– Cuando la luz de la vela juega sobre los puntos, parece como si estuvieran vivos, bailando por encima del muslo. Es un espectáculo sumamente erótico, Solange y me hace desear seguirlos con mi lengua. Saborearé cada centímetro de ti y esos deliciosos puntos me enseñaran el camino hacia el banquete.
Ella se sonrojó de nuevo. No había manera de controlar el arrollador color así que abrió la boca cuando él le deslizó otra rodaja de naranja entre los labios. Las palabras de Dominic otra vez habían le llamado la atención sobre su propio cuerpo. Las estrellas dispersas no hacían nada por ocultar la hinchazón de los pechos o sus anchas caderas. Se retorció un poco, deseando que la silla estuviera más en las sombras, como estaba la de él. Solange cruzó las piernas.
– Preferiría que estuviesen abiertas para mí.
Su voz era tan suave. No fue una orden, sólo una simple declaración. No había pretendido cerrarse a él… Levantó la mirada a su rostro. Dios, qué hermoso era.
– ¿No preferirías que fuese un poco modesta?
Lo cual, cuando uno pensaba en ello, era divertido. Los felinos por regla general no eran recatados. Cuando se transformaba, iba desnuda. Eso era todo lo que había, no obstante esto parecía tan diferente.
– Esperaría que mi mujer fuera sólo para mí y que estuvieras lo suficientemente cómoda… y que confiaras lo bastante en mí… para recrearte en tu sexualidad. Eres naturalmente apasionada y sensual. Me gusta mirarte, verte deseándome. Cuando siento tus ojos moviéndose por mi cuerpo y cuando puedo mirar tan abiertamente lo que es mío, es para mí un gran placer.
Sonaba tan sencillo, no obstante llevó un gran esfuerzo por su parte descruzar las piernas para proporcionarle la vista de una mujer lasciva y necesitada. No podía evitar sentirse sexy y un poco malvada, pero aún así era una de las cosas más difíciles que había hecho. Peor aún, envió otra oleada de calor que le brilló entre las piernas. Él inspiró, arrastrando el aroma de su excitación a los pulmones.
Solange sabía que su reacción a la solicitud de Dominic sólo lo estaba animando a sacarla de su cascarón… y estaba un poco asustada de hacia dónde podía conducir esto. Esa simple sonrisa de agradecimiento, para ella era el elogio más grande que él le podría concederle. Era impactante lo gratificante que resultaba complacerlo, cuando nunca había tratado de complacer a nadie.
– Esa es mi mujer.
Él le hizo una pequeña y cortés reverencia que hizo que una ola de placer la atravesara. Sus modales eran tan del Viejo Mundo, al igual que su lenguaje ceremonioso, pero parecía encajarle y lo hacía, en su opinión, tanto más atractivo.
– ¿Cuál es tu plan?
Su ceja subió rápidamente y ella se sonrojó.
– No eso -dijo Solange-. El campamento del vampiro. Me dijiste que habías ingerido sangre del vampiro para que te reconocieran como parte integrante de su conspiración. ¿Crees que los parásitos en tu sangre por sí solos tu granjearán su aceptación?
– Los vampiros que he conocido hasta ahora han creído en la llamada de los parásitos, pero éstos nunca están en actividad contigo alrededor. También tomé tu sangre hace poco. -Le sostuvo otro gajo de naranja en los labios y esperó hasta que Solange clavó los dientes en él-. Conque si estás pensando en acompañarme de algún modo, no funcionará.
Ella lo miró ceñuda.
– Por supuesto que voy a guardarte las espaldas. No puedo imaginarme que no estés pensando ya en formas de matar a Brodrick.
– Naturalmente.
Ella olvidó todo excepto vestir su armadura guerrera. Sus ojos verdes se volvieron felinos y le frunció el entrecejo.
– Nunca cometas el error de creer que no sé lo que estoy haciendo. Si hablabas en serio cuando dijiste eso de ser socios, lo del respeto y la igualdad de condiciones, sabiendo quién soy realmente, entonces tienes que saber que voy a estar cuidándote la espalda.
Apartó de un empujón la silla, olvidando la túnica como telaraña mientras se paseaba inquieta por el suelo de la caverna, su jaguar merodeaba cerca de la superficie.
