Dominic tomó el tobillo en las manos, su toque era suave. Le sonrió.
– Esa es mi kessake. Tu confianza en mí está creciendo.
No estaba segura de que fuera su confianza en él tanto como su deseo de complacerlo. Quería esa sonrisa y la mirada de aprobación en sus ojos.
No podía apartar la mirada de él, consciente del aspecto que debía tener con sólo el agua humeante para cubrirla. El agua le lamía los pechos, atormentando las curvas suaves y femeninas. Una pierna estaba doblada, el pie en el suelo de la laguna mientras las manos de él le sujetan el tobillo de la otra como si fueran grilletes. Dominic subió las palmas por la pantorrilla hasta la rodilla, una caricia larga, lenta y muy tranquila. Su cuerpo sintió el toque en lo más profundo. Si fuera posible ponerse aún más mojada y acogedora allí en el agua, se las arregló para hacerlo. Le llevó un momento darse cuenta de que él le había quitado el corto vello de la pierna.
La mano continuó subiendo por el muslo. Se le escapó un pequeño gimoteo. Se mordió con fuerza el labio para impedir más sonidos. Los dedos pasaron rozando la entrada, atormentaron los labios durante unos pocos momentos, antes de que la palma cubriera el montículo, conmocionándola. Casi se apartó, pero los ojos de él la mantuvieron quieta.
Tragó con fuerza mientras los dedos se movían sobre su cuerpo, explorando cada sombra, cada hueco, hasta que no pudo dejar de retorcerse, su cuerpo ya no era suyo.
– No entiendo lo que estás haciendo -dijo, jadeando las palabras, sintiéndose un poco desesperada. Nunca había imaginado que una mujer pudiese desear tanto a un hombre.
– No habrá nada entre mi boca y tu cuerpo. Quiero que sientas absolutamente todo lo que te haga.
Ya lo sentía. ¿Cómo iba a sentir más sin que eso la matara? Él volvió a colocarle la pierna suavemente y dobló un dedo. Solange le dio su pierna izquierda y cerró los ojos, tratando de respirar a través del exquisito placer. ¿Podía una mujer tener orgasmos una y otra vez sin que el hombre realmente la penetrara? Evidentemente Solange podía, porque estaba al borde de uno. Las manos de él obraron su magia y cuando terminó, le bajó la pierna cuidadosamente como si ella estuviese hecha de la más fina porcelana.
Esta vez, en lugar de pedirle que levantara la pierna, Dominic se metió en el agua y le ancló el tobillo derecho, empujando la pierna hacia él. Ella estuvo agradecida. Se sentía casi débil, incapaz de moverse, fascinada por el aspecto de su rostro. Las arrugas estaban marcadas profundamente. Los ojos estaban oscurecidos por la lujuria. Parecía tan concentrado en ella que Solange casi tenía miedo de respirar.
Pequeñas gotitas de agua le bajaban por la pierna, revelando la piel suave y sedosa. Él agachó la cabeza y lamió las gotas de agua del muslo.
La respiración de Solange produjo un sonido sibilante.
– ¡Dominic!
Él sonrió y le soltó la pierna con la misma delicadeza con que la había levantado.
– Creo que empiezas a entender.
Lo único que entendía era que él era el hombre más asombroso del mundo. Esta vez cuando él tendió la mano, no vaciló en cogerla. La arrastró fuera del agua y Solange estuvo de pie, completamente expuesta para él. Y ahora, cuando la mirada de Dominic se movió sobre ella, Solange permaneció quieta para él sin intentar cubrirse.
– Te ves hermosa. -La calidez en su voz la hizo sonrojarse.
– Tú me haces sentir hermosa -contestó. Y lo hacía. La mirada en sus ojos la hacía sentir la mujer más deseada del mundo.
¿Cómo sería tener el amor y el respeto de un hombre como Dominic? ¿Estar a su cuidado? Ella era una mujer que sólo había respondido ante sí misma.
Dominic la envolvió en una toalla caliente y la secó completamente. Se tomó su tiempo, prestando atención a los detalles, asegurándose de atrapar cada gota de agua. Le frotó los pechos, el vientre e incluso entre las piernas. Le separó las rodillas y se aseguró de que los muslos y las nalgas estuviesen completamente libres de humedad. No fue en absoluto impersonal como ella había esperado. Las caricias eran deliberadamente provocativas, la hacían contonearse. Podía oír el cambio en su propia respiración cuando las manos de él se demoraban. Una vez dobló la cabeza y atrapó una gota de agua que le bajaba corriendo por el muslo.
