– Eres tan hermosa, Solange. Tan increíblemente sexy. ¡Oh, Dios! así, minan, me encanta cuando haces eso con la lengua.
Tú me haces sentir sexy.
Dominic adoraba la confianza en su voz. El hambre en ella, la forma en que disfrutaba de lo que estaba haciendo, deseando su placer, aprendiéndose todas sus zonas sensibles, usando su conocimiento para empujarlo más allá de su control, todo esto lo hizo sentirse más excitado que nunca. Él llenó su boca, sus ojos ahora entreabiertos, mirándola con el cabello en los puños, sosteniéndola mientras sus caderas empujaban dentro y fuera, estirándole los labios, cada empuje llevándolo más lejos en las calientes profundidades estrechas.
Como si ella leyera su mente, y probablemente fuera así, comenzó a succionar con más fuerza cuando él la arrastró más cerca. Su pene se hinchó y palpitó con salvaje necesidad. La boca apretaba alrededor de él mientras los rápidos y fuertes empujes lo hacían penetrar más profundamente. Ella respiraba cuando él salía. Permaneció durante un largo período de tiempo en su caliente y húmeda boca, el fuego lo atravesaba. Podía sentir su cuerpo contrayéndose.
Ella gimió, y el sonido vibró directamente a través de su pesada erección, hizo que el fuego se precipitara por su cuerpo. Se dio cuenta de que estaba tirándole del cuero cabelludo, sin embargo, ella estaba en el borde de su propio orgasmo, el mordisco de dolor sólo se sumaba a su torrencial deseo. Su pene se apretó, ardió. Empujó fuerte y profundamente. La explosión pareció comenzar en los dedos del pie y subió vertiginosamente a través de su cuerpo cuando se vació en ella.
No podía pensar o respirar a causa del abrumador placer, sin embargo, todavía seguía estando duro y dolorido, necesitando más, necesitando el consuelo de su cuerpo. Las manos en su pelo tiraron insistentemente hasta que ella subió por él. La agarró por las caderas y la guió hasta que le sentó encima a horcajadas. Ya podía sentir el calor abrasador de su vagina, con una lentitud infinita ella comenzó a empalarse en su gruesa y palpitante longitud.
El aliento siseó fuera de sus ya ardientes pulmones. Ella era tan estrecha, le apretaba, lo aferraba fuertemente mientras se abría lentamente a él y permitía su invasión. A él le encantaba la sensación de toda esa seda caliente aferrándolo con tanta fuerza. Cuando ella apretó los músculos a su alrededor y él se deslizó entre esos pliegues calientes, la fricción fue increíble a lo largo de su miembro.
Dominic la miró a la cara, al maravilloso aturdimiento en sus ojos, la expresión de sorpresa mientras el deseo aumentaba. Sus turgentes pechos se balancearon suavemente, y el rubor se extendió por su cuerpo mientras las caderas se elevaban y caían con un ritmo estable y lento. Él dobló los dedos en las caderas, agarró y empujó hacia arriba cuando ella bajaba, todo el tiempo mirándola a la cara. Ella se quedó sin aliento cuando el placer la atravesó. Los ojos se abrieron inmensamente, casi completamente felinos. Él la observó registrar la miríada de sensaciones mientras su grueso pene, duro como el diamante, empujó a través de sus apretados pliegues sedosos.
Dominic. Respiró su nombre en una especie de maravillado asombro.
La mirada en los brillantes ojos, la exaltación absoluta, la brillante excitación que aumentaba, su necesidad urgente y desvergonzada, hizo que el corazón de Dominic se contrajera. El amor lo inundó.
La levantó de nuevo, instándola con sus manos a un ritmo más rápido. Ella trazó un pequeño círculo con las caderas mientras bajaba que le quitó el aliento. Los músculos femeninos se tensaron, lo apretaron hasta que el placer lo desgarró. Solange hizo un pequeño sonido inarticulado, echando la cabeza atrás cuando él empujó profundamente, levantándose cuando ella bajó. La amplia punta del pene, llena de terminaciones nerviosas, golpeó su matriz, acomodándole, abrazándolo con calor. Los ató juntos, él la hizo rodar bajo él, cubriendo su cuerpo con el suyo propio. La acción hizo que un fuego se precipitara por su vientre y muslos.
