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—Hmmm… Gracias —dijo Fal, sosteniéndose con una mano mientras colocaba un almohadón debajo de su cuerpo y ponía el otro detrás de su espalda—. ¿Esto ha sido cosa tuya, Jase? —le preguntó.

—No —mintió Jase, secretamente complacido—. ¿Qué ibas a preguntarme?

—Esos túneles… —dijo Fal, inclinándose hacia adelante de una forma bastante más cómoda que la vez anterior—. Ese Sistema de Mando… ¿Qué es?

—Para decirlo brevemente, consiste en dos aros gemelos interconectados de túneles que miden veintidós metros de diámetro enterrados a cinco kilómetros de profundidad. El conjunto del sistema mide varios centenares de kilómetros de longitud. Los trenes fueron diseñados para ser usados en tiempo de guerra como centros de mando móviles de un estado que existió en el planeta cuando éste se hallaba en la fase intermedia-sofisticada de la etapa tres. El arma más avanzada de aquella época era la bomba de fusión transportada mediante un cohete guiado transplanetario. El Sistema de Mando fue diseñado para…

—Sí —Fal alzó la mano y la movió rápidamente de un lado a otro—. Protegerles y mantenerles en movimiento para que no pudieran hacerlos volar en pedazos. ¿Correcto?

—Sí.

—¿Qué clase de protección rocosa tenían?

—Granito —dijo Jase.

—¿Batolítico?

—Un momento… —dijo Jase mientras hacía una consulta—. Sí. Correcto: un batolito.

—¿Un batolito? —preguntó Fal enarcando las cejas—. ¿Sólo uno?

—Sólo uno.

—¿Es un mundo de gravedad ligeramente baja? ¿Corteza gruesa?

—Ambas cosas.

—Ya… Así que la Mente está dentro de esos… —Sus ojos se pasearon por la terraza sin ver nada de lo que había en ella, pero el ojo de su mente estaba contemplando kilómetros de túneles sumidos en la oscuridad (y pensando que sobre ellos podía haber algunas montañas realmente impresionantes. Todo ese granito y la baja gravedad… Sería un territorio magnífico para el alpinismo). Acabó volviéndose de nuevo hacia la máquina—. Bien, ¿y qué ocurrió? Es un Planeta de los Muertos. ¿Los nativos lograron acabar consigo mismos o qué?

—Eliminaron su raza hasta el último humanoide hace once mil años. Utilizaron armas biológicas, no nucleares.

—Hmmm —Fal asintió.

El motivo de que los Dra'Azon hubieran convertido el Mundo de Schar en uno de sus Planetas de los Muertos resultaba obvio. Si eras una superespecie de energía pura que llevaba mucho tiempo alejada de la vida galáctica normal basada en la materia y tu objetivo era acordonar y conservar esos dos o tres planetas que creías podían ser un monumento adecuado a la muerte y la futilidad, el Mundo de Schar, con su sórdida y breve historia, parecía el tipo de sitio que pondrías en uno de los primeros lugares de tu lista.

Algo pasó por su cabeza.

—Ha transcurrido muchísimo tiempo. ¿Cómo es posible que los túneles no estén obstruidos? La presión correspondiente a cinco kilómetros…

—No lo sabemos —Jase suspiró—. Los Dra'Azon no se han mostrado muy dispuestos a proporcionar información al respecto. Es posible que los ingenieros del Sistema dieran con una técnica gracias a la cual los túneles han podido soportar la presión durante semejante período de tiempo. Admito que es improbable, pero por aquellos tiempos eran muy ingeniosos.

—Es una lástima que no consagraran algo más de ingenio a la tarea de mantenerse con vida, en vez de a concebir una carnicería masiva lo más eficiente posible —dijo Fal, y emitió una especie de resoplido.

Las palabras de la chica hicieron que Jase sintiera un cierto placer (el resoplido no) pero, al mismo tiempo, detectó en ellas una leve huella de esa mezcla de desprecio y autosatisfacción complaciente que la Cultura encontraba tan difícil de contener cuando observaba los errores cometidos por sociedades menos avanzadas, pese al hecho de que las civilizaciones que habían servido como fuentes a su pasado de mestizaje habían sido igualmente falibles. Aun así, Fal tenía razón. La experiencia y el sentido común indicaban que el método más fiable de escapar a la autoextinción era empezar no equipándose con los medios para llevarla a cabo.

