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Ella sabía a gloria. Como Solange, su compañera. La mujer que amaba por encima de todo. Su sabor le explotó en la lengua. Cada célula de su cuerpo reaccionó, absorbiendo el dulce néctar, llenándolo de energía. Su cuerpo respondió con urgencia, queriendo reclamarla, unirse a ella y ser uno. Le deslizó la lengua sobre los pinchazos y levantó la cabeza.

– ¿Estas absolutamente segura, Solange?

Sus ojos estaban vidriosos, sus labios hinchados por sus besos. Ella le sonrió y le tocó la cara con suaves dedos.

– Lo más segura que he estado alguna vez sobre algo.

Ella había llegado tan lejos, confiando en él para hacer esto. Su corazón se hinchó, casi explotando de amor por ella. Su confianza era un regalo precioso. Su deseo de complacerlo. Que ella pudiera aceptar ese riesgo, que pudiera correr ese riesgo por él, era humillante.

Dominic se hizo una herida en el pecho y le acunó la cabeza.

Entra en mi mundo, mi vida, la invitó. Bebe.

Solange no vaciló. Quería esto. Todas las reservas habían desaparecido. Nunca había pertenecido realmente a ningún lugar, y ahora había encontrado un hogar con Dominic. Sus pestañas bajaron y se acurrucó más profundamente en sus brazos, deslizó la lengua sobre la herida en una exploración preliminar. Sintió cómo el cuerpo de Dominic se tensaba y se estremecía de placer, y se alegró de poder darle esto. Era muy consciente de que su pene se estaba poniendo duro una vez más, estirándose y llenándola.

Solange sintió con la lengua que sus dientes se alargaban, un poco sorprendida al sentir que ambos se habían alargado. La necesidad ya la dominaba, un deseo terrible al que no podía resistirse aunque hubiera querido. Dominic, su amado. Hundió los dientes profundamente. Él gritó roncamente y Solange se aferró a él con su cuerpo. Su esencia fluyó en ella. Caliente. Potente. Rica. Sintió la conexión entre ellos, compartiendo mente y cuerpo, la sangre que fluía en sus venas.

Movió el cuerpo contra de él,, suave, hecha para él, encajaba perfectamente. Las caderas de Dominic empujaron profundamente y el fuego ahora familiar la dominó. Él tomó el mando con facilidad, levantando las caderas contra ella, penetrando profundamente, arrasando sobre sus terminaciones nerviosas inflamadas repetidas veces. Cada movimiento era más poderoso que el anterior, más alto, hasta que ella flotó directamente sobre el borde del gran precipicio.

Dominic compartía su mente, le robaba el corazón y completaba su alma. Con el sabor de él llenándola, el aliento de él entrando y saliendo de sus pulmones, levantó las caderas para encontrarlo, apretando todos los músculos en torno de su endurecida longitud, extrayéndole otra explosiva liberación cuando la suya la llevó a lo alto.

Pasó la lengua por la laceración y la observó cerrarse, un poco asombrada por lo que había hecho. El sabor de él estaba en su boca y se inclinó para besarlo, para compartir la fuerza de vida que había él compartido con ella.

– Te amo, Solange -dijo Dominic.

Ella se acomodó en sus brazos, sabiendo que estaba mucho más nervioso por lo que estaba por venir que ella.

– Va a estar bien. -Murmuró con voz soñolienta-. Hacer el amor es un asunto agotador.

– Tu cuerpo está cambiando, kessake ku toro sívamak, amada gatita. Tan pronto como sepa que es seguro, voy a ponerte a dormir en la tierra, entonces la Madre Tierra podrá hacer el resto.

– Tendrás que velar por nuestro gatito y alimentarlo -dijo soñolienta-.Y asegúrate de jugar con él. Es apenas un cachorro y necesita mucha atención.

Dominic le acarició la coronilla con la nariz. Cada músculo se contrajo en previsión de verla retorciéndose de dolor.

– Lo haré, Solange. No te preocupes.

– Comprueba a mi gata ahora. Asegúrate de que esté bien.

Él inhaló, permitió que su espíritu se liberara y abandonara el cuerpo físico atrás para entrar en el cuerpo de ella. Sus órganos estaban transformándose a un ritmo acelerado, tanto los de ella como los del jaguar. Ya debería estar sintiendo dolor, pero de alguna manera su sangre estaba todavía intacta y parecía sanar los órganos tan rápidamente como la sangre de él los cambiaba.

