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Dominic puso a prueba su resistencia. Este hombre podría tener el código de seguridad para entrar en la habitación donde se alojaban los equipos.

– Puedo ver por qué todo el mundo está de los nervios. ¿Quiénes son esas personas? ¿Por qué están aquí?

Felipe se encogió de hombros.

– Brodrick nos dice quién viene y cuándo se van.

Dominic le envió una oleada de camaradería, una prueba sutil de aceptación masculina. Felipe le sonrió y le dio una palmada en el hombro.

– ¿Estás contando los minutos?

Felipe asintió con la cabeza.

– Maldita sea, seguro. Quiero que todo el mundo se vaya tan pronto como Brodrick dé la orden. Nos ponen de los nervios a todos. Tarde o temprano uno de los chicos va a disparar accidentalmente a uno de ellos.

– Sí, eso sería terrible -dijo Dominic, el sarcasmo rezumaba por su voz. Empujó un poco más profundo en el cerebro del guardia. Al hombre realmente no le gustaban los visitantes, y podría usar eso en su beneficio. Felipe era el jefe de seguridad y los vampiros no habían pensado en proteger su cerebro, por supuesto, ninguno creía que un cazador carpato se fuera a infiltrar en la reunión.

– Brodrick tiene a un par de sus hombres para protegerlo. Los llama la “élite” y está claro que creen que eso les da derecho a hacer lo que quieran. Cada vez que traen a una mujer aquí, se le echan todos encima. Y les gusta hacerle daño. Son unos crueles hijos de puta. Nos mantenemos alejados de ese lado del laboratorio cuando tienen a una allí.

Dominic sintió la reacción de Solange, su estomago revuelto, el latido del corazón acelerado y la pena porque no podía evitar que los hombres jaguar secuestraran mujeres y las llevaran a lugares donde otros permitían sus atrocidades.

Nosotros nos aseguraremos de que Brodrick no pueda continuar haciéndolo. Le envió tranquilidad, incluso mientras empujaba más profundamente en la mente del guardia, implantándole más semillas sobre su amistad. Felipe acabaría por creer que se conocían desde hace mucho y que podía confiar en él.

– Brodrick tiene un montón de hombres que vienen -dijo Dominic, introduciendo inquietud en la mente del guardia-. Debe estar pasando algo grande. -Aumentó la inquietud, mirando hacia la habitación donde se alojaban los equipos.

Felipe siguió su mirada y frunció el ceño, frotándose el puente de la nariz.

– He contado diecisiete peces gordos y unos pocos que parecen estar sirviendo a los demás.

El guardia dio unos pasos hacia la puerta, obviamente cada vez más preocupado, como para comprobar lo que probablemente fuera su responsabilidad principal.

Dominic extrajo de su mente que tres técnicos informáticos trabajaban día y noche en su investigación, buscando mujeres psíquicas y relizando un seguimiento de su linaje. Este era su momento. El guardia estaba abriendo la puerta, y él tendría que estar en dos lugares al mismo tiempo. Dominic se separó de su propio cuerpo, dejando a su clon alejado de Felipe, de pie en la sala y a la vista de todos los investigadores y Felipe. Levantó la mano mientras el guardia miraba a su alrededor para asegurarse de que cuando marcara el código nadie más pudiera ver los complicados números.

Dominic permitió que su verdadera forma se disolviera en moléculas, más ligeras que el aire, flotando alrededor de Felipe como partículas de polvo mientras el guardia marcaba su código y abría la puerta para mirar en la sala principal. Dominic simplemente entró flotando. Satisfecho de que los técnicos estuvieran trabajando y de que nadie les hubiera molestado, Felipe cerró la puerta. Dominic oyó sus pasos alejándose.

Josef era un carpato joven, al que se consideraba un adolescente salvaje, a pesar de estar a principios de la veintena, y estaba obsesionado con los ordenadores. Dominic había contactado con el chico para que le ayudara, sabiendo que la información que había en los ordenadores sería vital para los carpatos. Éstas mujeres eran compañeras potenciales. También tenían necesidad de protección. Antes de que toda la operación fuera destruida, necesitaban esa información. Josef había desarrollado un virus que podría destruir toda la red que los jaguares y los vampiros estaban usando. Una vez cargado, el virus se propagaría como el fuego y lo destruíaria todo, filtrándose de un ordenador a otro sin ser detectado hasta que fuera demasiado tarde para salvar nada.

