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Los auténticos emóticos se amontonaban detrás de la valla que les separaba de las Vidas. Dieciséis grupos de personas sudorosas y aspecto muy nervioso —casi todos varones, como ocurría entre los Jugadores—, se debatían e intentaban conseguir un sitio en primera fila, lo más cerca posible de la mesa y de los Jugadores.

Horza les observó mientras el ishlorsinami repartía las cartas. Los emóticos daban saltos intentando ver lo que ocurría, y los guardias de seguridad provistos de cascos dispersores que repelían las radiaciones de las unidades emotoras patrullaban el perímetro de las vallas, moviéndose con mucha cautela y rozando ocasionalmente algún muslo o la palma de la mano de un emótico con aguijones neurónicos.

—Sarble el Ojo… —dijo alguien cerca de él, y Horza se dio la vuelta.

Un humano de aspecto cadavérico tumbado en un diván situado un poco detrás y a la izquierda de Horza estaba hablando con otro y señalaba hacia la terraza donde se había producido el altercado de unos minutos antes. Horza oyó las palabras «Sarble» y «descubierto» unas cuantas veces más procedentes de varias direcciones distintas a medida que la noticia se iba difundiendo. Volvió a concentrar su atención en el juego, y vio que los Jugadores estaban inspeccionando las cartas que les habían tocado en suerte. Las apuestas empezaron unos instantes después. Horza pensó que era una pena que hubiesen descubierto al reportero, pero eso quizá hiciera que los guardias de seguridad relajaran un poco su vigilancia, dándole más posibilidades de pasar desapercibido y de que nadie le pidiera su pase.

Horza estaba sentado a cincuenta metros del jugador más cercano, una mujer cuyo nombre había oído mencionar pero que ya no recordaba. A medida que se desarrollaba la primera mano su mente captó versiones muy tenues de lo que estaba sintiendo y lo que los demás jugadores le estaban haciendo sentir. Aun así la experiencia le pareció bastante desagradable, por lo que conectó el campo dispersor del diván usando el pequeño control incrustado en uno de sus brazos. De haberlo querido habría podido eliminar el efecto producido por la jugadora detrás de la que estaba sentado y sustituirlo por los efectos de cualquier otra unidad emotora de la mesa. La intensidad del efecto así obtenido era mucho menor de la que experimentaban los emóticos o las Vidas, pero no cabía duda de que le habría dado una buena idea de lo que estaban sintiendo los Jugadores. La mayoría de quienes le rodeaban estaban utilizando los controles con ese fin, pasando de un jugador a otro en un intento de evaluar el estado general de la partida. Horza se concentraría en las emociones de Kraiklyn cuando la partida llevara cierto tiempo, pero por ahora sólo quería captar el aura general de emociones que rodeaba al juego.

Kraiklyn se retiró de la primera mano lo bastante pronto para asegurarse de que no perdería una Vida cuando llegara a su fin. Tenía tan pocas Vidas a su disposición que ése era el rumbo de acción más prudente, a menos que la suerte le entregara una mano de cartas realmente magnífica. Horza observó atentamente a Kraiklyn mientras éste se reclinaba en su asiento y se relajaba. Su unidad emotora no estaba transmitiendo prácticamente nada. Kraiklyn se lamió los labios y se pasó la mano por la frente. Horza decidió que durante la siguiente mano conectaría con Kraiklyn para saber qué se sentía jugando al Daño.

La mano llegó a su fin. Wilgre fue el ganador. Saludó con el brazo agradeciendo los vítores de la multitud. Algunos emóticos ya se habían desmayado; el rogothur rugía dentro de su jaula al otro extremo del elipsoide. Cinco Jugadores perdieron Vidas; cinco humanos que habían permanecido inmóviles presa de la desesperanza y el abatimiento mientras los efectos de los campos emotores aún vibraban dentro de ellos quedaron repentinamente fláccidos en sus asientos cuando los cascos saturaron sus cráneos con una descarga neural lo bastante fuerte para aturdir a las Vidas que estaban sentadas junto a ellos. Los eméticos más cercanos se encogieron sobre sí mismos, igual que el Jugador a quien pertenecía cada una de las Vidas perdidas en la mano.

