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– Adoro mirarte -dijo él, levantándose.

– Lo sé -respondió ella, con un ronroneo de satisfacción en la voz. Se metió en la piscina y se enjuagó.

Dominic, totalmente vestido, la esperó con una toalla tibia.

– Debo ir a cazar -dijo-. Y reconocer el terreno un poco.

– Iré contigo, pero quiero encargarme antes del cachorro.

– Esta noche no hay necesidad -refutó él-. Puedo mirar y calcular la distancia a la que tienes que estar alejada de los vampiros para mantener a los parásitos en silencio.

Restregó las gotas de agua de su piel, queriendo lamerlas. Su cuerpo ya estaba agitándose. El apretado agarre de su cuerpo combinado con su calor abrasador era adictivo, y nunca se saciaría, sin importar cuántas veces la hiciera suya. Y tenía intención de hacerla suya un millón de veces.

Solange se vistió con el corto y ajustado vestido verde esmeralda. A él le encantaba la forma en que la tela ajustada se pegaba a los costados del pecho aunque los mantuviera alejados de él. No pudo resistirse a acariciar el ligero peso sólo para sentir esa suavidad contra la palma. Hizo rodar los pezones entre los dedos y tironeó hasta que se convirtieron en pequeñas puntas duras.

– Vas a hacer que me humedezca y me vuelva deseosa otra vez -advirtió ella.

– Te quiero así. Si pudiera, te tendría en un estado continuo de excitación. Cuando todo esto termine, estate preparada para pasar un largo tiempo de esa forma. -Deslizó la mano bajo el corto dobladillo para acunar su desnudo montículo. Su pulgar trazó círculos sobre el clítoris con una lánguida habilidad. A Solange se le quedó atascado el aliento en la garganta y él se inclinó para capturar el gemido entrecortado en su boca-. Adoro la forma en que suenas -confió él-. Me complaces, Solange. Mucho.

– Me alegro, Dominic. Quererte es muy fácil.

Cuando ella comenzó a montar su mano, él sacó abruptamente los dedos y los lamió, con los ojos fijos en el rostro de ella.

– Continúa deseándome.

– No creo que eso sea un problema.

Se sentó al otro lado del cuarto, lejos de ella, queriendo verla con el cachorro. Los maullidos se alzaron cuando Dominic hizo un gesto con la mano y levantó el hechizo de dormir. El gatito se estiró antes de levantar la cabeza, su mirada se movió rápidamente en torno al cuarto hasta que encontró a Solange. Corrió rápido hacia ella y se restregó arriba y abajo por su pierna.

Ella dejó caer la mano en el pelaje y se arrodilló a acariciar con su nariz a la criatura gimiente.

– Debemos llamarle de alguna manera.

Dominic se encogió en su interior.

– Probablemente sea mejor mantener las distancias -aconsejó.

– Necesita un nombre -insistió Solange.

Dominic suspiró. No quería darle un nombre al animal, no cuando dudaba de poder salvar a la criatura. ¿Cómo podía uno convertir la sombra en materia? Ella ya estaba medio enamorada del pequeño bulto de pelaje y garras, y no podía soportar romperle el corazón. Ya había tenido suficiente sufrimiento en su vida. Él había curado heridas terribles, algunas hasta mortales pero esto… Suspiró de nuevo.

– Hän sívamak, si te apegas y no puedo salvarlo, vas a llorar la pérdida.

– Darle un nombre no supondrá ninguna diferencia, Dominic -respondió ella, sus ojos revelando tristeza-. Ya estoy enamorada de él.

El gatito dio brincos por el cuarto, el extraño gruñido ronroneante resonaba en su pecho. El gato-sombra probablemente pesaba alrededor de 20 kilos, y era todo músculo, pero no podía mantener su forma sólida. Dominic podía ver evidencia de rosetones en el lustroso pelaje negro, prueba de que los magos habían usado un jaguar en sus experimentos para producir al gato sombra.

– Sombra -dijo él.

Ella rió suavemente.

– Muy imaginativo.

– ¿Cómo lo llamarías tú? -la desafió.

– Sombra, por supuesto -dijo ella.