Dominic flotó através de la habitación hasta que estuvo moviéndose alrededor del técnico. El hombre estaba absorto en su trabajo, sin importarle que la mujer sobre la que estaba reuniendo información pudiera terminar secuestrada y violada, o muerta y desechada como basura por los hombres que le contrataban. Dominic sondeó la mente del técnico. Una vez más, se sorprendió de que el hombre no estuviera protegido.

Brilló y tomó forma, de pie detrás del técnico, enterrando sus colmillos en el cuello del hombre. La sangre fue energizante, y tomó suficiente para el intercambio, para poder controlar al técnico desde la distancia. Permitió que una pequeña cantidad de su propia sangre goteara en la boca del técnico. El intercambio le dio el control absoluto. Poco importaba que el técnico ingiriera los parásitos, ya que no seguiría vivo mucho tiempo. El técnico tomó de su mano el pequeño pendrive con el programa que permitiría a Josef tomar el control de los ordenadores a distancia. Podría descargar todos los datos que necesitaban, y cuando hubiera terminado, cargar el implacable virus.

Una vez el programa de Josef estuvo en el equipo, Dominic recuperó el pendrive y el técnico abrió la puerta. Flotó fuera para volver a conectarse con su cuerpo. Los ordenadores estaban ahora en las más que capaces manos de Josef. Dominic tenía otro trabajo que hacer.

¿Estás seguro de que el chico será capaz de recuperar todos los datos y destruir su red? Solange parecía ansiosa.

Él sabe lo que está haciendo, aseguró Dominic, rezando en silencio por tener razón. Josef era molesto, pero muy inteligente y la programación era su primer amor.

La reconexión con su cuerpo hizo que le atravesara una vibración y por un momento le temblaron las piertas. Guardó esa reacción en su mente. No podía permitirse el par de segundos que tardó en reajustarse cuando estuviera en medio de los vampiros. Un momento de debilidad, de vulnerabilidad y lo despedazarían. Él era uno de los más temidos y por lo tanto el más odiado de los guerreros Ccarpato. Y los vampiros tenían buena memoria. Existían a base de una dieta constante de odio y venganza.

Dominic se abrió paso a través del laboratorio. En realidad, era más pequeño de lo que parecía desde el exterior porque las paredes eran gruesas para resistir un asalto, así como para mantener el frío en su interior. Había dormitorios para los hombres que vivían allí, cinco científicos y tres técnicos informáticos. Los barracones estaban unidos, alojando a diecisiete guardias. No había evidencia de que los hombres jaguar durmieran allí, lo que encajaba con su personalidad. Ellos querrían dormir en el bosque donde podrían ver o sentir al enemigo cuando viniera hacia ellos.

Una de las habitaciones tenía varias celdas con barras. Había manchas de sangre en el suelo de la celda, así como salpicaduras de sangre en la pared, de las mujeres salvajamente asesinadas allí. Nadie se había molestado en limpiar, y las manchas se amontonaban unas encima de otras. Cada prisionera tendría que soportar el estar acostada en la celda sabiendo que otras habían sido asesinadas allí. La visión enfermó a Solange y la sintió llorar en silencio.

No hay forma de salvarlas a todas, kessake ku sívamak, mi amada gatita salvaje. En esta vida sólo podemos hacer nuestro mejor esfuerzo. Envió calidez y consuelo.

Lo sé, es sólo que necesitaban a alguien, y la idea de que murieran así, solas, asustadas, sin nadie que las ayudara… Se interrumpió.

El corazón de Dominic se derritió un poco. Su Solange. Misericordiosa. ¿Quién iba a creer la verdad acerca de ella? No puedo llegar tarde a esta reunión, Solange. ¿Estás preparada para esto?