Los ishlorsinami abrieron los arneses que mantenían sujetos a los humanos muertos y se los llevaron por la rampa de acceso. Las Vidas restantes se fueron recobrando poco a poco, pero siguieron tan inmóviles y abatidas como antes. Los ishlorsinami afirmaban comprobar de la forma más rigurosa que cada Vida estaba realmente decidida a desempeñar tal función, y decían que las drogas que les administraban sólo servían para impedir que se pusieran histéricas, pero se rumoreaba que había algunas formas de engañar al proceso de verificación empleado por los ishlorsinami, y que algunas personas habían logrado librarse de sus enemigos dragándolos o hipnotizándolos y haciendo que se ofrecieran como «voluntarios» para participar en el juego.

Nada más empezar la segunda mano Horza ajustó el monitor de su diván para experimentar las emociones de Kraiklyn. La mujer de la cabellera canosa apareció por el pasillo y volvió a ocupar su sitio delante de Horza en la parte frontal de la terraza, dejándose caer con una expresión de cansancio sobre el diván como si estuviera aburriéndose terriblemente.

Horza no sabía lo suficiente sobre el Daño en tanto que juego de cartas como para poder seguir de forma exacta el desarrollo de la mano, ya fuese leyendo las emociones que iban circulando por la mesa o analizando cada mano después de que hubiera terminado —como estaban haciendo con la primera mano los ruidosos trípedos que tenía al lado—, cuando los datos sobre cómo habían sido repartidas y jugadas las cartas aparecían en los circuitos de transmisión interna de la arena. Aun así, decidió sintonizar las emociones de Kraiklyn para hacerse una idea de lo que estaba ocurriendo en el interior de su cabeza.

El capitán de la Turbulencia en cielo despejado estaba siendo atacado desde varias direcciones distintas a la vez. Algunas de las emociones eran contradictorias, por lo que Horza supuso que no se estaba haciendo ningún esfuerzo concertado con Kraiklyn como objetivo. Por el momento, sólo tenía que soportar los efectos del armamento secundario de los demás Jugadores. Había un considerable impulso de sentir simpatía por Wilgre. Ese color azul tan atractivo…, además, con esas cuatro patitas diminutas no podía ser ninguna amenaza demasiado seria… La verdad es que pese a todo su dinero resultaba bastante cómico e inofensivo. En cambio la mujer que estaba sentada a la derecha de Kraiklyn… Desnuda hasta la cintura, sin pechos y con la vaina de una espada ceremonial colgando a través de su espalda… Había que vigilarla atentamente… Claro que, después de todo, aquello era más bien risible… Nada tiene importancia; todo es una broma, un chiste; la vida es una broma, el juego es una broma… Si lo piensas con detenimiento todas las cartas se parecen mucho, ¿no? Bah, para lo que importa tanto da que las arrojes al aire… Ya casi le había llegado el turno de jugar… Primero esa puta con el pecho tan liso como una tabla… Oh, chico, tenía una carta que iba a acabar con ella…

Horza desconectó el monitor. No estaba seguro de si había captado lo que Kraiklyn pensaba de la mujer o lo que algún adversario estaba intentando hacerle pensar de ella.

Volvió a sintonizar los pensamientos de Kraiklyn más avanzada la mano, cuando la mujer ya había quedado fuera y estaba relajándose con los ojos cerrados y la espalda apoyada en el sillón. (Horza le lanzó una breve mirada a la mujer de la cabellera canosa reclinada en el diván que tenía delante; parecía estar observando la partida, pero tenía una pierna pasada sobre el brazo del diván y la balanceaba hacia atrás y hacia adelante, como si su mente estuviera muy lejos de allí.) Kraiklyn se sentía estupendamente. Para empezar, la zorra había quedado fuera de la mano, y estaba seguro de que eso se debía a alguna de las cartas que había jugado, pero también había una especie de júbilo interior… Aquí estaba, jugando al Daño con los mejores jugadores de toda la galaxia… Los Jugadores, nada menos. Él. Él… (un repentino pensamiento inhibitorio bloqueó el nombre que su mente iba a formar), y la verdad es que no lo estaba haciendo nada mal… Estaba logrando mantenerse a su altura… De hecho, esta mano tenía un aspecto condenadamente bueno… Ah, sí, las cosas empezaban a ir bien… Por fin… Iba a ganar algo… Ya había tenido demasiados problemas…, bueno, estaba eso de… ¡Piensa en las cartas! (de repente) ¡Piensa en el aquí y el ahora! Sí, las cartas… Veamos… Puedo liquidar a esa vaca azul con… El Cambiante cortó la conexión.