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Ella no decía nada. Al final, no había llorado. Ni siquiera cuando él la agarró del cabello enredado y ensangrentado y la tiró de la cama al suelo, sacudiendo la cabeza con disgusto.

– Una hija engendrada por mí y no vale para nada -pronunció-. Verdaderamente inútil.

Vio la garra enorme llegar a su garganta y desgarrarla y no se apartó, no intentó esquivarla, lo miró directamente a los ojos, desafiante. Nunca olvidaría el horrible dolor que la había atravesado, la sangre saliendo a borbotones cuando él tiró su cuerpo descuidadamente entre los muertos del suelo empapado.

Solange no tenía ni idea de cuánto tiempo yació inconsciente, pero cuando despertó era de día. Estaba sedienta y sentía cada hueso de su cuerpo como si hubiera sido roto. Los hombres jaguar se habían ido y todo a su alrededor eran cuerpos de sus amigos y familia. Se puso en pie tambaleante y vagó a través de lo que parecía un matadero. La tierra estaba roja y húmeda, y ya abundaban los insectos sobre los cuerpos.

No tenía ni idea de por qué estaba viva todavía cuando tenía la garganta abierta y manchada de sangre coagulada, pegajosa y húmeda. Acudió a cada cuerpo, intentando despertarlos, una niña de ocho años sola en el bosque con todos los que conocía y amaba muertos… asesinados. La sed la condujo a la depresión donde corría el río subterráneo bajo la caliza. Bebió y de nuevo se tendió para dejar que la oscuridad se la llevara. Despertó ante el sonido de gritos. El corazón le golpeó con fuerza en el pecho y el terror la dejó congelada. ¿Habían vuelto? ¿Ese hombre horrible con ojos fríos y muertos que la juzgaba sin valor?

La tía Audrey salió de la jungla con Juliette a su lado, siguiendo el rastro de sangre hasta la depresión. Corrían lágrimas por la cara de Audrey y Jasmine lloraba en sus brazos. Cayó de rodillas junto a Solange, empujando a su sobrina a un abrazo, y las cuatro lloraron interminablemente por todos los que amaban.

El jaguar se estiró, aliviando su peso de la pata herida, parpadeando mientras los ojos le escocían y el corazón se le retorcía con un terrible dolor. Tantas muertes más que no podía evitar y estaba tan cansada. Tan cansadísima. ¿Cómo mantenía vivo el odio? ¿Y cómo podía continuar alimentando la rabia de forma que pudiera continuar con su misión? Lo más importante de todo, ¿cómo permanecía una completa y totalmente sola?

Su prima Jasmine estaba embarazada, y Juliette estaba emparejada con un macho Carpato. Podría decir que esos hombres eran el azote de la tierra, pero en realidad se alegraba por Juliette. Y Jasmine estaba ahora a su cuidado. Amaba a Juliette y a Jasmine como a hermanas y no quería esta vida para ellas, aunque alguien tenía que rescatar a las mujeres de los monstruos que las acechaban en la selva.

Descansó el morro sobre las patas y dejó que sus ojos se cerraran, convocando a su única compañía. Un mito. Un sueño. Juliette y Jasmine se reirían si supieran cómo la Solange que odiaba a los hombres sobrevivía a los terrores de su vida. Se extendió en busca de su amante de ensueño, el único hombre que conseguía que soportara cada acontecimiento horrible. Esta noche le necesitaba desesperadamente, Dios sabía que era cierto. Se estiró en su mente, conociendo el sueño muy íntimamente ahora. Su voz primero… tan amable e irresistible. ¿Cuántas noches le había cantado él para que durmiera? Adoraba su canción, esa melodía fantasmal que nunca olvidaría mientras viviera.

El Amazonas era un lugar donde las leyendas y los mitos volvían a la vida, donde realidad y sueño se encontraban. Donde cielo, tierra y subsuelo se unían junto a los grandes templos de sus ancestros. A lo largo de la historia los chamanes habían reverenciado el espíritu del jaguar, sabiendo que los cambiaformas cazaban como hombre y animal, día o noche, haciéndose dueños de lo desconocido. Hacía mucho, cuando estuvo profundamente internada en una caverna de caliza con heridas severas y la esperanza decayendo, había conjurado a un compañero -una leyenda que cobró vida en su mente. Tal vez había estado delirando, y tal vez, como ahora cuando le necesitaba, todavía lo hiciera.

