Respirando pesadamente, se echó una vez más sobre la rama. La tercera casa pertenecía a la tía Audrey, la hermana menor de su madre, con sus hijas Juliette y la pequeña Jasmine, su prima más joven. Ella estaba muy encariñada con Juliette, ya que las separaba menos de un año e iban y venían entre las dos casas todo el tiempo. La cuarta estructura contenía a la mayor parte de los niños… cuatro chicos y dos chicas, todos huérfanos, Benet y Rachel los habían tomado a su cargo.
Vivían, trabajaban y jugaban en lo profundo del bosque, lejos de otras civilizaciones, y se les adiestraba para ocultarse en cavernas cercanas y túneles subterráneos.
Desafortunadamente las cavernas con frecuencia se inundaban, y tenían que tener cuidado de no verse nunca atrapados dentro cuando así sucedía. Pero aún así, cada pocos días sus padres realizaban simulacros, corriendo rápido, sin mirar atrás, atravesando el agua sin dejar ningún rastro.
Phin era el mayor de todos, y ella lo había perseguido con frecuencia, acribillándolo con preguntas sobre el mundo exterior y por qué, a veces, tenían que ocultarse tan callados. Él parecía triste y dejaba caer la mano sobre su coronilla, diciéndole lo especial que era. Y que todos tenían que cuidar de ella.
El jaguar suspiró. La lluvia caía y alzó la cara, permitiendo que las gotas le lavaran las lágrimas del morro. No hacía ningún bien llorar por el pasado. No podía cambiar lo que había ocurrido, sólo podía intentar evitar que otros sintieran su mismo dolor y pérdida.
Bajó la vista a las ruinas, la risa de los niños se convirtió en gritos cuando los hombres brotaron de la jungla, y con ellos, los grandes felinos, con las garras rasgando y arañando, desgarrando las gargantas de los chicos. Adam y Avery fueron capturados en medio del campo de maíz. Los tres estaban jugando al escondite y de repente los grandes hombres jaguar los rodeaban. Golpearon las cabezas de sus hermanos sin piedad, salpicando materia gris y sangre sobre el suelo y pisoteando el maíz. Ella intentó correr, pero fue atrapada por uno de los enormes brutos y llevada al claro donde se encontraban Phin y el padre de ella, espalda con espalda, intentando evitar que los hombres sacaran a rastras a la madre de ella de la casa.
De la garganta del jaguar brotó un sollozo, un gemido estrangulado que no pudo evitar. Jadeó, con la cara hacia el cielo, las lágrimas ardiendo mezcladas con las gotas de lluvia. Adam y Avery había desaparecido para ella, brutalmente lanzados a un lado, sus cuerpos tirados como basura. Recordaba el vertiginoso paseo cuando se la habían echado bajo un brazo y cruzaron a la carrera el campo, con el maíz golpeándole la cara y sangre salpicando por todas partes. Vio a un hombre con un machete matar a Bennet y luego a los cuatro chicos tras el cuerpo del padre caído, incluso al menor: el pequeño Jake, que sólo tenía dos años. Rachel luchó por contenerlos utilizando un arma, disparando a los hombres para mantenerlos lejos de sus tres pequeñas. Uno de ellos usó una escopeta, y Rachel cayó rota y sangrando en el umbral de su casa. Los hombres pisotearon su cuerpo mientras sacaban a las chicas aullantes de dentro.
Había tanta sangre. Tanta. Corrió roja y luego negra y brillante cuando salió la luna. Alguien comenzó un fuego, quemaron sus hogares y jardines hasta los cimientos. Phin giró la cabeza y la miró directamente mientras uno de sus hombres jaguar le clavaba un cuchillo en el riñón. Se miraron el uno al otro, la boca de él abierta en un grito silencioso, igual que la de ella. Su captor la lanzó al suelo junto al cuerpo acurrucado de Phin y ella observó con horror cómo la vida abandonaba sus ojos.
