Siguió al pájaro con la ballesta, pero algo en ella se negaba a matarlo. Había habido demasiadas muertes ese día. Todavía podía oír los chillidos, el terror, el sonido de disparos, y sabía que los hombres restantes estaban siendo masacrados. Todos esos trabajadores del laboratorio habían sido plenamente conscientes de que estaban localizando mujeres para raptarlas, violarlas y matarlas. No le gustaba el modo en que estaban muriendo, pero al menos ellos habían escogido su propio camino. El águila harpía estaba siendo forzada a una conducta poco natural.
Dominic le siseó. No puedo encontrar a Akos. Mata al águila y ponte a salvo rápidamente. Lo rastrearé.
Una advertencia. Una orden. Preocupación. Dominic pensaba que el vampiro iba tras ella. Solange pensaba que era más probable que el no-muerto estuviera aprovechando la oportunidad para escapar.
Se preparó para obedecer, mirando como el águila preparaba su acercamiento y luego se dejaba caer rápidamente desde el cielo con las garras extendidas para atraparla. Calculó el regate una segunda vez, dándose cuenta de que esas garras eran más grandes de lo que había pensado, y se lanzó fuera de la trayectoria. Extendió la mano, esperando agarrar la liana que había marcado como su cuerda de seguridad, pero falló, la mano sólo agarró el aire vacío.
No había forma de cambiar en el aire; todo lo que podía hacer era volverse tan laxa como fuera posible y tratar de encontrar vegetación suave. Aterrizó con fuerza, el aire escapó de sus pulmones, la hizo jadear sin respiración y la dejó incapaz de moverse. Las estrellas estallaron detrás de sus párpados. Estaba tumbada sobre la gruesa vegetación, desesperada por respirar y el cuerpo le dolía en un millón de lugares. Cerrando los ojos, permitió que se le escapaba un pequeño gemido, considerando el dormir allí mismo. Levantarse parecía demasiado esfuerzo.
Dime que estás viva y bien, Solange, exigió Dominic. Akos va detrás de ti y tengo que detenerlo.
Considérate invitado. Yo me tumbaré aquí y descansaré.
Dominic se lanzó al aire, siguiendo el débil olor a sangre que Akos había dejado. El vampiro era violento, con un rayo de crueldad que tenía desde la niñez. Al destrozar a los humanos había conseguido cubrirse de sangre por todas partes. No se había molestado en tomarse el tiempo necesario para limpiarse, probablemente reviviendo la experiencia y regocijándose en el recuerdo del baño de sangre. Disfrutaba del sufrimiento y del terror de sus víctimas, y el olor a sangre que impregnaba su ropa realzaría el recuerdo.
Dominic oyó el chillido del águila y cambió de dirección bruscamente. Akos huía, llamando a la harpía mientras corría por el bosque, zigzagueando entre los árboles, ignorante de que dejaba gotitas de sangre detrás. Dominic no quería alejarse demasiado de Solange, no con todos esos vampiros en la zona. En este momento se habían alimentado bien y se dispersarían rápidamente, temiendo la ira de Giles. Nadie excepto sus vampiros menores sabría que había sido destruido y se irían inmediatamente. Aún así…
Alcanzó la niebla unos minutos más tarde. Las gotitas de sangre dispersadas por el rastro gris de vapor identificaron al vampiro instantáneamente. Dominic utilizó una rara orden carpato. Los vampiros habían nacido Ccrpato y por lo tanto todavía estaban sujetos a la ley de la sangre.
– Veriak ot en Karpatiiak, por la sangre del Príncipe, muonìak te avoisz te, te ordeno que te reveles. -Su voz retumbó a través del bosque, sacudiendo los árboles. El suelo onduló bajo sus pies, y arriba el relámpago dividió las nubes oscuras.
Los monos aullaron y se precipitaron por el dosel, agitados. El águila harpía chilló otra vez, interrumpió su vuelo antes de recuperarse y asentarse en las ramas de un árbol, plegando lentamente su gran extensión de alas. El susurro en la maleza traicionó una multitud de fauna. Una serpiente levantó la cabeza y los lagartos dieron saltos a través de ramas y troncos.
