenía en abundancia.
Se deslizó dentro del agua humeante y agradecida se hundió profundamente. El calor alivió el dolor de sus músculos.
– Dominic, esto se siente tan bien.
Él se movió hacia las sombras, sentándose en uno de los dos sillones, casi oculto de ella. Una vela titilaba con suficiente llama para arrojar luz ocasionalmente a su cara. El rostro de un guerrero. Oscuro. Misterioso. Demasiado duro. Era hermoso para ella. Solange metió la cabeza bajo el agua y se enjuagó el cabello. Curiosamente, incluso esa acción tan familiar parecía sensual.
Dejó descansar la cabeza contra el borde de la piscina de roca. Sabía que Dominic la observaba. La luz se derramaba directamente a través de ella, probablemente haciendo resaltar sus pechos debajo del agua transparente. La llama convertía el agua en prismas de colores, atrayendo la mirada, pero con Dominic en las sombras era casi como en sus sueños, cuando él venía a hablar con ella.
– Me alegro de que estés disfrutando de tu baño. Podía ver que aún estabas dolorida por tus heridas.
Ella esbozó una sonrisa pequeña y vacilante.
– Realmente aliviaste lo peor de ellas. Sólo tengo unos pocos achaques y dolores. Nada serio -titubeó ella.
Él esperó.
Ella acunó un poco de agua y la observó correr entre los dedos.
– Me haces sentirme cuidada.
– Estás cuidada.
La mirada de Solange saltó a la de él. Su estómago se agitó por el impacto de encontrarse con esos ojos oscuros y misteriosos.
– Gracias.
– Si pudieses vivir en cualquier parte del mundo, ¿dónde sería?
Ella frunció el ceño.
– Nunca he estado en ningún otro lugar. Nunca. Sólo he vivido aquí, en la selva tropical, pero solía soñar con viajar. Me habría encantado ver todas las diferentes selvas tropicales del mundo. Mi tía algunas veces hablaba de lugares lejanos. Yo solía fingir que era una princesa como en los cuentos que ella nos leía y que un príncipe vendría y me rescataría. -Se encogió de hombros-. Dejé de necesitar ser rescatada hace mucho tiempo.
– Tal vez -murmuró él-. O quizás simplemente pusiste los pies en la tierra.
– ¿Y tú? ¿Dónde te gustaría vivir si pudieses hacerlo en cualquier lugar?
Escuchó el sillón moverse levemente, como si él hubiese cambiado de posición. Solange levantó la mirada y vio sus ojos entornados vagando sobre ella. Instantáneamente, fue consciente de su propio cuerpo otra vez. Era la mirada en esos ojos, decidió, lo que la hacía sentirse tan sexual. Su gata no estaba en celo, pero ella sí. El ardor entre las piernas sólo continuaba aumentando como si su cuerpo nunca estuviese completamente saciado. El deseo ardiente por él parecía no tener fin.
Él quería que se reconociese como una mujer y que las necesidades de él llegaran a ser las suyas. Se acercaba rápidamente al punto de necesitarlo. Pensó que se había sentido aliviada cuando él le había dicho que no esperaba nada de ella, pero ahora le picaban las palmas por las ganas de tocar su piel. Se encontraba sentada en el baño caliente y fantaseando un poco sobre tomarlo en la boca, sólo para saber cómo sabría y sobre todo lo que sentiría al tenerlo dentro de ella, aliviando el dolor implacable.
– He viajado por todo el mundo, he ido a las cumbres más altas y a las selvas más espesas. Los Carpatos siempre serán mi patria, pero mi hogar es una mujer. Solange Sangria. Para mí tú eres mi hogar. Tu cuerpo es mi hogar. Tu mente. Tu corazón y tu alma. Me importa poco dónde estemos.
Ella inhaló bruscamente. Ahora deseaba poder verle el rostro con mayor claridad.
– ¿Estás diciendo que podríamos vivir en cualquier parte del mundo que yo quisiera?
– Sólo tienes que desearlo.
No había manera de ocultar la conmoción en su cara y supo que él la vio por su suspiro.
– ¿Te crees menos que yo?
– ¡No! -Absolutamente no pero…
Él negó con la cabeza.
– Ya veo. Pensabas que yo creería que eras menos que yo.
Estaba avergonzada.
– Lo siento. -Percibió la desilusión de Dominic por su falta de fe en él y eso dolió más que si le hubiese gritado. Dominic nunca le había dado motivos para pensar que la creyera menos-. Pienso que la mayoría de los hombres… -Se fue apagando cuando él levantó la mano para detenerla.
– Sólo hay un hombre en tu vida, Solange. Únicamente tienes que preocuparte de lo que yo pienso y siento, no de los demás hombres.
Su voz como siempre era completamente serena, pero percibió el filo en ella, y acercándose las rodillas, se las rodeó con los brazos por debajo del agua, donde se sentía caliente y segura.
– ¿Entiendes?
Ella asintió con la cabeza. Él esperó.
– Sí -dijo en voz alta, casi tartamudeando-. Realmente no tuve intención de acusarte de… -¿De qué había estado acusándolo? ¿Qué pasaba con ella? ¿Por qué importaba tanto que pudiese haberle hecho daño?
– Creíste que te daría órdenes -terminó por ella-. Somos iguales, Solange, en todo el sentido de la palabra. Como tu compañero, tu felicidad y tu salud importan más para mí que las mías, pero los compañeros están uno en la mente del otro. Yo sé lo que necesitas. Creo que algunas cosas son difíciles de ver o de admitir para ti y es mi trabajo asegurarme de que obtengas todo lo que necesitas.
Ella bajó la vista.
– ¿Qué hay de tus necesidades?
– Nos ocuparemos de ellas en su momento. He esperado siglos para encontrarte. En ese tiempo he adquirido paciencia. Antes que nada, necesito tu confianza. Tu absoluta confianza en mí… y en ti misma. Tienes que saber que eres la única mujer que siempre querré o necesitaré. Y tienes que saber que está en ti conocer todos mis deseos, tal como yo conoceré los tuyos.
– ¿Qué ocurre si no soy buena en el sexo? -Ella expresó la cuestión principal que tenía en mente y se sonrojó de un profundo carmesí cuando lo hizo. Su cuerpo se calentó y estuvo muy agradecida de que el agua humeante ayudara a disimular su vergüenza.
– Entonces tu profesor habrá fallado y comenzaremos de nuevo.
Ella tragó saliva.
– ¿Es eso lo que estás haciendo? ¿Enseñándome sobre sexo?
Los dientes blancos destellaron a la parpadeante luz de la vela y luego estuvo completamente en las sombras.
– Aún no hemos empezado tu instrucción en el sexo.
– Oh. -Su corazón saltó y luego latió salvajemente en su pecho.
– Saca la pierna del agua para mí.
Solange abrió los ojos de par en par cuando él se puso de pie y se deslizó hasta el borde de la charca. Sus movimientos eran tan fluidos que supo que no había otra forma de describirlo. Se cernió sobre ella, los hombros anchos y el pelo oscuro cayendo. Solange vaciló, indecisa de lo que quería de ella. Si se escabullía cerca del borde entonces su pierna estaría fuera del agua y ella tendría que recostarse y probablemente hundirse en el agua. Él no dijo nada, simplemente esperó.
Solange se escabulló hacia adelante lo más lejos que pudo y respiró hondo, reclinándose mientras obediente sacaba la pierna del agua. Para su sorpresa, su espalda y cabeza fueron instantáneamente sostenidas.