– O me aceptas como soy o no. No puedes tener ambas alternativas. Nunca sería capaz de quedarme salvo esperando mientras tú estás en peligro.
Sólo el sonido del agua cayendo en la piscina llenaba el cuarto. Solange era consciente de su respiración ruda y agitada, del ritmo cardíaco acelerado, de la oleada de adrenalina en su cuerpo. El silencio de Dominic se prolongó hasta que la tensión fue casi insoportable. Simplemente la miraba con esa mirada oscura, insondable y muy directa que lo decía todo.
Ella levantó la barbilla y le devolvió la mirada. Proteger a aquellos que amaba era su esencia. Si el creía que podría transformarla en algo o en alguien distinto con unas pocas vestimentas eróticas, estaba muy equivocado. Ella no servía para este tipo de mierda, de ningún modo. Simplemente volvería a ser un jaguar y encontraría un lugar en el bosque. Sintió la familiar picazón recorrerle la piel y la llamada de la naturaleza se embraveció dentro de ella. Huir… era la única salida.
– Eres una combatiente feroz, Solange. Cuando no puedes ganar una batalla, ¿qué haces?
Ella contuvo a su jaguar para tratar de poner en funcionamiento sus cuerdas vocales.
– Me retiro y planeo una forma diferente de hacerlo.
– No puedes ganar una batalla conmigo. Ni tú. Ni tu jaguar. Ambos perderíamos si te empeñases en tal acción.
– ¿Qué es exactamente lo que estás diciéndome? Porque no vas a darme órdenes.
– Andas buscando pelea y me niego a unirme a ti. Tienes la mala costumbre de sacar conclusiones precipitadas y pensar lo peor de mí.
Ella abrió la boca y la volvió a cerrar, esforzándose por respirar y apartar el pánico. Y era presa del pánico. Quería, hasta necesitaba escapar antes de que él llevara esto más allá. Hasta que ella lo deseara con cada célula del cuerpo e hiciera cualquier cosa por retenerlo. Tenía más amor propio que eso.
Dominic se acercó a ella, ignorando la mirada de advertencia en los ojos de Solange, una mano le abarcó la garganta, dejándola sentir su inmensa fuerza. Más que fuerza física, ella podía ver el poder y la confianza que los siglos le habían otorgado. La mirada en esos ojos la estremeció. Censura. Censura pura y sin adulterar. Y dolía. Tal vez se lo merecía, pero en verdad dolía.
– No puedes mentirme a mí o a ti, Solange. No lo permitiré. Quieres huir de mí, no por tu amor propio, sino por cobardía. No quieres confiar en mí con tu cuerpo o tu corazón y me estoy acercando demasiado a ambos.
– Me romperías en mil pedazos -se defendió ella-. ¿No lo ves? No soy esa mujer que deseas.
– ¿Cómo sabes lo que quiero cuando te niegas a mirar… o escuchar? Estabas esperando tu oportunidad y creíste encontrarla. ¿No te dije que te respetaba como guerrera? ¿Que creía que eras mi igual y una socia? ¿Crees que te mentiría? Soy Dominic Buscador de Dragones y el honor de un Buscador de Dragones nunca ha sido puesto en duda, ni una sola vez en miles de años. -Ahora había un filo en esa voz normalmente tranquila.
Solange sintió las lágrimas reunirse detrás de sus ojos. Por supuesto, había jodido las cosas. Era demasiado bueno para ser verdad. Tal vez simplemente no podía manejar el ser feliz después de tantos años de furia y amargura.
El movió la mano hacia la nuca y de repente los dedos estuvieron haciendo un masaje tranquilizador.
– Respira, Solange. Simplemente toma aire.
Los pulmones estaban ardiendo en busca de aire y ella ni siquiera se había dado cuenta. La verdadera vergüenza, una emoción que ella no había conocido hasta ahora, era más amarga que la furia. Dominic se había puesto a sí mismo en la línea de fuego. Ella realmente no le había dado una oportunidad, no en su corazón. La mente lo había intentado y el cuerpo ciertamente lo deseaba, pero había tanto miedo de que le desgarrara el corazón que realmente no se había comprometido con él. Estaba lista para huir ante la primera señal de peligro proveniente de él.