El gatito empujó el rostro contra el de Dominic y le lamió la cara, se retiró, y después dio brincos para golpearlo juguetonamente con la pata. Podía ver porque Solange quería salvar a esta cosita. El rostro del cachorro era mono. Hizo una mueca ante la palabra.

La suave risa de ella ondulaba en su mente mientras el gatito se daba por vencido con él y saltaba a través del suelo hacia ella.

– Adorable. Es adorable.

– Vas a coleccionar todo tipo de criaturas a lo largo de nuestra vida juntos -Gimió en voz alta, pero muy en el fondo se encontró riendo. Debía haber sabido que ella tenía un corazoncito blando. Había pasado una vida entera protegiendo a las mujeres y cuidando a sus primas. La áspera y peligrosa Solange se derretía a la vista de cachorros y gatitos.

Ella estaba rascando las orejas del cachorro.

– Soy peligrosa, Buscador de Dragones, y harías bien en no olvidarlo. Y no vayas a contarles a mis primas tus pequeñas teorías sobre mí.

– No he tenido todavía el placer de conocerlas -dijo él, manteniendo un tono especulativo-. Creo que tendremos conversaciones muchas largas.

Le lanzó una mirada amenazadora.

– He trabajado muy duro en ser hosca. No vas a arruinar mi reputación, especialmente con el compañero de mi prima.

Él elevó sus cejas.

– ¿No quieres que te vean tan femenina?

Ella hizo una mueca de dolor, apretando los dientes.

– No soy femenina.

El gato sombra la golpeó tan fuerte que casi se cae hacia atrás. Tuvo que agarrarlo por el cuello para sujetarse. Inmediatamente el gatito puso la cabeza sobre su hombro y soltó su gruñido ronroneante.

– Eres femenina, toda suave y blanda por dentro -se burló él.

Parecía horrorizada, aún mientras calmaba al gato sombra, inconsciente de la imagen que daba, la mirada de preocupación que tenía en la cara mientras mimaba al animal. Dominic sentía el corazón tan estúpidamente suave y blando como acababa de etiquetarle a ella. Solange era tan hermosa para él, tan compleja y misteriosa como la flor más hermosa que hubiera visto jamás.

El gato se soltó y corrió por la habitación, abalanzándose sobre cualquier cosa que pareciera moverse. La risa de Solange lleno el cuarto, suave y musical, sus ojos seguían las travesuras del gatito mientras éste correteaba por la caverna. Sombra abrió los ojos de par en par y presionó sus orejas hacia adelante, invitando a jugar. La acechó a través de la habitación, con el lento paso congelado de un gato, y luego se abalanzó sobre ella. Pero ella saltó a un lado, evitando el choque. El gatito rodó sobre sí mismo, el impulso le hizo sobrepasarla. Se levantó unos metros más allá, sacudiendo su cabeza.

Dominic vio la mirada formándose en los ojos de Solange, y antes de poder protestar, ella ya había echado a correr por la cámara y emboscado al gato. Rodaron juntos, una y otra vez, Solange con su casi inexistente vestido y el gato con garras y dientes letales.

Con el corazón en la garganta, Dominic agitó la mano, formando la imagen de ropa, gruesa y protectora, alrededor de Solange: vaqueros de grueso algodón y un top de manga larga con un chaleco como escudo. Los dos rodaron por el suelo, gruñendo, bufando, levantándose, separándose y luego juntándose en una feroz batalla fingida, rodando una vez más.

El gatito se detuvo, arqueando la espalda. Con su larga cola enroscada, esquivó a Solange y luego rodó de costado. Mantuvo la cola en una posición de gancho, indicando que quería jugar. Riendo, ella lo aceptó.

Dominic se dio cuenta que ella estaba comprendiendo al gatito, aprendiendo sus fortalezas y debilidades, tratando de hacerse una idea de lo andaba mal en su interior. ¿Por qué la mitad de su cuerpo estaba atrapada en la forma de sombra? Se arriesgó y salió de su propio cuerpo, sabiendo que el animal era importante para ella y que lo quería salvar de una lenta inanición.