El vapor ondeó, tomó sustancia hasta que Akos, transparente y luchando contra la orden, aterrizó con fuerza en el suelo y se tambaleó rápidamente para ponerse de pie. Sus ropas estaban empapadas en sangre fresca y la boca, los dientes y la mandíbula estaban manchados. Las salpicaduras de sangre atrapadas en su cabello parecieron brillantes puntos negros cuando el estallido de un relámpago iluminó el bosque oscurecido. Sonrió, mostrando los dientes puntiagudos.
– Buscador de Dragones. Debería haberlo sabido.
Dominic caminó en círculos hacia la derecha, manteniendo un ojo cauteloso en el cielo. Akos utilizaría al águila harpía como distracción y trataría de terminar la batalla rápidamente. Un combatiente despiadado elegía únicamente las batallas que podía ganar. Sus ojos habían adoptado un brillo rojo, pero recorrían los alrededores, como si Akos pensara que todavía podía escapar.
– No hay forma de escapar a la justicia -dijo Dominic tranquilamente, mirando a los ojos huidizos.
Levantó la vista sólo una fracción de segundo y Dominic utilizó su velocidad borrosa, estrellándose contra Akos mientras el águila harpía se dejaba caer desde el cielo. El puño penetró la pared del pecho mientras las garras se estiraban a por sus ojos. Los hizo girar, el vampiro estaba chillando, la sangre negra manaba sobre el puño y el brazo quemaba hasta el hueso. Las garras del águila se envolvieron en torno al cráneo de Akos, rasgando y rompiendo para sujetarse.
Solange no se atrevía a descansar de verdad, estando allí sin protección, temerosa de que el vampiro enviara al águila tras ella. Abrió cuidadosamente los ojos para mirar al dosel oscurecido. Tres pares de ojos felinos resplandecían sobre ella, mirándola con la intensa concentración de los depredadores. El corazón le saltó en el pecho y comenzó a latir con fuerza. Hombres-jaguar. No se habían alejado mucho del laboratorio, probablemente habían encontrado un refugio en el dosel y contemplado la sangrienta masacre. Su primer instinto fue tratar de huir, o cambiar y huir, pero éstos eran machos fuertes, rápidos y feroces, acostumbrados a cazar. No tenía ni una oportunidad así que permaneció quieta, dispuesta a no asustarse.
Dominic. Mantuvo la voz muy tranquila. ¿Cuán lejos estás?
Cuéntame, amada.
Ella saboreó el sonido de su voz, tan tranquilo, tan seguro de sí mismo. Su corazón se tranquilizó. Esta vez no estaba sola. Estos hombres nunca la tomarían viva. Se lo había prometido a sí misma hacía mucho. Sabía que Dominic vendría a por ella. Sólo tenía que retenerlos aquí.
Brodrick y dos de sus soldados. Dame una estimación. Puedo mantenerlos distraídos. Sintió la ballesta en la mano. No la había dejado caer. Y tenía el cuchillo.
Sintió su vacilación. Debo destruir a Akos. ¿Puedes arreglártelas hasta que llegue? Dime la verdad.
Los dedos de Solange se apretaron alrededor del arco. Lo levantó y disparó. La flecha voló directa, pasando como un rayo por el cielo, a través de las hojas y ramas hasta clavarse en uno de esos ojos felinos resplandecientes. Al impactar la flecha ardió, quemando a través del cráneo. Oyó el ruido sordo cuando algo pesado cayó de las ramas. Rodó una y otra vez hacia la cuesta que le daría alguna apariencia de cobertura.
Tengo esto cubierto.
Se le llenó la boca de hojas y hormigas cuando rodó por el barranco y patinó en el barro hasta aterrizar en un pequeño riachuelo que desembocaba en una corriente más grande. Se arrastró apresuradamente a la jaula de uno de los árboles más grandes del terraplén. Ofrecía poca protección pero no podrían venir a por ella por detrás, y estaba armada y preparada. Era sólo cuestión de tiempo antes de que resolvieran cómo atraparla, pero sólo necesitaba comprar tiempo. Esperaban que cambiara y huyera, pero ella no iba a jugar a eso.
Akos está delante, le estoy rodeando por detrás.
Su águila puede estar con él ahora, advirtió Solange. Pudo oír juramentos. Uno de los dos hombres jaguar había cambiado, probablemente para comprobar a su compañero. Estaba muerto. No había manera de que pudiera haber sobrevivido a ese disparo. Presta atención al cielo.