—Bueno… —dijo Fal bajando la vista y golpeando las piedras grisáceas con el talón de su pierna sana—. La Mente está en los túneles; los Dra'Azon están fuera. ¿Cuál es el límite de la Barrera del Silencio?

—El habitual, la mitad de la distancia hasta la estrella más cercana. Por el momento y en el caso del Mundo de Schar, trescientos diez días luz estándar.

—¿Y…? —Extendió una mano hacia Jase, alzó la cabeza y enarcó las cejas. Una brisa casi imperceptible acarició el entramado de listones que había encima de su cabeza, y las sombras de las flores se movieron sobre su cuello—. ¿Cuál es el problema?

—Bueno —dijo Jase—, la razón de que la Mente estuviera dentro de esa nave es…

—Que tenía graves problemas. De acuerdo. Sigue.

Jase no había vuelto a irritarse ante las continuas interrupciones de Fal desde la primera vez en que ésta le regaló una flor cogida en la cima de una montaña.

—El Mundo de Schar cuenta con una pequeña base, al igual que ocurre en casi todos los Planetas de los Muertos —siguió diciendo—. Como de costumbre, el personal procede de alguna pequeña sociedad no dinámica nominalmente neutral de cierta madurez galáctica…

—El Cambiante —le interrumpió Fal hablando muy despacio, como si por fin hubiera encontrado la respuesta a un enigma que la había estado obsesionando durante horas y que debía haber sido muy fácil de resolver. Alzó los ojos hacia el entramado cubierto de flores y contempló el cielo azul que había más allá. Unas nubéculas blancas avanzaban muy despacio hacia el horizonte. Sus ojos volvieron a posarse en la unidad—. Tengo razón, ¿verdad? Ese Cambiante que…, y esa agente especial de Circunstancias, Balveda, y el sitio donde tienes que haber entrado en plena senilidad para gobernar… Los de la base del Mundo de Schar son Cambiantes y ese tipo… —Se quedó callada y frunció el ceño—. Pero creía que había muerto.

—Ahora no estamos tan seguros. El último mensaje de la UGC Energía nerviosa parecía indicar que quizá hubiera logrado escapar.

—¿Qué ha sido de la UGC?

—No lo sabemos. Perdimos el contacto con ella mientras intentaba capturar la nave idirana en vez de limitarse a destruirla. Se supone que ambas han dejado de existir.

—Capturarla, ¿eh? —dijo Fal con cierta sorna—. Otra Mente presumida… Pero se trata de eso, ¿verdad? Los idiranos podrían utilizar los servicios de ese tipo… ¿Cómo se llama? ¿Conocemos su nombre?

Bora Horza Gobuchul.

—Y nosotros no disponemos de ningún Cambiante.

—Tenemos una, pero se encuentra al otro extremo de la galaxia en una misión urgente no relacionada con la guerra; haría falta un año para traerla hasta aquí. Además, nunca ha estado en el Mundo de Schar y el aspecto más peligroso de todo el problema es que Bora Horza Gobuchul sí ha estado allí.

—Oh, oh —dijo Fal.

—Además, tenemos informaciones sin confirmar de que la misma flota idirana que interceptó a la nave también intentó seguir a la Mente hasta el Mundo de Schar enviando una pequeña fuerza de desembarco, pero no tuvo éxito. Por lo tanto, el Dra'Azon que se ocupa del Mundo de Schar quizá sospeche algo. Puede que deje pasar a Bora Horza Gobuchul porque ha trabajado antes con el personal de cuidadores del planeta, pero ni tan siquiera él tiene la seguridad de que se le permitirá llegar al planeta. Cualquier otra persona… Realmente, es muy dudoso.

—Naturalmente, ese pobre diablo podría estar muerto.

—Los Cambiantes son notoriamente difíciles de matar y, además, dadas las circunstancias, limitarse a confiar en esa posibilidad no me parece nada prudente.