Su padrastro luchó valientemente, intentando proteger a su madre. Ella perdió la cuenta de las puñaladas que le asestaron en el pecho y la espalda. Un hombre grande le cortó la garganta, terminando con la lucha, y su madre fue arrastrada fuera de la casa por el mismo hombre cuyas manos estaban cubiertas por la sangre de su marido. Golpeó a su madre repetidamente en la cara y la empujó hacia los hombres antes de ir hacia cada cuerpo para asegurarse de que ningún hombre o niño permaneciera con vida. Y luego se giró hacia las chicas.
Dentro del jaguar su corazón palpitó, y saboreó el miedo y el comienzo de la rabia. Rabia. Se estiró hacia ella. La necesitaba. Intentó desesperadamente dejar que encharcara su interior cuando el hombre horrible la cogió por la espesa melena y la arrastró a través de la sangre y hasta la casa donde llevaron a cada una de las pequeñas.
Debían haber acechado al pequeño pueblo, porque los hombres fueron a buscar a Audrey, Juliette y Jasmine. Afortunadamente, las tres habían salido a conseguir provisiones, haciendo una caminata hasta el río para encontrarse con el bote de suministros, cuando los atacantes habían golpeado. Sus atacantes eran hombres jaguar… cambiaformas buscando mujeres que todavía pudieran cambiar a forma animal. Muchas habían hecho como su madre, encontrar a un hombre humano que se quedaría y las amaría… creando una familia con ellos. Pero eso había debilitado a la especie cambiante, y ahora cada vez menos hembras podían dar a luz un cambiaforma. Algunos de los hombres, conducidos por un raro jaguar negro, habían comenzado a forzar a las mujeres a la servidumbre, utilizándolas esencialmente como yeguas de cría. Cualquier niño incapaz de cambiar era purgado.
Solange Sangria bajó la vista al suelo empapado con la sangre de sus ancestros… y la de su familia. Sólo podía volver aquí en la forma del jaguar, incapaz de enfrentar la pérdida en forma humana. Podía llorar con la lluvia empapándole la cara y el corazón destrozado, recordando haber mirado a los ojos de esa gran bestia negra, de grandes ojos verde-amarillentos que sopesaban su valía. Su padre… Brodrick el Terrible. El hombre que se había emparejado a la fuerza con su madre porque ella era de pura sangre y luego, cuando ella escapó, la persiguió incansablemente. Finalmente la había encontrado y asesinado a su marido e hijos y al resto de los que residían en su pequeño pueblo, niños y padres a los que él consideraba indignos de caminar sobre la tierra.
Siempre recordaría esa mirada que no parpadeaba. Fría. Cruel. Un hombre que debería haberla amado como a su hija, pero al que sólo le importaba si podía engendrar exitosamente a un cambiaforma.
Las chicas fueron atadas y luego comenzó la tortura. Una por una. Las chicas fueron obligadas a ver como a las otras se les producía pequeños cortes y luego otros más grandes, repetidas veces, en un esfuerzo por provocar que un jaguar emergiera para proteger a la niña.
Una por una, cuando no emergía un felino, delante de las otras, el líder… su padre… las declaraba sin valor. La chica era asesinada y su cuerpo tirado fuera de la casa al claro, junto con los otros.
Entonces fue su turno… la última chica. El hombre que la había engendrado trabajó meticulosamente en ella, utilizando una hoja larga, su furia helada crecía mientras intentaba provocarla para que se revelara. El dolor fue atroz. Le hizo cortes en las piernas hasta que sangró, hasta que su madre suplicó y luchó y finalmente cambió a la forma de un jaguar hembra sólo para ser noqueada y contenida por los hombres. Se habían llevado a su madre, dejando a Solange sola para enfrentar a su despiadado padre de mirada acerada. Le llamaban Brodrick el Terrible por alguna razón.
Pasó horas torturándola, seguro de que podía cambiar, ya que su madre y él procedían del linaje más poderoso de hombres jaguar. Un linaje reverenciado por los demás. Ella le había ocultado firmemente su felino, obedeciendo a su madre, sabiendo que su padre era malvado. Para sobrevivir al dolor había llenado su mente joven de pensamientos infantiles de venganza. Yació durante horas… días. Las noches y días se mezclaron, y el hombre que la había engendrado fue paciente, sin preocuparle su incomodidad, haciendo cortes diminutos en su piel, atizando, como si con su cuchillo pudiera pelar su piel humana y encontrar su forma jaguar.