Todo su cuerpo estaba excitado y vivo, muy consciente de Dominic. Le deslizó las mangas de la túnica del dragón sobre los brazos y se la ató ala cintura. La tela de araña se deslizó sobre la piel desnuda como seda viva. Permaneció quieta mientras él le secaba el cabello con la toalla. Para su asombro, comenzó a soplar aire caliente sobre él mientras usaba los dedos para acomodar las ondas rebeldes. Sólo cuando acabó le indicó la silla.
Le sonrió, asombrada por su cuidado.
– Mi tía me acogió cuando tenía ocho años, Dominic, pero estábamos siempre huyendo. Nos escolarizó en casa y aprendimos sobre armas y pelea, pero aquello era… -Miró alrededor de la confortable habitación. Él había hecho todo esto para ella-. He sido responsable de mis primas desde los catorce años. No sé cómo hacer para devolverte esto.
La mano de él se curvó en torno a la nuca de Solange y la acercó a él, bajando sucabeza hacia la de ella. A Solange se le quedó la respiración atascada en la garganta cuando los labios de Dominic rozaron los suyos. Quedó aturdida por el impacto de ese leve toque. La electricidad crepitó por encima y a través de su piel, enviando un chisporroteo caliente por sus venas. Sus pechos se hincharon, los pezones se volvieron sensibles, sufriendo por atención. El fuego ardía aún más abajo, en lo profundo de su sexo, mientras ella latía y palpitaba de deseo.
Él se enderezó, la agarró de los hombros y la llevó hasta la silla.
– Necesitas comer.
– ¿Comer? -Lo miró-. Ni siquiera puedo respirar.
Él rió suavemente, el sonido la llenó de una repentina alegría. Solange no había conocido la alegría. No había sabido que un hombre pudiera ser como Dominic.
– Entonces yo respiraré por ti.
Probablemente lo haría también. Ella tomó una naranja, demasiado impresionada por él para preguntarse de dónde la había conseguido.
– Tengo tanto miedo de decepcionarte. No soy muy buena con las relaciones. Pregúntale a mi prima. Sólo me aguanta porque estamos emparentadas.
– Te aguanta porque te ama -corrigió Dominic y tomó la naranja de sus manos temblorosas para pelarla.
Capítulo 12
Me descubres. Luego me sanas
de todas las cicatrices y conflictos.
Y cuando mi vida caía en picado,
me agarraste.
Había olvidado cómo sonreír,
pero tú me volviste a enseñar.
De Solange para Dominic
Solange trató de regularizar su respiración, sabiendo que él la estaba observando de cerca. Carraspeó y trató de sonar tranquila.
– No creo haber pasado tanto tiempo con otra persona en años.
Minan… mía. Las palabras fueron un susurro suave y tierno en su mente. En voz alta, con su tono sereno, agregó:
– Ni yo tampoco. -No le dio la naranja pelada, sino que tomó un gajo y se lo acercó a los labios-. Hacemos este recorrido juntos.
Todo en Solange se estabilizó. La mente se calmó y se encontró con que podía respirar. Simplemente tenía que emparejarse con el ritmo básico de los pulmones de él. Dentro y fuera. En realidad no era tan difícil. Estaban en esto juntos, para bien o para mal. A él no parecía importarle que titubeara torpemente con las palabras, que no tuviera ni idea de lo que estaba haciendo. Dominic parecía aceptarla con todos sus defectos.
Abrió la boca y aceptó la fruta fresca. Reventaba de sabor. La naranja era una de sus frutas favoritas y difíciles de conseguir. Sabía que él la había creado especialmente para ella. Él parecía pensar de ese modo, encontrar en algún pequeño rincón de su mente las cosas que ella más amaba y proveérselas. Pasó la mano por encima de la túnica exquisita. Podía verse la piel sedosa y tersa a pesar de las pequeñas cicatrices blancas, esos puntitos que ella siempre había detestado y ocultado estaban expuestos ahora como si no tuviesen importancia. Un poco inconscientemente los frotó a través del material de encaje.