Volvió a su cuerpo.

– El jaguar no está prestando atención a lo que está pasando.

Ella levantó el rostro.

– Sabía que estaría bien. Estoy cansada Dominic. Voy a dormir.

Sus pestañas bajaron y se quedó dormida, confiando en que él cuidaría de ella y del cachorro. Con el corazón palpitante y la boca seca, él la abrazó durante horas, esperando que comenzara el dolor. Ella simplemente se durmió. Su jaguar se durmió. Dominic mantuvo la vigilia durante toda la noche y finalmente, cuando estuvo seguro que podía hacerlo, la puso en la tierra con él y cerró la tierra sobre sus cabezas.

Dominic permitió que Solange durmiera durante tres alzamientos. La examinó cuidadosamente, asegurándose de que estuviera sanando adecuadamente. Jugó con el gatito, asegurándose de que tuviera suficiente comida, pero cada alzamiento se despertaba más y más temprano para ver si sentía la advertencia de que el sol estaba fuera todavía. No lo hizo. Sobre todo se preocupó por Solange. Encontró, por tonto como fuera, que la echaba de menos. Estaba acostumbrado a compartir su mente en busca de su risa, y a disfrutar de estar con ella. El mundo parecía mucho menos brillante sin ella a su lado.

En el tercer alzamiento decidió despertarla antes de que el sol se pusiera. Quería ver el efecto que tenía en ella. La despertó suavemente, acunándola contra su pecho, flotó con ella fuera de la tierra y se dirigió a la charca. Ella envolvió los brazos alrededor de su cuello y lo abrazó.

– Quiero comprobar a mi gata -protestó ella cuando él la colocó en el agua caliente.

– Un baño primero -dijo con firmeza. Su cuidado tenía que venir primero.

Ella sonrió con satisfacción y cambió ahí mismo en el agua. Solange. Su milagro. Su gato resopló su descontento y negó con la cabeza, los ojos verdes brillaban con picardía. El radar de avisos se apagó, pero estaba demasiado embelesado con la risa que veía construirse en los ojos del jaguar. Se preparó, sus músculos ondularon bajo la piel bronceada, y saltó, golpeándolo en el pecho y tirándolo. Trató de atraparla, pero ella lo empujó al suelo, allí encima de él le pasó la lengua sobre la cara.

Él le cogió el hocico entre las manos y la miró a los ojos risueños.

– Sabía que ibas a ser un problema desde el primer momento que posé los ojos en ti.

Ella cambió entre sus brazos y lo besó.

– No, no lo sabías. Pensaste que iba a ser dócil y dulce. -Se levantó de un salto-. Vamos, quiero volar.

Dominic la tomó del brazo, reteniéndola.

– El sol está en lo alto. Tenemos que ser un poco prudentes.

Ella se pasó la mano por el brazo con el ceño fruncido.

– No me siento diferente, Dominic. ¿No debería? He dormido debajo de la tierra. Soy plenamente carpato, ¿verdad?

Él le pasó el brazo a su alrededor, limpiando el agua de ambos mientras lo hacía.

– Ambos somos carpatos, kessake, pero también somos algo más.

– No entiendo.

– Yo tampoco Tu sangre es única y se mantiene intacta. Creo que, de alguna manera, a pesar de que somos completamente carpatos, ambos conservamos todas las propiedades de tu sangre.

Ella se mordió el labio.

– No sé cómo sentirme acerca de eso.

– ¿Debido a Brodrick?

Asintió con la cabeza.

– Tu sangre también proviene de tu madre.

Los ojos felinos parpadearon una vez y una sonrisa lenta curvó su boca.

– Debería haber sabido que dirías lo correcto, Dominic. Gracias.

Él le tomó la mano, agitando la otra para cubrir su cuerpo con pantalones vaqueros y camiseta, su armadura de guerrera. Subieron hacia la superficie de la cueva, maniobrando a través del estrecho túnel. Cuando alcanzaron la entrada, la luz se derramaba filtrándose entre los árboles circundantes que sombreaban el área. Dominic recordó salir de la cueva no hacía mucho tiempo con el sol ardiendo sobre su piel a pesar de la cubierta, arder a través de las plumas del águila harpía. Ahora no hubo reacción alguna. Habían pasado siglos desde que anduvo bajo el sol.