Solange cerró los ojos, permitiendo que el fuego la inundase. Nunca se había sentido tan sensual o hermosa en su vida. Él había hecho esto. Dominic. La había hecho consciente de lo maravilloso que era ser una mujer. Le mostró cómo dar, podía ser tan perfecto como recibir. Le demostró su amor.
Él se inclinó sobre ella, mirándola a los ojos, su expresión haciendo que el pulso se le acelerase. Sus ojos eran turquesa, calientes, intensos, quemándola con tal deseo hambriento y adoración desvergonzada que quiso dárselo todo.
En su interior Solange sintió que su grueso y duro miembro la estiraba, llenándola, enviando sensación tras sensación en ondas a través de su cuerpo. Él impuso un ritmo duro, rápido, que la dejó sin aliento, la fricción se intensificaba con cada profundo empuje. Apretó los músculos en torno a él, tratando de emparejarse con su ritmo feroz. Las oleadas de fuego amenazaron con tragarla, consumirla, hacerla arder hasta que no quedara nada de ella.
Este era Dominic, llevándola a un frenesí de necesidad y pasión, llevándola más allá de lo que nunca creyó posible, su cuerpo le pertenecía a él, reclamando el suyo para ella. Dejó que la niebla la tomara, dejó que su mente vagara, volando por el espacio mientras la hoguera creciente comenzaba a tragarla. Se retorció bajo él, sus caderas se agitaron, encontrándose con las de él en frenética necesidad. Su orgasmo arrasó la atravesó como un maremoto, aumentando más y más, más y más fuerte, hasta que oyó el grito ronco de él. Las manos de Dominic la apretaron con fuerza cuando se introdujo en ella una vez más, conduciéndola tan alto que la explosión fue tan rápida y fuerte que la desgarró, dejándola sin respiración, de modo tal que sus músculos lo sujetaron como un torno haciendo que explotara con ella. Cayó sobre él, luchando por respirar.
Yacieron así algún tiempo, simplemente respirando con dificultad. Solange mantuvo la mano enredada en su largo cabello. Cuando pudo moverse, lo besó a lo largo de la mandíbula.
– Creo que me agotaste.
Él la besó en la frente.
– Creo que fue al revés.
Lo miró, desando que él viera que había hablado en serio.
– Quiero completar el ritual, Dominic. Quiero entrar plenamente en tu mundo.
Dominic tomó aire. Este era el momento. Fijó su mirada en ella, apartándole los mechones sueltos.
– Tienes que estar segura, kessake. Una vez hecho, no hay manera de deshacerlo. -Muy tiernamente la besó en la boca, notando que ella comenzaba a temblar. La enormidad de su decisión hacía mella en él-. Yo te amo con todo mi corazón y mi alma tal como estamos. No tienes que hacer esto por mí.
Solange tomó aire, lo soltó y le sonrió. Arrastró las yemas de sus dedos sobre las líneas grabadas de su rostro.
– No hay nadie con quien prefiera estar, en esta vida o en la siguiente. He pensado en esto y siento que es lo correcto.
– Puede ser muy doloroso. Puedo ayudarte con el dolor si se trata de eso, pero he oído que es terrible de atravesar. -Sabía que era él quien vacilaba, no ella, y sin embargo lo anhelaba.
Sus ojos felinos lo miraban directamente a los suyos.
– No tengo miedo, Dominic, y pase lo que pase, no me arrepentiré.
– ¿Incluso si no puedo garantizar la vida de tu jaguar?
Ella se tocó los labios con la lengua.
– Ella sobrevivirá.
La alegría se apoderó de él. Dominic hizo que el fuego se arrastrara desde sus labios a la hinchazón de sus senos. Los dientes tiraron suavemente del pezón y su lengua lamió antes de succionar con fuerza. Ella jadeó y se arqueó contra él. Él trazó un camino de besos hasta donde el pulso latía en la cremosa hinchazón, lamió una vez, dos veces, y luego hundió profundamente los dientes. Ella gritó, su cuerpo se volvió suave y flexible. Enredó las manos en su pelo, acunándole la cabeza mientras él bebía, su cuerpo estremeciéndose a causa de un segundo orgasmo.