Tenía que ser un guerrero, por supuesto. Tenía que ser capaz de respetarlo. Lo había soñado, algunas veces de noche, algunas veces durante el día, permitiéndole tomar forma lentamente en su mente. Era alto, con cabello negro flotante, hombros amplios, brazos fuertes y una cara varonil. Había luchado en muchas batallas y, como ella, estaba cansado de estar solo, pero sabía que sólo la tendría en sus sueños. Venía a ella tras sus batallas y yacía en sus brazos, encontrando solaz en ella.

Nunca podía decidirse del todo respecto al color de sus ojos. Adoraba hacerlos intensamente azules, pero luego algunas veces eran como el verde esmeralda. Siempre quedaba fascinada con los ojos de su amante de ensueño. Nunca iguales, siempre impredecibles, reflejando el misterio del hombre.

Tenía alma de poeta. Era muy amable, su voz era hipnotizante, melódica y bastante hermosa. Con frecuencia le cantaba, cuando el dolor le nublaba la mente y yacía sola en la oscuridad con el corazón palpitante y el sabor del miedo en la boca, hasta que ella se dormía.

No se atrevía a soñar con él cuando estaba en forma humana, o si había alguien alrededor. Él era sólo suyo, y necesitaba protegerlo, así que sólo le permitía invadir sus sueños cuando estaba en la forma del jaguar. Profundamente dentro de la forma animal, no podía murmurar en voz alta donde otro pudiera oír hablar de él. Él era su debilidad secreta -o su fuerza- dependiendo de qué humor estuviera para ver su sueño volver a la vida.

Se había asegurado de que tuviera todos los atributos de un hombre noble, alguien como su padrastro, que tomó una esposa y una niña y las amó con todo lo que tenía. Nunca la había tratado de un modo distinto, ni siquiera cuando nacieron sus hijos. La amaba y la trataba como a una princesa, incluso la malcriaba. Ella lo había amado mucho, y si alguna vez tenía un hombre propio, lo cual sabía era imposible, éste tendría que tener ése espíritu leal y generoso.

Una pequeña parte de ella sonrió. Había proporcionado esos atributos al hombre de sus sueños. Y le necesitaba ahora, cuando el pasado estaba tan cerca y todo había ido tan mal. Cuando había fallado y una mujer había muerto.

Te necesito. Ven a mí esta noche. Estoy tan cansada. No pude salvar a la mujer antes de que la cogieran y ella se suicidó, lanzándose al río. Los seguí durante semanas y luché por recuperarla, pero llegué demasiado tarde. Algunas veces siento que siempre llego demasiado tarde.

Lo visualizó, construyéndolo centímetro a centímetro en su mente. Los muslos fuertes, la cintura estrecha y los ojos ardientes, muy verdes esta noche. Últimamente, cuando lo llamaba, él mostraba más cicatrices, algo extraño en un sueño donde ella era la que conjuraba y aún así no podía recordar haberle atribuido más cicatrices. Algunas marcas de quemaduras en el costado izquierdo del cuello y la cara que se extendían hacia abajo por el hombro, empeorando en el brazo. Tal vez como ella tenía heridas, su amante de ensueño también.

Escogió una caverna de caliza profundamente bajo tierra para encontrarse con él, un lugar seguro donde los hombres jaguar no podrían encontrarlos si les buscaban. Sacó la acogedora caverna de su memoria, un lugar que utilizaba con frecuencia para recuperarse, y añadió un fuego cálido y unos pocos asientos suaves. En su sueño podía permitirse ser femenina aunque no fuera hermosa como Juliette o Jasmine, su cuerpo soportaba demasiadas cicatrices y hacía mucho que había olvidado cómo sonreír -menos cuando estaba con él. Incluso aunque deseaba verse a sí misma hermosa en su mundo de ensueño, era imposible. No podía imaginarse con una piel lisa e inmaculada o un cuerpo esbelto.

La parte agradable de su hombre de ensueño era que a él no le importaba que no fuera perfecta ni lo bastante femenina. No le importaba que a veces llorara, o le mostrara lo que no podía mostrar al resto del mundo. Y nunca la traicionaría, nunca la decepcionaría, podía susurrar sus temores más profundos y sus peores secretos y aún así él la aceptaría. Él sabía cosas sobre ella que nadie más conocía.